'Made in Gipuzkoa, una forma de ser y de hacer' vio la luz ayer por la tarde. Se trata de un libro que desvela el secreto del éxito de la cantera de la Real Sociedad. Un manual imprescindible para cualquier realista que se precie en el que también se da a conocer el origen de este modelo de formación integral que defiende la entidad blanquiazul. Todo comenzó el 1 de enero de 1952. La Real estaba presidida por aquel entonces por Felipe Artetxe y su secretario técnico era, como no, Benito Díaz, uno de los ideólogos de todo lo relacionado con la cantera y la metodología de la Real Sociedad.

En esa temporada, la 51/52, la Real decidió que era el momento de contar con un conjunto de chavales a los que además de preparar para poder llegar a jugar en el primer equipo, había que educarles en algo más que en aspectos relacionados con el fútbol. Nació entonces el Juvenil blanquiazul. El primer partido de los dirigidos por Manolo Bermejo llegó ese 1 de enero de 1952 y se disputó en Atotxa frente al C.D. Txistu. La Real formó con Mendivil, Hosteins, Trecet, Bastida, Sistiaga, Arcocha, Ubillos, Guillenea, Dionisio Benito, Del Miguel y Esnaola. El conjunto blanquiazul venció por 2-1 con goles de Dionisio Benito y Esnaola. Por el rival jugaron Galdós, Galindo, Ibáñez, Tellería, Ibarra, Sistiaga, Imaz, Irizar, Viana, José Ramón Benito y Gastesi.

La anécdota del partido llegó a la finalización del mismo, en el vestuario blanquiazul donde los jugadores recibieron la visita del padre San Román, que anunció a los futbolistas que había recibido el encargo del presidente de procurar formar en los muchachos un espíritu que completase su preparación para el futuro: "Mientras vuestros entrenadores cuidarán de daros la preparacón física que necesitáis para hacer de vosotros jugadores brillantes y de clase, jugadores que den prestigio al club, quiere la Real Sociedad que en su equipo juvenil vayan forjándose auténticos hombres. Muchachos que sepan ostentar con dignidad su condición de realistas y que, si llegan a situarse en el deporte, lo hagan con el sello inconfundible de una educación espiritual firme".

Cin frases sencillas, el padre San Román prometió a los jugadores cuidar de ellos en su formación espiritual, sumándose así a la otra formación, a la del jugador que un día puede llegar a ser profesional del fútbol.

Ese primer equipo de juveniles tuvo una gran relevancia ya que, ese mismo año, jugó la final de la Copa del Rey ante el Atlético de Madrid, perdiendo por 4-2, derrota de la que se desquitó tres años más tarde, cuando se proclamó campeón de Copa derrotando al Sevilla por 2-0