Imaginen que regentan una farmacia y alguien acude con una receta que saben que es falsa. ¿Cómo reaccionarían? Eso fue precisamente lo que le pasó a @Its.noeliafarma, una farmacéutica muy popular en redes sociales que, hace unas semanas, explicó un episodio similar. “Resulta que han vuelto a querer metérmela con la típica receta falsa. Pero si ya nos las sabemos…”, arranca así un vídeo que ya tiene más de 5.000 visualizaciones en Instagram.

“Coge y entra un zagalico de unos 20 años, un chico que además no es cliente y yo nunca lo había visto. Yo lo veo entrando, y cuando entran yo ya sé lo que quieren. ¿Te apuestas que vienen por el jarabe de la codeína?”, explica. Efectivamente: “¿Por qué insisten en falsificar estas cosas? Resulta que lo mezclan con alcohol; y codeína, que viene del opio, mezclada con alcohol, lo utilizan para otras cosas que no son quitar la tos. Y la codeína da sueño. Además, la codeína tiene un efecto depresor respiratorio y, al mezclarla con alcohol, más potencial adictivo. Déjate la codeína para cuando tengas tos de la que no se te quita”, aconseja.

Más allá de la anécdota, este tipo de episodios también los han vivido en las farmacias vascas. “La búsqueda de medicamentos con codeína o con derivados de codeína, y otros como el rohypnol y otros medicamentos que funcionan a nivel del sistema nervioso central y que están muy demandados tanto por la juventud para mezclarla con otras cosas como por mafias para venderlas o revenderlas por ahí, es un tema al que nos enfrentamos a diario y es un tema que nos preocupa y nos ocupa”, explica para NTM Miguel Ángel Gastelurrutia, presidente del Consejo de Colegios Oficiales de Farmacéuticos del País Vasco.

Con este y otros tipos de compuestos se crean, al fin y al cabo, algunas drogas conocidas como Purple drank (trago morado en inglés, que mezcla jarabe con codeína y refrescos) o Karkubi (una droga de la que ya se ha tenido constancia en la operación Grecofar que terminó con 22 detenidos, uno de ellos en Bizkaia). 

Sin embargo, en Euskadi existen protocolos para discernir si una receta es real o está falsificada, y en ese sentido, Gastelurrutia expone que “además, ahora, como hemos mejorado mucho la receta privada en papel también, hay unos códigos que podemos leer e invalidar la receta, desactivarla. Podemos no darla, pero te enfrentas a un individuo agresivo que te pide el medicamento y es una lucha que tenemos y lo pasamos mal. Pero lo vamos peleando cada día y yo creo que nos mantenemos firmes y la farmacia es un canal de garantía y seguridad para el paciente”.

"Patrullas específicas"

Estibaliz Goienetxea, farmacéutica directora técnica del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Gipuzkoa, también reconoce que han vivido situaciones de tensión. “Conocemos a dos-tres personas que sabes que porque necesitan un medicamento que no lo tienen prescrito han llegado a utilizar la fuerza. En algunas farmacias hemos tenido incluso que poner patrullas específicas a ciertas horas porque se repetían patrones. Esto ya muchas veces ni siquiera es con receta falsificada. Esas situaciones las tenemos anualmente”.

Esta colegiada diferencia además en el caso de las recetas falsificadas entre las recetas de la red de Osakidetza, las de las clínicas privadas, las de otras comunidades autónomas y las de otros puntos de la Unión Europea. En el caso de Osakidetza, recuerda que el 99,8% de las recetas ya son de carácter electrónico, y “eso garantiza mucho más la seguridad. Antiguamente, cuando teníamos receta en papel de Osakidetza veíamos mucha más falsificación. Se detectaban robos de sellos de médicos, y se falsificaban con él, o fotocopias de recetas en papel, así como robo de talonarios”, enumera Goienetxea. Siguen teniendo un porcentaje pequeño de recetas en papel, ese 0,2%, y “todavía pueden darse ese tipo de falsificaciones, pero han disminuido muchísimo”.

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En estos casos, cuando detectan recetas falsificadas “no suelen ser de tratamientos crónicos”. Cuando una farmacia recibe una receta en papel sospechosa, “normalmente sospecha por el tipo de medicamento que le están solicitando”, explica, “aquellos que pueden tener un uso fraudulento, no para lo que se diagnostica”. Tienen además un sistema con la administración que, por ejemplo con el Rivotril, previamente a la dispensación, tienen que validar la receta y, para el resto, ante la sospecha de una falsificación, “nosotros siempre decimos: no dispensar”. En algunos casos han llegado a notificar estos casos a la Ertzaintza o a la Guardia Civil. 

La receta privada, por su parte, es donde más foco han puesto, “donde puede haber ahora todavía un mayor número de falsificaciones”. Ahí también están migrando hacia la receta electrónica, pero sigue habiendo en papel, aunque tienen mecanismos para validarlas e identificarlas. En el caso de las que vienen de otras comunidades, ya han tenido casos de recetas falsificadas venidas de la Comunidad de Madrid. “Ya en los últimos años hemos trabajado la receta interoperable electrónica, nos llega mucho por electrónico, pero sigue habiendo receta en papel”. Asimismo, han tenido casos de otros países de la UE, ya que en las farmacias de Euskadi se pueden dispensar. “Para dispensarla, lo que dice la norma es que el farmacéutico tiene que poder verificar la legitimidad del prescriptor y del medicamento”. En Gipuzkoa, por ejemplo, han recibido recetas de Francia. “En la zona del Bidasoa a veces sí que han aparecido intentos de conseguir medicamentos con recetas supuestamente prescritas en Francia”.