Da la sensación de que la Natalia Arroyo niña era mucho mejor que los chicos con los que jugaba a fútbol. ¿Es así?

-(Risas) Sí, a la par de los dos o tres mejores. Hay quien lo achaca a ser Aries, aunque yo no creo mucho en ese tipo de cosas. Pero sí que es verdad que tenía traza. De pequeñita era goleadora, habilidosa sin luego ser una gran regateadora, pero tenía habilidad para hacer goles, para coger el balón y regatear a dos o tres. Siempre he sido una niña movida y con carácter. Era la que hacía los equipos o la que me revelaba si tenía que defender que quería estar en uno o en otro equipo.

¿Con qué soñaba en esa época?

-Iba a la par entre hacer goles y fantasear con locutarlos. Tanto si jugaba a videojuegos o haciendo mis caños a las sillas, sí que era mucho de locutarlos. Tengo recuerdos más o menos firmes de haber deseado jugar más o menos al más alto nivel y de haber querido coger un micrófono y comentar o entrevistar a jugadores.

¿Cuándo se dio cuenta de que valía para jugar a fútbol?

-En la escuela me voy dando cuenta de que soy mejor que las chicas que tengo a mi alrededor en una época, todo hay que decirlo, en la que el fútbol femenino no tenía una infinidad de equipos y de opciones. Se me iba dando bien y me divertía. En un partido en competición escolar, los padres de otra chica hablaron con los míos y les hablaron de un equipo. Nos informamos y fuimos a hacer esa prueba de acceso. Era lo que luego terminó siendo el Barça.

Barcelona, Espanyol y Levante Las Planas...

-En el Barça hice prácticamente toda mi carrera. Llegué al primer equipo, jugamos las fases de ascenso pertinentes hasta conseguir el ascenso, pero era un equipo con una plantilla veterana en la que las jugadoras jóvenes tenían más difícil participar. Llegó un momento en el que se produjeron cambios estructurales que me dejaban en un lugar complicado porque ni estaba en el A, ni tenía esa juventud para el B y surgió la opción del Espanyol, donde tengo las dos temporadas más importantes dentro de mi carrera porque ya estoy en la máxima división. El último movimiento, el del Levante Las Planas, fue bajar un escalón para tener ese rodaje de minutos que las lesiones y la altísima competencia que tenía en la plantilla del Espanyol no me dejaba. Una última lesión me mandó la señal de que era el momento de dejarlo.

Colgó las botas con solo 22 años.

-Es algo que fui asimilando. En esos primeros años era de las importantes, capitana, pieza básica para los entrenadores, pero una grave lesión de rodilla lo frenó todo. Al volver ya no era lo mismo para mí. Me costó estar en ese mismo nivel, lo conseguí, pero me volví a lesionar y ves que tienes que tomar decisiones. Me fui dando cuenta de que no tenía el nivel que requerían los dos equipos principales de Barcelona. Estaba en la universidad, en Comunicación Audiovisual, y no quería interrumpir mi carrera universitaria, por lo que deseché ofertas para salir de Barcelona. Lo decidí de una manera consciente. Tuve claro que mi relación con el fútbol tenía que ir encaminada o a tener un micrófono y comentar partidos o a entrenarlo.

Y cruzó la línea...

-Sí. Durante mi etapa en el Espanyol, con una de las compañeras, con Marta Cubí, estábamos a cargo de uno de los equipos de fútbol 7 y te va entrenado el gusanillo. Ya no era entrenar y llevar a un equipo solo por el disfrute, era competir. Le encontré ese punto de placer, pero me di cuenta de que no tenía la formación adecuada y que había que ponerse las pilas.

Y llegó la llamada de la Real...

-Siempre lo he dicho y puede parecer ventajista, pero espero que la gente me crea. Dentro de los destinos tenía claro que la Real era un club con el que yo simpatizaba, con el que creía que futbolísticamente había una conexión. La ciudad era bonita y el club tenía mucho por conseguir todavía. Me parecía que podíamos encajar y la llamada que llega es una que me remueve todo. De hecho, me la tengo que repetir varias veces para determinar si era verdad o no. Lo que sí sabía era que iba a dejarme la piel para que todo saliera bien.

¿Esto es lo máximo con lo que había soñado o aspira a más?

-Cuando oigo que la Real es una opción de club para mí, tengo claro que puedo darle algo significativo desde el juego y, por supuesto, desde los resultados. Tenía claro que esas buenas campañas, con mucho esfuerzo y talento, podíamos mejorarlas. Sí creía que podía darle una mejor clasificación y, viendo la gente que se quedaba, Europa lo he verbalizado desde el principio, porque era una ambición que iba teniendo esta generación y al final no es tanto lo que yo traigo, sino lo que la jugadora tiene y este equipo tenía. Lo que me llena es seguir formando parte del proceso que se está viviendo en la Real.

¿Aspira a entrenar a un equipo top?

-Solo haciéndolo bien aquí tendré la posibilidad de ir a otro lado si cuando termine ese 2024 quiero irme a otro lado. Estoy donde quiero estar, porque estoy en un club que va de la mano de mi ambición. Una experiencia en el extranjero, que es algo que no tuve como jugadora, me gustaría tener, pero paso a paso. Dos años es mucho horizonte y nos quedan muchos retos bonitos por hacer. Soy inquieta y quiero cosas que no he hecho por probar. De momento, tengo energía porque creo que le puedo seguir dando cosas a la Real y la Real me las da a mí.