El que avisa no es traidor, es avisador. Lo venía comentado desde hace semanas Imanol y casi le sucede lo mismo que en el cuento del lobo. "Estamos jugando muy bien, nadie genera más que nosotros, nadie corre más que nosotros...". Nos frustró tanto ver que con las posibilidades de este equipo había opciones reales de hasta luchar por entrar en la Champions, nos acongojaba tanto ver que incluso se corría el riesgo de perder hasta el tren al Viejo Continente, que hubo un momento en el que quizá no creímos tanto como merecían por méritos propios acumulados. "We are Europa League". La Real se aseguró el pase a la competición de plata internacional por tercer año consecutivo. Un mérito impresionante para un equipo que ha logrado asentarse en la zona noble de la tabla y que es el orgullo de una tierra y la envidia de muchos otros por lo bien que hace las cosas. No hay más que analizar dónde ha estado este año su filial, el único en Segunda A, el espectacular rendimiento del C o la Champions League de las chicas. Todo eso en un territorio limitado geográfica y demográficamente.

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Con un entrenador de leyenda. Imanol Alguacil lo ha vuelto a hacer. Un técnico con una calidad táctica y motivacional extraordinarias, que tiene una mano izquierda para lograr que ninguno de sus futbolistas se encuentre a disgusto y el carácter necesario para que nadie le alborote el corral. Se los gana a todos, se los mete en el bolsillo y por él dan hasta la última gota de sudor. Si en algún momento nos podíamos haber planteado una figura tipo Ferguson en el United, cuya posición trascienda a los resultados y se mantenga haga frío, calor o llueva, jamás hubiésemos podido imaginar un aspirante mejor cualificado. Ayer le ganó con claridad la batalla en la pizarra a su compañero de la otra banda en el Sanse, el reputado y laureado Emery. Lo dicho, Imanol, con el trabajo que está haciendo la Real, se sienta en la mesa de cualquier entrenador de la Liga. Y, además, seguro que les arranca unas buenas risas. El gitano de Orio.

Perdónanos. Porque el fútbol es así de efímero y las temporadas se hacen muy largas. No solo el equipo se ha acostumbrado a estar en Europa. También su afición y su entorno, que muchas veces demuestra tener el morro demasiado fino. Después de haber tocado el cielo con el título de Copa 34 años más tarde, ya casi nada nos parece suficiente. No nos llenamos tan fácil. En realidad es culpa o responsabilidad del oriotarra y sus heroicos secuaces. Y a los hechos me remito. ¿Cuántas veces y a cuánta gente de nuestro alrededor habíamos escuchado estos días que no le saciaba la Conference ("eso es como la Intertoto") y que si no se lograba el pase a la Europa League iba a ser una decepción de temporada? Perdónales Imanol, no saben lo que dicen. Muchos de ellos eran los mismos que le criticaban por sistema, dejando tras de sí el amargo sabor del que preferiría un relevo en el banquillo en base a no sé qué endemoniada teoría de que es necesario para dar otro paso más. Desconocemos si Imanol igualará el récord Ormaetxea con la cuarta clasificación europea consecutiva, pero, pase lo que pase, que sea escuchando sus gritos y viendo cómo pierde años de vida siguiendo los partidos. Siempre pensando y salvaguardando nuestro sentimiento. Como dice el anuncio, "porque tú, porque té". Eskerrik asko Imanol, tu gente no puede estar más orgullosa de ti y de tu libro gordo de hazañas.

Insisto, una vez más tenía razón. Ganar en Vila-real y asegurarse el sexto puesto era "la rehostia". Y además justo, porque la Real fue bastante superior al Villarreal durante la mayoría del encuentro. Al final de la primera parte, los amarillos equilibraron la balanza y lograron adelantarse con el típico gol en estrategia ideado por Emery. En toda la temporada nadie le había remontado en su estadio al submarino amarillo y la Real llevaba dos cursos sin ganar a sus rivales directos. La cosa pintaba mal. Un gol de Isak y otro de Zubimendi permitieron darle la vuelta a la tortilla y hacer feliz a todo el realismo. Para que se enteren de una vez los más jóvenes o los que no han vivido tantas alegrías. Lo que hicieron ayer los de Imanol fue el significado auténtico de Realada. A ver si desterramos de una vez por todas del diccionario txuri-urdin esas acepciones peyorativas.

A las alturas en las que nos encontramos y al jugar solo tres días después de la victoria ante el Cádiz, era previsible que Imanol introdujese novedades. En total fueron cuatro cambios, con las entradas tras cumplir sus correspondientes partidos de sanción de Le Normand e Isak en lugar de Aritz y de Januzaj; con la vuelta de Zaldua por Gorosabel; y con la menos esperada titularidad de Illarra por Rafinha. Todo lo que no sea que esta última esté motivada por problemas físicos del brasileño parecería difícil de entender. Después de haber descubierto una fórmula mágica para reemplazar el hueco de Oyarzabal, en el día señalado en el que puedes sentenciar la clasificación, no parecía de recibo empezar a retocar y a modificar lo que funciona. En frente, el auténtico Villarreal. El que alcanzó la semifinal de la Champions, con la baja de Gerard Moreno.

Pero esta película ya la habíamos visto. La Real salió mucho más enchufada que los amarillos. Hasta el punto de que dispuso y desperdició tres oportunidades muy claras para abrir el marcador. Un privilegio que ayer valía su precio en oro. A los dos minutos, Isak metió un precioso balón en largo a Sorloth, quien intentó picarla por encima de Rulli, pero este no se fue al suelo, así que le dio tiempo a sacar una mano. Después el sueco no aprovechó dos buenas opciones de remate y el noruego hizo hutsa en un centro de Zaldua. Poco a poco el Villarreal fue equilibrando la contienda y, lo que es peor, haciendo mucho daño al recuperar en transiciones. Dia le robó un balón muy peligroso en el área a Zubeldia, y Remiro salvó los disparos de Chukwueze y Parejo. Casi con el tiempo cumplido, Coquelin aprovechó una acción de estrategia para poner el 1-0 en un córner regalado por Zubimendi y mal defendido.

El inicio de la segunda parte fue un calco al de la primera. Rico se precipitó en un chut al lateral y, tras una carrera alucinante de Isak, Merino disparó cerca de la escuadra. Chukwueze dio otro susto, segundos antes de que Gorosabel pusiera un centro perfecto que remachó Isak. Se lo mereció el sueco, un jugador especial, distinto y con una calidad de talla internacional. En la acción siguiente el cabezazo de Zubimendi lo salvó Rulli. El VAR salvó a la Real de un penalti que era un nuevo intento de trampa y Zubimendi logró el tanto del triunfo al remachar una preciosa jugada en la que Silva volvió a darle verticalidad e Isak puso el centro.

Imanol solo entiende de puertas grandes. Y lo mejor es que su evolución es indiscutible; al contrario que en las dos anteriores campañas, esta vez ha sellado el pasaporte una jornada antes del final. Ahora todavía puede ser quinta; ese será su último aliciente. Demasiados lunes felices desde que este técnico asumió las riendas y le pusieron al volante de un proyecto legendario que todavía lleva camino de escribir muchas páginas de oro. Son muy buenos. Héroes.