La Real fue una marioneta en el derbi y acabó vapuleada por un Athletic frenético, que le superó de cabo a rabo. Los rojiblancos pudieron ganar incluso por más goles, lo que demuestra la indigna exhibición de los donostiarras, que se presentaron en San Mamés pensando en el siguiente encuentro. Una circunstancia inaceptable e impropia de una plantilla plagada de canteranos que conocen muy bien, porque lo han mamado desde txikis, lo que significa para la afición visitar a su eterno rival. En Bilbao se puede perder, porque siempre es una plaza muy exigente y complicada, pero lo que no tiene perdón es que, tras ponerse 2-0 y a pesar de que los goles se habían retrasado muchísimo en función de su palpable inferioridad, una vez más bajaron los brazos y se dejaron llevar como si cada diana del Athletic no fuese un navajazo difícil de cicatrizar para su gente. Como la noche del Betis. Una Real sin orgullo, casta ni amor propio. El equipo de Imanol sí que ofreció la sensación de que no era un partido especial para sus jugadores, algo incomprensible cuando el derbi es de largo el choque que más le gusta ganar a su parroquia.

Fueron cuatro y pudieron ser más. Bastantes más. No en vano Remiro fue el único el txuri-urdin destacado, con varias paradas de mucho mérito, incluida una pena máxima. Mal el resto de los jugadores, que no estuvieron a la altura y que, por si fuera poco, encajaron en dos dianas, las dos primeras, a balón parado cuando todo el mundo conoce que es el mayor peligro del Athletic. Dos saques de esquina defendidos como los chavales en la playa de La Concha. Con todo lo que se había aguantado mientras se esperaba una mínima reacción de orgullo de los blanquiazules que no llegó jamás. Y fatal el entrenador que incluso empeoraron las prestaciones del bloque. Un sopapo terrible, el peor golpe posible psicológicamente antes del gran reto europeo y la recta final del curso.

Como se esperaba, Imanol introdujo cambios respecto al equipo que empató en Alemania. Finalmente, Isak se quedó en casa, ya que, por mucho derbi que fuese, parecía absurdo arriesgar y que no participara en el duelo de vuelta del jueves. Remiro fue el portero elegido, a pesar de que muchos vaticinaban que el técnico iba a preferir evitar el esperado episodio de tensión y presión en su regreso a San Mamés. En la zaga, Gorosabel y Aihen ocuparon las plazas de Zaldua y el lesionado Diego Rico, mientras los centrales que se mantuvieron fueron Zubeldia y Le Normand, por lo que Aritz Elustondo se sentó en el banco. Zubimendi, tras cumplir su sanción en Europa, fue pivote junto a Merino y Silva, que también volvía al equipo, en la medular. Portu, Sorloth y Oyarzabal repitieron como tridente ofensivo. En total, cinco cambios respecto al cuadro que pescó un gran resultado en tierras germanas.

Marcelino apostó por la alineación esperada, sin arriesgar en la sala de máquinas con Vencedor, por lo que actuaron Dani García y Vesga. Por cierto, espectacular la racha del técnico contra la Real, con 17 encuentros de Liga sin perder. Pero, claro, seguro que los cambiaría todos por la derrota en la final de Copa de Sevilla. Cosas del fútbol.

Por cierto, los prolegómenos confirmaron, una vez más, lo que ya sabíamos todos. Que la milonga de que es un partido más es una mentira ridícula, porque el ambiente fue imponente y espectacular. Y que como a cualquier zurigorri que cruza la A-8 en Anoeta, a Remiro le recibieron de uñas, le pitaron en cada intervención suya y le menospreciaron con los cánticos. Y que conste que no es una crítica a un público entregado y que llevó en volandas a su equipo, como es lo lógico en un duelo ante su gran rival, sino a lo que siempre nos quieren vender los voceros de su entorno más talibán cuando no se ajusta a la realidad.

Sufrimiento txuri-urdin

La primera parte fue un nuevo ejercicio de resiliencia txuri-urdin con una evidente diferencia respecto al partido de Alemania y es que esta vez no estaba programado. La Real lo pasó fatal en los primeros 45 minutos, en los que no logró superar la presión del Athletic y le costó horrores cruzar el centro del campo con el balón conducido. Los rojiblancos no saltaban al inicio de la jugada, pero sí lo hacían sus delanteros cuando los realistas trataban de atraer para encontrar más espacios.

