Hablando de Copas y de sorteos, cuando tocó esta temporada el emparejamiento Real Unión-Cádiz, me vino a la memoria el comentario de uno de los muchos desternillantes aficionados gaditanos que antes del duelo en el que ascendieron a Segunda A, cuando se disponía a entrar en Gal un poco desorientado por los evidentes efectos colaterales del alcohol, me dijo en tono jocoso y con su gracia innata: “Hay que vé lo lejo que eztá ezto”. Me salió del alma: “sí, igual de lejos que Cádiz de aquí”.

Con Almería sucede tres cuartos de lo mismo. Con el agravante de que las conexiones aéreas son pocas y malísimas, lo que convierte el viaje en largo y, normalmente, bastante caro. En todo caso, la incomodidad para el periodista o el aficionado de a pie no tiene nada que ver con el confort de los vuelos chárter de las expediciones oficiales de los equipos con los que se plantan en poco más de una hora en los destinos más lejanos de la península. Todavía recuerdo que un periodista escribió que “a la Real le aguardaba una odisea para llegar a Ceuta”, cuando se enfrentaron en la Copa en un duelo que, curiosamente, ha estado cerca de reeditarse, y que fue el segundo paso hacia la gloria. El hecho es que la aventura contaba con un aterrizaje en suelo marroquí, concretamente en el aeropuerto de Tetuán, pero la realidad dictaminó que poco más de dos horas después del pitido final estaba entrando en mi casa, situada a 1250 kilómetros. Así da gusto, señores. Imagino que, entre otras cosas, esta era una de las cuestiones a las que se refería Mikel Oyarzabal cuando declaró que en su convalecencia se había dado cuenta de lo privilegiados que eran, algo que supongo que la rutina le impedía constatar...

En mi primer viaje a Almería, para jugar en el cercano El Ejido en Segunda, el gran Iñaki de Mujika y yo nos retrasamos en coger los vuelos y nos quedamos sin la conexión buena vía Madrid, volamos con escala en Barcelona pero a horas intempestivas, por lo que llegamos tan pronto que mi compañero de viaje me propuso acercarnos al entrenamiento del Almería para saludar a Unai Emery y Aitor López Rekarte. Fue cuando el técnico nos contó que, cuando ya era una pieza codiciada en el mercado tras lograr el ascenso del Lorca y estuvo a punto de doblar su éxito con el más difícil todavía de entrar en la elite por primera vez en la historia del modestísimo club, la Real tuvo la feliz y osada idea de proponerle el banquillo del Sanse. Chúpeta esa, la verdad es que era una jugada maestra. Con la lista de medianías que pasaban por el banquillo txuri-urdin durante esos años... De no creer.

A los donostiarras no les sienta bien la lejanía y la soledad de Almería, donde no le suelen acompañar demasiados aficionados. Aunque hay que tocar todos los palos a lo largo de una temporada, solo podemos celebrar y aprovechar que sus duelos se encuentren en destinos más cercanos como nos lo ha confirmado el viaje a Logroño. Recuerdo que en pleno Mundial, me tocó trabajar el 8 de diciembre, que era festivo, y me quedé alucinado con los desplazamientos de las aficiones en Segunda. Especialmente el de la armera a Burgos, algo que se puede comprender porque el Eibar sigue viviendo momentos históricos al encontrarse de forma recurrente en o cerca de Primera; también la del Sporting, que protagonizó un viaje masivo a Lugo cuando siguen en una situación límite y con demasiadas pocas expectativas de futuro para la dimensión de su club y su leyenda o, por último, la del Granada, que recorrió en un número por encima de los 2.000 los 132 kilómetros que le separaban de La Rosaleda, a pesar de que acaba de bajar de forma traumática y de no ir tan bien como esperaban en la división de plata. Tres partidos disputados en ambientes extraordinarios que, desgraciadamente, son complicados de disfrutar en Primera por la falta de entradas sobre todo en los sectores visitantes. Y es una pena, como pudimos constatar en Logroño el pasado miércoles donde se vivió una atmósfera de fútbol de las de antes. Con un recinto abarrotado y con una representación foránea que siempre proporcionó un colorido muy especial a la ciudad. He viajado muchos años con la Real y no había nada que me gustase más que llegar y ver un fondo repleto de camisetas txuri-urdin. No olvido que todo empezó una tarde apoteósica en Soria, cuando el año des ascenso el equipo había arrancado con muchísimas dudas. O la gesta de Lyon jamás se habría producido sin la invasión de más de 5.000 realzales que fueron a la Champions, entre otras cosas, por ese triunfo en el ocaso de la campaña anterior en el campo del Rayo con esa preciosa grada iluminada por los rayos de sol con muchos más blanquiazules de lo que estaba permitido por la propia Liga. Vallecas era, es y será siempre otra historia.

