Mikel Oyarzabal es como Batman. Siempre de guardia sobre las ciudades, preparado por si su equipo necesita que acuda a su rescate. La leyenda en carne y hueso txuri-urdin volvió a salvar a los suyos cuando peor lo estaban pasando, bloqueados y paralizados después de protagonizar los peores minutos de la temporada y ver cómo el Leganés les empataba el 0-2 con el que se habían retirado a los vestuarios en el descanso. El susto fue mayúsculo. Con una angustiosa sensación de crisis e incluso de sonrojante recaída en la competición cuando el trauma parecía superado y erradicado tras la irrupción de Imanol. Con todo el realismo acongojado y encogido como hacía mucho tiempo, emergió Oyarzabal para solucionar la papeleta al provocar un penalti y transformarlo. Este superhéroe no entiende de humillaciones históricas. No sabe o no recuerda que su club sufrió una bochornosa mancha negra con más de dos décadas sin eliminar a un Primera en la Copa. Es cierto que estuvo en los trece últimos minutos contra el Lleida cuando Eusebio le sacó para solucionar un desaguisado ya sin remedio, pero desde que es el líder, la bandera, el alma y el máximo estandarte de la Real se acabaron las tragedias evitables antes de tiempo. Su fábula txuri-urdin casi no tiene parangón y perdurará por el resto de su vida. No la suya, sino la del club de su corazón, porque tras marcar el gol en la final adquirió la condición de inmortal. Y otra de sus grandes cualidades es su insaciable apetito, no parará hasta celebrar más títulos con su gente. Qué futbolista...

Imanol suele decir para defender a su equipo durante el bache que "somos la Real y que no podemos pretender ganar todos los partidos". Y no le falta razón. En realidad es un análisis basado en la aplastante lógica que dictamina que el potencial de su plantilla y sus posibilidades son menores. Sin embargo el argumento no vale para el encuentro ante el Leganés, que tenía que ganar sí o sí. Es cierto que todos sufren, que nadie vence fácil, y lo aceptamos, pero el momento en el que más se ha notado que la Real está muy mal y que se encuentra en un inquietante bache fue en la segunda parte, cuando de repente perdió el rumbo sin que su entrenador ni la mayoría de sus jugadores, algunos de renombre, fuesen capaces de hacerles el boca a boca para revivirle.

Lo cierto es que la situación no es normal por el covid, que provoca que no sepamos el estado real de los jugadores. En este aspecto contribuye el secretismo del club, que hace que se convierta en una quimera conocer la situación del plantel. La espera de ayer se hizo larga. Sin lista de convocados y ninguna filtración de los nuevos afectados, la tensión fue aumentando hasta cerca de 45 minutos antes de que echara la pelota a rodar, más tarde de lo habitual, cuando la Real por fin publicó su once. Y las noticias fueron bastante buenas. Imanol pudo apostar por un once muy reconocible y de suficiente nivel como para no sufrir demasiado ante los suplentes del Leganés. Es decir, las bajas no podían suponer ninguna excusa a la que agarrarse en caso de la tragedia que luego se rozó, sobre todo si se tenía en cuenta el tridente ofensivo de quilates, con Oyarzabal, Januzaj e Isak. Las novedades, aparte del regreso del 10, con todo lo que ello implica, fueron las entradas de Ryan en la portería y la de los canteranos Pacheco y Olasagasti. Los supuestos nuevos afectados por la pandemia son Guridi, Turrientes y Sorloth.

Enfrente, un Leganés que demostró con creces que priorizaba la Liga al repetir en su once solo dos jugadores de los teóricos titulares que habían perdido el domingo en Valladolid. Lo normal y esperado en un, en principio, aspirante a regresar a Primera que se ha metido en un buen lío tras su mal inicio de campeonato que le costó la destitución a Asier Garitano. Actualmente sigue sintiendo el calor del infierno del descenso al ser el decimoséptimo en la clasificación. Nafti tampoco quiso ahondar demasiado en la maldición de los ex y solo recurrió de inicio a Jon Bautista.

