Fueron trece minutos de mucha tensión. Una película de suspense que no aseguraba un final feliz dado el partido gris que estaba protagonizando la Real. Los donostiarras eran superiores, habían generado ocasiones, pero no acertaban. Incluso por momentos Osasuna, que tuvo un comportamiento irreprochable con la competición, como debe ser, parecía darle la vuelta a la tortilla al asomarse con peligro por los aledaños de Remiro. Al mago Silva ya se le había acabado la gasolina y la situación exigía la aparición de otro especialista. Un futbolista de esos a los que no les tiembla el pulso cuando florecen la tensión y los nervios. El propio Imanol reconoció al final del partido que había visto mucha precipitación en algunos de sus pupilos. Hasta el más agorero y el aficionado que más le odia, porque su forma de ser y su extraordinaria calidad generan filias y fobias, buscaba en la banda para ver si estaba Januzaj. Y el desatascador se superó a sí mismo. Si el año pasado tardó nueve minutos en marcar el gol del empate en el Wanda que dio el pase a Europa, en esta ocasión, le bastaron cuatro.

Como le comentaba a Remiro en sus primeros partidos en los que le veía nervioso, saltó al campo con un claro mensaje: “Dadme el balón a mí, amigos, que no me quema”. Porque está hecho de otra pasta. En su primera genialidad provocó una falta, como aquella tarde en Madrid, aunque en la otra banda. Consciente de que se acababa el tiempo, el bruselino puso un centro espectacular, una carta certificada al gol, que solo tuvo que empujar el 9 del equipo, el gran Isak. Con el tanto, el sueco, que pudo hacer tres más, superó su registro anotador del año pasado. Porque es un futbolista que vence todos los obstáculos que encuentra a su paso.

Quintos, por encima de la sexta plaza de la Liga anterior, y una Copa para siempre. Campeones del campeonato de los equipos terrenales, porque todavía la zona Champions queda un poco lejos. Una temporada para enmarcar que será difícil de superar. Pero lo bueno de este proyecto, de sus gestores y su plantilla, es que pocos dudan de que el curso que viene la Real va a tener todavía más nivel que en esta. Porque no hay nada que nos diga lo contrario, con el Sanse repleto de futbolistas preparados para dar el salto y fichadores con buen ojo. Una petición en la hoja de reclamaciones, si es posible, por nuestra salud, el próximo curso no esperen casi hasta la hora Zamora para sellar el objetivo. O, mejor dicho, a partir de ahora ya se puede considerar el momento Januzaj. ¿De verdad que no van a renovarle mañana mismo? ¿O no lo han hecho ya esta noche? Este tipo de futbolistas no abundan y son un rara avis en los tiempos que corren. Hay que cuidar, proteger, exigirle y explotar al máximo un talento innato así de descomunal.

Sin sorpresas

Imanol apostó por el once esperado. Tampoco tenía mucho más, sobre todo en el entramado defensivo. Las lesiones y la fatiga hicieron que el técnico alineara a su defensa de gala de la temporada, con Gorosabel y Monreal en los laterales y Aritz y Le Normand en el eje. Zubimendi y Guevara, que ya completaron casi todo el encuentro del Valladolid, acompañaron a Silva y arriba el tridente preferido de Imanol con Portu, Isak y Oyarzabal. Quizá la suplencia más discutida fuera la de Januzaj, en previsión de un encuentro más cerrado, pero los números del murciano respaldaban su candidatura, además de que el pasado domingo el titular fue él.

Jagoba Arrasate, a quien iban a mirar con lupa hiciese lo que hiciese, abogó por la típica alineación de última jornada de temporada cuando no te juegas nada. Con seis canteranos, los mismos que los blanquiazules en cuyas filas estaban los navarros Remiro y Monreal, con muchos cambios, como ha venido haciendo en los anteriores encuentros, y con algunos jugadores sin excesivos minutos esta temporada. Su decisión más polémica, que dejó a su lado en el banco a Budimir, el rojillo del momento con cuatro dianas en los tres partidos previos al de ayer.