Fue una primera mitad en la que los locales fueron superiores, aunque tampoco dispusieran de excesivas ocasiones, entre otras cosas gracias a la imperial actuación de Le Normand. El galo se hartó a cortar balones, tanto por arriba como por abajo, confirmando por enésima vez que es el auténtico líder de la retaguardia realista.

Sin embargo, los tres centrocampistas estuvieron desaparecidos y cuando intervenían lo hicieron sin espacios ni tiempo para pensar y sin la suficiente claridad para hilvanar combinaciones de más de dos o tres pases.

Pese a todo, la primera ocasión la tuvo Mikel Merino en un chut a botepronto que se le escapó alto. Incluso, poco después, Sorloth proyectó a Portu y su centro no encontró a Oyarzabal. Pero las oportunidades realistas no reflejaban la inquietante realidad de un equipo muy nervioso y agobiado. Dani García fue el primero que puso a prueba a Remiro.

A la media hora, Iñaki Williams buscó la meta desde la esquina del área y su disparo golpeó en la mano de David Silva, que justo se encontraba dentro del área por centímetros. A día de hoy, como reconocimos la semana pasada ante el Granada, penalti. Se podrá discutir la norma, aunque no su aplicación por mucho que el canario entrara en cólera.

Munian ante Remiro, la venganza estaba servida. En el recuerdo, la falta que se zampó el pamplonés en el último minuto en Anoeta. Con todo el estadio preparado para celebrar con regocijo la ejecución, el de Cascante se vino arriba y se estiró para firmar una parada enorme. Segundos después, Silva perdió otro balón y Remiro sacó otra mano imponente majestuosa. En la última acción antes del descanso, Gorosabel sirvió un centro muy bueno, pero Oyarzabal no pudo dirigir su forzado cabezazo.

Humillación

En la reanudación, Raúl García que estuvo jugando con fuego todo el partido, pudo ver la segunda amarilla en una falta sin balón de por medio a Mikel Merino. A los tres minutos, el Athletic volvió a inclinar el campo hacia la meta de Remiro. Berenguer cabeceó alto casi en el área pequeña; Iñaki Williams se encontró a Remiro en una media vuelta también desde muy cerca; Raúl García chutó lamiendo el palo; y el asedio acabó como tenía que hacerlo. No solo en gol, sino en tragedia. Oyarzabal se tragó un saque de esquina de Berenguer y Vivian cabeceó desde cerca a la red. Cuatro minutos después, Sancet remató de volea sin oposición en las narices de Sorloth y Zubimendi otro córner de Muniain.

A partir de ahí la humillación fue escalofriante. Con una Real rendida, cabizbaja y sin personalidad para tratar de evitar un mayor escarnio. Naïs, que entró con fuerza, fue el único que le puso algo de salsa a su ataque, pero las contras de los rojiblancos fueron letales. Iñaki Williams firmó el tercero tras una jugada de tiralíneas; y Munian, sin oposición, cerró una cuenta que incluso pudo ser más amplia en los últimos minutos mientras la grada se regodeaba con el sangrante "Beste bat".

Y se acabó. Una noche para olvidar. Es evidente que el derbi llegó en el peor momento de la temporada, con bajas muy importantes y en mitad de la eliminatoria ante el Leipzig, que visitará el jueves Anoeta, pero el disgusto que nos dieron ayer y lo mal que nos hicieron sentir no tiene ni la más mínima justificación.

En el fondo solo es un encuentro más, pero la Real fue una caricatura patética de equipo que hizo uno de los mayores ridículos que se recuerdan en la historia reciente del derbi vasco. Ante el conjunto alemán será otra historia. O eso esperamos, porque, después de lo acontecido ayer, la deuda de los realistas con su gente se ha acrecentado de forma notable. Y empezamos a estar con la mosca detrás de la oreja, por mucho que su trayectoria en los últimos años haya sido sobresaliente. Una noche negra que nos va a costar superar de una Real Sociedad penosa y lamentable.