Getafe no le sienta bien a la Real. Por una cosa o por otra, en un momento propicio en plena racha positiva o con el cansancio acumulado tras jugar competición europea, siempre le sale casi todo mal. Una cuestión es perder, un resultado que se puede considerar como, digamos, normal después de venir de ganar en Old Trafford con todo lo que ello conlleva, y otra muy distinta es completar 50 minutos lamentables, regalar dos goles, que se lesione de gravedad tu fichaje estrella y que te tome el pelo un árbitro infame y cómplice de un rival que juega al límite del reglamento sea quien sea el inquilino de su banquillo. Como el tema es reincidente, cansa y aburre, porque no se puede entender el motivo por el que la Real nunca es la misma en el Coliseum y por el que sus jugadores se transforman y rinden a años luz de su nivel habitual. Lo malo es que ni ellos mismos son capaces de interpretarlo y justificarlo.
Los realistas pagaron una factura con un resultado 2-0 en el minuto 48 por su penosa entrada en el encuentro. A partir de ese momento, la Operación Rescate con casco azul de Cho, Silva y Brais se quedó en poca cosa y su dominio final no se tradujo en un empate que por ocasiones sin duda mereció, pero que por juego no. Un cabezazo al larguero de Merino a falta de cuatro minutos para el final solo sirvió para aumentar la sensación de frustración por otro fracaso más en Getafe. Y van...
Imanol introdujo cuatro cambios respecto al once que tocó el cielo en Old Trafford. Se esperaban muchas rotaciones y el técnico dispuso de un once reconocible, atractivo y aparentemente de plenas garantías. Lo cual dice mucho de los que entraban, que eran Sola y Turrientes, que estrenaban titularidad con dorsal de primer equipo a la espalda; Zubeldia, que no tuvo ningún minuto en Manchester; y Sorloth, que entró en el descanso para dinamitar el duelo. El noruego formaba pareja por primera vez en ataque con Sadiq. Las dos torres, que apuntaban a ser una de las delanteras que más podía intimidar por su físico de la Liga. Por lo tanto descansaron Gorosabel, Aritz, Silva y Brais.
Según manifestó Quique, el Getafe saltó al campo con la intención de hacerle sentirse incómoda a la Real. Tampoco suele hacer falta demasiado para contribuir a una certeza: el equipo realista suele estar desubicado e irreconocible cada vez que pisa el Coliséum. Si encima aparece un colegiado recién ascendido que durante la primera media hora pita todo en su contra, la sensación de agobio se multiplica.
Desde fuera de bandas, faltitas en contra por mínimo contacto, mirar a otro lado en acciones parecidas cuando son a su favor... Así hasta el minuto 10, en el que a Remiro, que tenía el día cruzado desde el inicio, se le escapó un centro y al ir a por el rechace Pacheco rozó ligeramente (eso parece en las imágenes) a Borja Mayoral que se dejó caer. En el nuevo argot futbolístico, penaltito que tal y como anunció Medina Cantalejo, se iban a dejar de señalar. Menos mal que en el Var se encontraba Martínez Munuera, que ya condenó a la Real aquella noche de infausto recuerdo ante el Madrid en un Anoeta vacío por el covid, quien decidió que había que revisarlo y a pesar de que las repeticiones no ofrecían ninguna evidencia de que existía un contacto claro, invitó a que decretara la pena máxima. Remiro se resarció de su error con una buena parada al adivinarle las intenciones de Mayoral. Pese a que siguió con su exhibición, hasta aquí el hablar de un pésimo colegiado al que seguiremos sobre todo cuando aparezca en Anoeta para ver si es tan cobarde y barre todo para casa.
A lo importante. La Real volvió a firmar una primera parte infame en Getafe. Plena de errores groseros, imprecisiones y con una falta de brillo y de chispa desesperante. Lo peor de todo es que, en plena deriva de mediocridad, Sadiq fue a presionar un balón y se le fue la rodilla. Todo parece indicar que sufre una rotura de ligamento cruzado, la lesión más temida por el futbolista y que, desgraciadamente, conocemos tan bien últimamente por estos lares tras las desgracias de Oyarzabal y de Carlos.
Sola, que tiene el defecto de asumir demasiado protagonismo cuando es un lateral derecho, fue el primer realista que se acercó con peligro al área getafense con un centro magnífico que no leyó ninguno de sus delanteros y con una diagonal que culminó con la zurda para que desviara Soria. Esto no quita para no olvidar su fallo nada más comenzar el encuentro cuando despejó con una imprudencia temeraria un centro que se paseó por la línea de la portería de Remiro sin encontrar verdugo.
Sorloth, con un chut desde fuera del área con su pierna que debió encontrar portería, parecía poner el punto final al primer acto pero en la última jugada llegó el colmo de los colmos. Turrientes cometió un error de infantil al regalar una falta al borde del área tras fallar un control y hacerlo con la mano y Unal la puso cerca de la escuadra. Cierto es que estaba lejos, pero Remiro la llegó a tocar, por lo que parece que podía haber hecho más.
Nada más reanudarse el juego, Sola se tropezó solo en la banda, Unal centró desde la línea de fondo y Aleñá, escandalosamente solo, cruzó la pelota a la red. La derrota ya estaba servida en la mesa. A pesar de ello, solo dos minutos después Brais recortó distancias al cabecear un centro con música de Cho. Lo cierto es que las sensaciones en ese momento tampoco eran malas y hasta se podría decir que parecían halagüeñas si no tuviésemos en mente el habitual paupérrimo bagaje txuri-urdin en Getafe. Silva había cambiado el signo del encuentro y Cho era un cuchillo en la banda. Lo malo es que a esta Real le sigue faltando gol. Como solo anota uno por encuentro, con el de Brais ya había cubierto el cupo, por lo que la empresa se antojaba más que complicada.
El asedio sin brillo ni claridad de la Real acabó siendo un constante bombardeo áereo. Merino dio el primer aviso de cabeza en el único centro bueno de Aihen, antes de un tímido remate con la derecha que en ambas ocasiones atajó Soria. Unal nos silenció con un disparo al poste. Sorloth, que ya había tenido un caramelo de Cho al que no llegó a conectar, remató demasiado blando con la testa un servicio de Merino. Silva, también a pase del navarro, vio cómo una pierna rival truncaba su chut dentro el área. A cuatro minutos de final, en la gran ocasión, Merino vio cómo su cabezazo lo salvaban entre Soria y el larguero y segundos después, Karrikaburu no dirigió bien su testarazo a servicio de Zubeldia.
Tras una prolongación en la que no se puede pecar más de pardillos y en la que el Getafe volvió a acreditar que juega al límite con tramposos caídos en el suelo cada vez que se paraba el juego, se consumó una nueva derrota de la Real en Getafe. Un lugar inhóspito para los blanquiazules en el que suelen perder y encima lo hacen sin aprender la lección porque año tras año reinciden en los mismos errores que le condenan a un fiasco más. Lo más triste de todo es que, aunque el resultado escuece sobremanera, lo único que importa realmente ahora es la rodilla de Sadiq. La ley de Murphy volvió a ser implacable con la Real en tierra maldita...