La primera parte se jugó a un ritmo frenético. La Real no abusó de las posesiones largas para evitar las pérdidas en zonas peligrosas y el Leganés quería acabar tan rápido sus ataques, la mayoría de ellos en contragolpe, que cuando centraban al área no tenían ningún efectivo para rematar. Tras un primer susto en un disparo de Randjelovic que se marchó fuera, los de Imanol se pusieron por delante en una jugada de tres toques. Ryan despejó con los puños una falta frontal de los locales, Januzaj se fue escorando hacia la cal antes de dibujar una parábola mágica con su pierna mala, la derecha, con la que proyectó la espectacular diagonal de Isak que definió con una sutil vaselina sobre Villar. Golazo. Fascinante la visión del belga y la calidad con la que anotó el sueco. Nadie duda de su nivel superior, el problema es que está entrando en una tendencia nociva, que consiste en anotar las ocasiones difíciles y fallar las fáciles. Y es un terreno pantanoso, porque muchas veces lo que debe hacer un 9 es no perdonar, al ser acciones claves que pueden cambiar los signos del encuentro y, sobre todo, sentenciarlos. Solo dos minutos después, la conexión Januzaj-Isak volvió a funcionar, pero al punta se le hizo de noche sin saber muy bien lo que pensaba hacer, por lo que Villar le arrebató el esférico cuando intentaba regatearle ya a la desesperada y sin espacio.

Cada vez que la Real se acercaba al área pepinera generaba peligro. Januzaj en dos ocasiones, Oyarzabal tras dejar atrás al portero pero quedarse sin hueco, e Isak de nuevo, en un uno contra uno fallido, rozaron una segunda diana que sí logró el capitán cerca del entreacto. El tanto llevó implícita la definición de la clase de jugador que es. Presión con robo a Eraso, inteligente desmarque en vertical, control y definición. Sin florituras, fútbol en estado puro. Mención especial para la asistencia de Olasagasti, que es un valiente, se atreve con todo y abarca mucho campo.

En condiciones normales, este tanto psicológico hubiese supuesto el punto final a la eliminatoria. Pero esta Real no se encuentra bien. Sus violinistas no están finos y cuando se marcha Januzaj se convierte en un conjunto plano y vulgar. Aburre, que es lo peor que se puede decir de un equipo tan creativo y de tanto talento. En este partido, además, añadió otro estado de ánimo más: desespera. El Leganés, que ya había amagado antes del descanso en alguna ocasión, fue ganando con los cambios y comenzó a darse cuenta de que podía hacerle daño a su prestigioso visitante. A los 59 minutos, Rico perdió la posición, una vez más, y el centro de Randjelovic lo cabeceó a la red Muñoz. Tras un amago de reacción con un cabezazo final fuera de Pacheco tras jugada de Isak, la Real se vino abajo y el Leganés empató en su tercera ocasión en cinco minutos gracias a un disparo seco también de Muñoz. Fue el momento en el que Oyarzabal decidió que hasta aquí había llegado la broma y provocó el penalti. Mejor no hablar de Mateu, porque parece haber perdido la cabeza, pero es que estuvo a punto de no señalar dos penas máximas clarísimas en la misma jugada a la Real. La primera por mano flagrante de Rubio y la segunda por un pisotón al eibartarra. Pardo pudo empatar con la zurda y, en un descuento surrealista, con dos pérdidas de balón imperdonables de Silva y de Rico, los madrileños casi igualan por mediación de Sabin, que obligó a intervenir a un buen Ryan. Horrible el lateral que a día de hoy no tiene nivel para ser titular en este equipo, pero tan responsable como él en la pesadilla de Butarque fue Isak por perdonar esos dos goles.

La Real está en octavos, aunque sus sensaciones no son buenas. Entramos en el mes clave, con las tres competiciones en plena ebullición, y, como no recupere pronto su fiabilidad grupal y a sus mejores soldados, la cosa no pinta nada bien. Al menos, puede vivir un poco más tranquila, porque siempre le quedará Oyarzabal de guardia...