Algún responsable de Panini debería salir a dar las explicaciones oportunas. Resulta que, en la colección del Mundial 2022, la página de Japón no incluye cromo de Take Kubo. Y esto nos ha generado en casa un disgusto importante. Me ha tocado argumentarle a un crío de siete años que el atacante txuri-urdin no goza ante su seleccionador del estatus que sí le ha otorgado Imanol, y que quizás por ahí pueda entenderse su ausencia en el álbum. Pero lo peor no es esto. Lo peor es que en uno de los primeros sobres nos ha aparecido Akram Afif, circunstancia que ha terminado desparramando por los suelos cualquier atisbo de cordura que el niño pudiera apreciar en el aita. Tras exponer la mencionada teoría sobre Kubo, el otro día un servidor se sorprendió a sí mismo rememorando en voz alta la final del Campeonato Asiático sub-19 disputado en 2014 en Myanmar. Toma ya. Como para que le quiten a uno la custodia.

El proyecto catarí

Roberto Olabe sabrá bien de lo que hablo. Él era el director de fútbol de la Aspire Academy cuando la selección de Catar ganó aquel torneo. Lideraba un proyecto destinado en gran medida a crear una base en el combinado local para el próximo Campeonato del Mundo. Y algo habrá tenido que ver su labor, posiblemente mucho, para que una nación con corta y escasa historia futbolística venga obteniendo resultados tan meritorios. Un cabezazo de nuestro amigo Akram significó aquel título sub-19 gracias al triunfo por la mínima ante Corea del Norte (1-0). Y el propio Afif, ya en categoría absoluta, contribuyó en 2019, con diana y asistencias (3-1 contra Japón), a que los mayores de Catar levantaran igualmente su trofeo continental. Imagino que el técnico gasteiztarra seguirá desde la distancia, con cierto cariño, a varios chavales que pasaron por sus manos y que dentro de apenas un mes vivirán el evento de sus vidas. Supongo también que el mismo Olabe permanecería el pasado sábado muy pendiente del estadio olímpico Mario Alberto Kempes, ubicado en la ciudad de Córdoba (Argentina).

Independiente del valle

Ahí me pudo la decencia: primero acosté a los pequeños y luego me puse en diferido la final de la Copa Sudamericana, que no al revés. El caso es que se jugaban el equivalente a nuestra Europa League el Sao Paulo brasileño y los ecuatorianos de Independiente del Valle, otro proyecto por el que ha pasado el director de fútbol txuri-urdin. Oficialmente, su estancia allí duró solo semanas. Así que, aunque me consta que su mano en el club ha ido mucho más allá en lo temporal, se hace difícil establecer una relación directa entre la labor de Olabe y los éxitos de la entidad. Estos, en cualquier caso, apuntan a que algo se debe estar haciendo muy bien por allí: un subcampeonato de Copa Libertadores (2016), otro en la misma competición sub-20 (2018), una liga (2021) y dos ediciones de la propia Sudamericana (2019 y 2022), incluida la que concluyó hace tres días. Ganó Independiente 2-0, con un tal Moisés Ramírez bajo palos. Es el meta ecuatoriano que defendió la portería del Sanse en 2019.

El jueves, en Moldavía

Cruzamos el charco y nos centramos ya en la Real, tras recordar que Olabe también ha sumado su título en txuri-urdin y tras subrayar igualmente, a modo de transición, que Independiente del Valle se ha proclamado campeón cayendo desde la Libertadores como tercero de grupo. Poca broma. Los cocos rebotados de la Champions han acabado con el sueño europeo blanquiazul estos dos últimos años: Manchester United y Leipzig. Y por eso resulta tan importante el partido del jueves en Moldavia. El liderato de la liguilla tiene premio gordo, saltarse la ronda en la que aterrizan los candidatos procedentes de la aristocracia. Y por el momento el equipo de Imanol va de mano gracias a su victoria en Old Trafford, consistiendo el reto en conservar la situación actual hasta la última jornada, cuando los red devils visitarán Anoeta. Tal meta va a exigir, muy probablemente, ganarlo todo hasta entonces, cosa nada sencilla en el fútbol de elite. Así que veremos ante el Sheriff, un rival distinto al Omonia, más peligroso en transición y mucho menos ordenado en materia defensiva.

La victoria de Girona

Los txuri-urdin viajan a Chisinau con la moral que proporciona haber vencido previamente en la Liga. Sucedió el domingo en Girona, donde la Real se llevó uno de los partidos más difíciles de analizar que ha disputado últimamente. Fue un encuentro sumamente abierto, de ida y vuelta durante varias fases, cuyo alocado contexto complica realizar conexiones causa-efecto entre todas las cosas que sucedieron. Dicho esto, lo que sí tengo muy claro es que no podemos caer en el error de disociar unas circunstancias de otras. ¿Bien en ataque y mal en defensa? Quizás se marcaron cinco goles porque se recibieron tres (y viceversa), dentro de un duelo a campo abierto al que Imanol no pareció hacer ascos. ¿Se habría perdido esta misma contienda ante otro rival? Pues quizás también. Pero es que, a la hora de permitir e incluso propiciar el intercambio de golpes, la escuadra blanquiazul tuvo muy en cuenta quién estaba enfrente, un buen Girona con menor pegada. Cuando vas a la guerra, elaboras una táctica en función de las armas disponibles… y dependiendo también de las que tiene el adversario.