Lo primero que sorprendió fue lo lento que estaba el campo, el balón apenas rodaba, algo que, como es lógico, perjudicaba al que trataba de dominar la posesión. En este caso, claramente, a la Real. Los blanquiazules no tardaron en demostrar que llegaban justos y que no estaban demasiado inspirados. Al menos, antes del descanso. Esta vez Arrasate decidió no presionar en campo rival y esperar retrasado, en un evidente 4-5-1 con las líneas muy cercanas. Esto incomodaba mucho a los realistas, que trataban de tocar mucho hacia atrás para intentar atraer a los rojillos, que picaban muy pocas veces.

En la primera media hora, el dominio fue txuri-urdin, aunque los de Imanol solo encontraban algo de lucidez cuando entraba en juego Silva y a pesar de que tenía una telaraña de piernas osasunistas tejida a su alrededor cada vez que intervenía. A los nueve minutos, Guevara dio un gran pase en largo a Isak, que superó a David García para plantarse solo, aunque, en lugar de rematar, decidió asistir a Portu, que le había dado un grito como si llegase completamente solo cuando entre medias se encontraba Nacho Vidal, que se hizo un lío en su despeje y el balón acabó rebotando en su brazo estirado y en posición antinatural. Es lo que sucedió, como un día es penalti y otro no, pues poco más que decir. Por cosas mucho más leves se han pitado penaltis, sin duda. Poco después un centro del murciano lo desaprovechó Guevara en un remate tan exigente como fallido.

Las continuas imprecisiones de los blanquiazules fueron limando su superioridad y Osasuna consiguió nivelar la contienda. Incluso Kike Barja dio un buen susto a Remiro con un disparo a botepronto que rozó la escuadra. Al entreacto, 0-0 entre bostezos y transistores para seguir los resultados en otros campos.

En la reanudación, tras otro obús navarro de Roberto Torres que no encontró portería, Oyarzabal, que llevaba una mala tarde, desperdició dos grandes oportunidades en un chut cruzado y un doble disparo asistido en ambas ocasiones por Guevara. Salvo la lógica inquietud que generaba alguna contra local, la Real comenzó a hacer sangre con mayor facilidad y continuidad en la poblada zaga rival, que por momentos defendía con los once encerrados al borde de su área. Isak también desperdició otro chut cruzado tras un pase sublime de Silva y, poco después, el sueco le devolvió la gentileza, pero el canario, solo en una posición frontal inmejorable, disparó por encima del larguero.

La noticia del 2-3 del Betis en Vigo sentó mal a una Real que pareció por momentos aturdida y sin soluciones. La entrada de Carlos agitó un poco al equipo e incluso dispuso de un cabezazo en plancha que se le escapó tras un centro de Zubimendi. Todos buscábamos a Januzaj por la banda, porque los realistas necesitaban un cerrajero para abrir la defensa de Osasuna. Y ahí llegó, como si estuviera jugando con sus amigos en las calles de Bruselas. Pidió el balón, en la primera ya se percibió algo distinto; y en la segunda, pegado a la otra banda, la izquierda, provocó una falta peligrosa. Su rosca con música era una carta al gol que anotó el salvador Isak, un delantero excepcional que hay que retener como sea. Poco después el Madrid remontó al Villarreal... ¿No podían haberlo hecho antes?

La Real suma la virtual Liga de los terrenales al título de Copa. Un temporadón inolvidable. Un proyecto que solo crece, que nos hace soñar y hasta por momentos levitar por el cielo. Un equipo ganador. El último ingrediente que le faltaba por incorporar para aspirar a un futuro glorioso. Sí, como dijeron muchos de sus protagonistas, la final de Copa era el inicio de algo grande. Otra vez en Europa van a ver a la Real. Eskerrik asko, equipo. Inolvidable.