Da gusto que se desplacen tantos de los nuestros y generen ese ambiente y clima festivos, que comparten salvo en casos contados con las parroquias adversarias, porque todos entendemos que exista una rivalidad, esto es fútbol. Que consuman y se diviertan, sin que el resultado condicione en muchas ocasiones las risas vividas. Ha sido siempre así y nada ni nadie nos lo va a quitar jamás de la cabeza. Sabemos perfectamente lo que somos.

Es por este motivo que, como le comenté a una de voces más poderosas en el club en el Espolón, punto de reunión en el que arrancaba la espectacular kalejira txuri-urdin que recorrió las céntricas calles de Logroño hasta Las Gaunas, ha llegado el momento de reconocer que tenemos un problema. Me da igual si la UD padece el mismo, que es evidente que sí, no hay más que ver la pancarta fascista que desplegaron en el inicio de la contienda (cada palo aguanta su vela), pero la Real ya no puede mirar hacia otro lado. Tampoco me importa si atacaron ultras a otros ultras, como ha sucedido en otras ocasiones, ni los que les justifican todo ni el tú más, el caso es que se produjeron agresiones, algunas cobardes, como ha denunciado oficialmente el Logroñés sin la más mínima autocrítica, que también hay que incidir en ello. Y como ha reconocido la propia Real en otro comunicado. Ya no vale con el “no nos representan”, porque sí lo hacen al encabezar la kalejira de todos los realistas con amenazas incluso a los fotógrafos que estaban haciendo su trabajo para que no les sacaran la cara (que quede claro que aquí no señalamos a ninguna peña, sólo a los violentos). El primer paso para solucionar un problema de tal calibre es reconocer que se tiene. Más aún en una afición pacífica y fiel como ninguna, que pregona y propaga el buen rollo a su paso, y que ha sufrido un trauma muy fuerte e imperecedero por el asesinato del añorado Aitor Zabaleta, convertido ya en icono para siempre del mundo txuri-urdin y que da nombre precisamente al fondo sur del estadio.

No puede ser que seamos o nos creamos un ejemplo para todo el fútbol español, con un desplazamiento masivo entre semana para una eliminatoria de dieciseisavos de Copa ante un anfitrión que compite dos categorías por debajo, y que 10 manzanas podridas y reincidentes mancillen la imagen de una hinchada admirable y que se hace respetar allá por donde va. Porque al final es con lo único que se queda el resto del mundo. Y lo más incomprensible es que, como denuncian en repetidas ocasiones muchas de las demás peñas realzales (en privado para evitar represalias), siempre tienen entradas facilitadas por el club mientras el resto se ven obligadas a ser incluidas en la ruleta de la fortuna del sorteo.

La Real se encuentra a tiempo de actuar antes de que suceda algo grave y sin solución. El equipo atraviesa uno de los mejores momentos de su historia, con muchos retos muy ilusionantes por delante, ideales para que su parroquia acredite una vez más su nivel y su irreprochable talante positivo a su paso. En cuestiones así no vale vender tu alma al diablo por unos cuantos gritos de ánimo y ninguna crítica ni queja en forma de cántico en la grada. Insisto, son demasiados precedentes ya como para frivolizar o ningunear el tema. Aperribay, que no ha sido contundente con el asunto como otros presidentes, tiene un problema y está obligado a ponerle solución antes de que sea demasiado tarde. Porque entre otras cosas, además, nos ponen en peligro al resto de hinchas al haber descerebrados en todos lados y retroalimentar sus ganas de practicar la caza del vasco como sucedió aquella maldita noche a las puertas del Calderón con Aitor. A quién corresponda. Ahora ha llegado la hora de ganar en Almería. ¡A por ellos!