Game over. No hay más. Lo dijo Aperribay, el fútbol es igual para todos y a esta Real no le reconoce nadie. Con todo a su favor y después de ser muy superior en la primera parte, tras el descanso, sin Barrenetxea, lesionado, y con Guedes, su mejor jugador esta noche, muy tocado, los blanquiazules exhibieron una incomprensible bandera blanca que puso en evidencia tanto su actual nivel como la obra de su entrenador, que todo parece indicar que será destituido en las próximas horas. Así es imposible seguir. Es una pena, porque no tiene la culpa de todo, pero la cuerda siempre se rompe por el lado más débil que es el del técnico. No se puede comprender que un equipo que salió descarado, alegre y con fuerza en la primera mitad en la que superó a su rival con nitidez se viniera abajo desde el primer minuto de la reanudación. Y como no admite explicación ninguna, salvo que en el banquillo estaban tan perdidos y asombrados como en el resto de la grada, lo lógico es pensar que la situación no es soportable y que Sergio Francisco será destituido de su cargo antes incluso del partido de Copa. Por el simple motivo de que esta situación no puede demorarse ni un minuto más.
Ahora bien, aquí no se libra nadie. Porque Bretos y Aperribay son igual o más responsables del hundimiento de este barco
Ahora bien, aquí no se libra nadie. Porque Bretos y Aperribay son igual o más responsables del hundimiento de este barco. La culpa no es solo del entrenador y veremos a partir de ahora quién saca la cabeza o cambia de forma radical su rendimiento. Que lo tengan claro, el que mejore de forma significativa será señalado como merece. Esto es la Real y el que no la entienda tiene el mercado de invierno para irse a su casa.
Aceptamos que el entrenador pague con su despido, que rompe su sueño labrado en unos grandes ocho años en la cantera, que no son pocos, pero hay que depurar responsabilidades y aquí hay muchos que tienen las manos manchadas y por ahora se van de rositas. Empezando por su presidente, que se ha metido a jugar de nuevo a ser director deportivo y que nunca ha confiado de verdad en su apuesta personal, como suena, como relevo de Imanol. Las cosas como son. Y Bretos, al que le ha pillado el toro en un primer verano, en el que, como Sergio, no ha recibido la ayuda de nadie en el club. Cuidado, porque esto no es broma. La Real sin Oyarzabal es un equipo tan cojo como jugó ante el Girona Barrenetxea, su mejor futbolista. Los resultados de su 2025 están ahí y el peligro de descenso es real. Sálvese quién pueda. Una pena.
Sin sorpresas
Sergio apostó por el once esperado. Con Zubeldia y Barrenetxea. Una alineación de nivel. Con jugadores supuestamente de elite que o han triunfado o están llamados a lograr éxitos en su carrera. En el día que se jugaba el puesto, la realidad era la sensación de que con ese equipo no hacía falta mucho entrenador para marcar las diferencias ante la mayoría de rivales de la categoría. No todos, obvio, pero sí la gran parte de la tabla. Desde luego ante el penúltimo clasificado, por muy buenos jugadores que siga teniendo a pesar de su bajón y de sus lesionados. Por muy paradójico que resultara, el que se jugaba el puesto era el entrenador del que estaba a cuatro puntos en la tabla y del que se encontraba fuera del descenso. Curioso sobre todo porque el fútbol es igual para todos…
El comienzo del encuentro trajo una noticia buena y una mala. La mala fue que Barrenetxea estaba completamente cojo. Pero llamaba la atención, algo poco habitual de ver. Y la buena es que la Real salió más motivada y enchufada que nunca esta temporada. Con un tridente ofensivo mermado, pero endiablado.
A los dos minutos, una eléctrica acción coral de los blanquiazules acabó con un centro de Barrenetxea que Kubo remató alto en boca de gol y con su pierna mala. Un balón de los que no se puede desaprovechar. Poco después, tras otra bonita acción combinativa, Brais probó a Gazzaniga.
Y a los once minutos, tras una buena recuperación del cojo, que tenía más peligro que ninguno por la incertidumbre de todas sus acciones, Brais habilitó a Kubo, que dejó en buena situación a Sergio, cuyo centro no remató nadie. Otra contra entre Guedes y Kubo acabó con un disparó del primero que detuvo el meta argentino.
En mitad del dominio abrumador local, Tsygankov encontró espacio para probar su buen disparo y Remiro salvó con una mano extraordinaria. La acción pareció equilibrar la contienda, pero la Real siempre fue mejor a pesar de jugar en muchas ocasiones con uno menos. Finalmente, en una acción casi aislada, Zubeldia encontró en largo a Guedes con un magnífico pase y el portugués, que es buenísimo definiendo, no perdonó pese a forzar mucho su acción.
El mejor del primer acto encontró la recompensa del gol, un botín tan merecido como valioso para un equipo que, desde luego hasta ese momento, ofreció la sensación de querer recuperarse y por ende de salvar la cabeza de su entrenador. Lo malo es que camino al vestuario Barrene era un cambio claro y Guedes tenía mala pinta tras recibir un golpe.
¿Quién ha sido el mejor realista?
Actitud derrotista
En la reanudación Karrikaburu entró por el donostiarra, que se quedó en los vestuarios con el sóleo cargado, y Roca por Vanat. Lo realmente increíble es que los realistas salieron con una actitud derrotista. Parecía que eran conscientes de lo que estaba por venir. Como es normal, Anoeta no entendía nada del cambio radical de una y otra parte. Fue la crónica de una muerte anunciada. Alguno decía que lo mejor que podía pasar era que empataran cuanto antes para intentar ganar, pero cada cambio menguaba y encogía más a la Real y estaba claro que si el Girona lograba igualar, lo más probable es que acabara llevándose los tres puntos. Y así fue. Tsygankov empató en el minuto 68 y el que esperara una reacción de los locales es que no conoce su situación y su momento actual. A siete del final, Álex Moreno se internó por la derecha y su centro lo definió con maestría, de nuevo, Tsygankov de tacón.
La Real sacó una bandera blanca que puso en evidencia su nivel y la obra de su técnico, que todo parece indicar que será destituido próximamente
Y se acabó lo que se daba. El último en salir que apague la luz. La Real se hunde y aquí no hay Dios que aguante este hundimiento al no encontrar ninguna justificación a lo que le está pasando a esta plantilla, ni dentro del vestuario ni en el campo. La crisis es total. Es el momento de reflexionar y de tomar decisiones. No se puede esperar más. El barco se hunde y aquí nadie es capaz de coger el timón desde que se ha lesionado el futbolista franquicia del club, como es Oyarzabal. Una pena que los futbolistas no estén a la altura del escudo y que el cargo le ha venido demasiado grande a un Sergio Francisco a quien han dejado más solo aún que a Imanol la temporada pasada. Que se dice pronto.
Con la moral de los más fieles no se juega. No hay derecho a que estén sufriendo y tragándose esto. Porque una cosa es un equipo que se ve que no puede y otra, muy distinta, que de repente pase de demostrar que es capaz de apuntar alto y tras el descanso se desvanezca como un castillo de naipes. El técnico paga la factura, pero aquí están salpicados todos. No se libra ninguno. Este es el precio a pagar cuando se han hecho rematadamente mal las cosas.
Que Dios nos coja confesados, porque ya podemos empezar a rezar para que no se produzca una tragedia de dimensiones estratosféricas de la que nadie es capaz de hablar de verdad y de llamarle por su nombre hasta ahora. Estamos hablando de bajar a Segunda. Sí, de descenso.