Comparemos. Sorloth tuvo un buen balón para definir y buscó el pase a Cho desde la frontal del área sin probar su fusil. Sadiq salió, marcó a la primera, también a la segunda, que le anularon, y la tercera la falló porque sabía perfectamente que se encontraba en fuera de juego. El noruego todavía es un exponente de la sequía anotadora del curso pasado, mientras que el nigeriano, por el que se han pagado 20 millones, llega con la obligación de perforar porterías. Así se le debe exigir y así debe cumplir. A rey muerto, rey puesto. Anoeta ya tiene un nuevo ídolo, al que motiva con el mismo cántico que tenía Isak, que seguro que vio el encuentro como un monarca derrocado. La Real sigue sin ganar a un grande, pero al menos esta vez sí aguantó el pulso más minutos gracias a que contó con un fondo de armario mejor y más preparado que en el estreno ante el Barcelona. 

Los blanquiazules fueron superiores durante muchos minutos a uno de los candidatos al título, que confirmó todas las expectativas que se esperaban cada vez que visita Donostia, algo así como Un monstruo ha venido a verme. El equipo realista encajó un gol pronto, debió jugar en superioridad numérica toda la segunda parte, pudo empatar antes del descanso y en la reanudación logró igualar para sumar un punto que hay que dar por bueno ya que en el sprint final volvió a quedarse sin gasolina y el Atlético hasta consiguió el segundo tanto que Soto Grande anuló al haber pitado torpemente falta antes. Aunque duela y frustre no ganar este tipo de duelos, el punto hay que darlo por bueno.

Un partido contra el Atlético nunca es como uno cualquiera y nunca queremos que lo sea. Cada vez que los tenemos enfrente, aunque hayan pasado tantos años, lo único que nos invade es un sentimiento de venganza deportiva para homenajear a Aitor Zabaleta. Y lo seguiremos sintiendo así mientras sus asesinos y los que les alientan campen a sus anchas y en connivencia con sus impresentables gestores. Y que conste que denunciamos cualquier tipo de violencia en la grada y en los aledaños del estadio, como lo sucedido ayer con la incautación de varios objetos para buscar pelea, de unos cabezas huecas que no han entendido nada de lo que le sucedió al malogrado icono de nuestra afición. Sobran. Lo que queremos es ganarles para fastidiarles, punto final.

Jokin Aperribay sacó pecho por su apuesta por los jóvenes y el futuro de la entidad. Cosa que nos encanta y nos convence en muchos sentidos. En otros no tanto. Y es que a la hora de buscar motivos al hecho de que no se consiguen buenos resultados no hay que descartar que el principal sea la bisoñez del grupo en duelos que se deciden por detalles. Tampoco hay que batir un récord de precocidad ni intentar ser los más noveles de la Liga. Sí, a todos nos gusta destacarlo, pero también tiene un lado malo. Y ayer se volvió a pagar con un tempranero gol en contra en el minuto 4. Tres minutos más tarde que el del Barça, al menos vamos mejorando. Fue en otra contra: Llorente rompió por la derecha y su centro medido lo remató Joao Felix solo, aunque lo salvó Zubeldia a la heroica, en una acción en la que quizá podía haber salido Remiro. En el saque de esquina, en una defensa impropia de este nivel, los atléticos descolocaron a los realistas, el centro de Carrasco golpeó en el palo y Morata marcó a puerta vacía. Un auténtico desastre y un mazazo complicado de digerir y de remontar sobre todo por el rival de hormigón que estaba enfrente.

Pero arropado por su afición, con un once en el que la única novedad era la entrada de Sorloth por Kubo, los locales reaccionaron con carácter y personalidad. Fue Cho quien lideró sus ataques con su mejor actuación hasta el momento y confirmando las buenas sensaciones que tienen en el club desde que lograron cerrar su contratación. Su primer centro lo remató flojo a botepronto Silva a las manos de Oblak. El siguiente, tras un gran control, lo envió a la madera Merino. Entremedias Brais, que es tan diésel como Zurutuza, probó desde lejos y se encontró con el balcánico; y, por último, tras un buen recorte, disparó a puerta sin demasiado peligro con su pierna mala. La Real era muy superior, pero ya sabemos cómo funciona el Atlético: sufre, espera y cuando se estira, mata. Así llegó el segundo tanto de Morata, que fue anulado por una mano clamorosa previa de Joao. Soto Grande se las vio y deseó delante del VAR para encontrar motivos que anularan la jugada ante el clamor de la grada. Al final era tan evidente que no tuvo más remedio que dejar el 0-1 en el marcador.

El parón frenó a la Real y el Atlético no tardó en apretar. Remiro, con una mano espectacular que desvió el balón al larguero, salvó un misil de Giménez. Y casi en la última jugada, Saúl le propinó un codazo clarísimo a Silva en la cara que hubiera supuesto su segunda tarjeta y la expulsión, pero Soto Grande, que ya había demostrado sus intenciones, miró para otro lado. Al parecer, en Anoeta los codazos en contra no existen, son los padres. Ya está bien, de dos, dos y ante el Barcelona y el Atlético y en la primera parte. Sí, los colegiados influyen y deciden partidos y resultados.

Debut de Sadiq

En la reanudación, el efecto Sadiq se notó rápido y la Real tomó el dominio del duelo en busca del empate. Sabía que tenía que apretar desde el inicio porque su rival era superior físicamente y consiguió la igualada en una buena combinación que finalizó Cho con un centro perfecto que recién llegado cabeceó a la red de forma poco ortodoxa, puesto que incluso reclamaron por si había sido con la mano (por mucho que se quejen, es gol legal). El galo, que completó una actuación estelar, volvió a intentarlo con un chut cruzado, esta vez con la pierna buena que atajó Oblak. La salida del ovacionado Griezmann (así se trabaja un retorno a su verdadera casa), cambió el signo del encuentro. Morata y Antoine lo probaron de lejos. Unos centímetros de descuido evitaron la catarsis en Anoeta con el segundo tanto de Sadiq, que definió con la sutileza de los que no suelen fallar casi nunca un pase con delicatessen incluida de Kubo. El japonés, que cuajó buenos minutos, estuvo muy cerca de anotar de córner directo al intentarlo con inteligencia para probar al sustituto de Oblak. Los minutos finales fueron dramáticos y Correa y luego Llorente, que incluso marcó pero la jugada estaba parada de antemano de forma precipitada y torpe, pusieron en un puño el corazón de la grada, que celebró el mérito del punto.

Siete puntos en cuatro jornadas, con dos victorias en salidas asequibles, y solo un empate ante el nuevo Barcelona y el Atlético de siempre en la olla a presión que es Anoeta. La verdad es que esta Real amenaza con hacer algo más grande que lo firmado en las tres campañas anteriores, pero al menos, de momento, sigue sin superar el trauma de los gigantes. En la jornada 4 irrumpieron con explosividad Cho y Sadiq, asistencia y gol incluidos, y la sensación que flota en el ambiente es que, cuando alcance su velocidad de crucero y se adapten los recién llegados que tan buena pinta tienen, se puede soñar con cotas altas. Esto promete y ya han pasado por Donostia dos bestias. A partir del próximo partido, será obligatorio echar el candado.