orrían los primeros días de abril de 1988. Viajé a Alemania para transmitir un partido de Copa de Europa entre el Tusem Essen y el Bidasoa. Los amarillos perdieron (22-7) y aprendimos todos que las competiciones continentales son más que exigentes y que los equipos con tablas saben latín, árabe y arameo. Muchos más idiomas que tú. En la mañana del día del encuentro salimos a conocer la ciudad de Dortmund, muy cercana. Nos llevaron a un parque monumental. Por un ascensor sin vistas llegamos a lo alto de la torre de televisión. Un mirador imponente del entorno y a la vista, muy cercano, casi al alcance de la mano un campo de fútbol, tintado de negros y amarillos. El estadio del Borussia, el antiguo Westfalenstadion. Lo quise conocer. Algo que trato de hacer en las ciudades que visito.

Detrás de una portería, filas y filas de una grada vacía que en los días de fútbol se llenaba hasta las cartolas. Nunca he visto banderas más grandes que allí. Las ondean los aficionados de modo que impresiona. El tiempo y los compromisos de Alemania con la Eurocopa o el Mundial obligaron a una remodelación del recinto que hoy sigue en el mismo sitio pero con distinto nombre. El Sevilla jugó el martes en el Signal Iduna Park.

Ese equipo lleva algo por dentro. Contagia. Desde aquel primer encuentro simpaticé con un equipo. Item más, cuando Jurgen Klopp fue elegido entrenador le otorgó un sello personal. Disfrutaba viéndoles jugar cada fin de semana. En aquel tiempo militaban futbolistas como Marco Reus (aún sigue en la plantilla), Götze o Lewandowski. Llegaron a una final de la Champions contra el Bayern y seguro que merecieron mejor premio que el subcampeonato.

Hoy, sigo a pies juntillas sus andanzas porque cuentan con un delantero centro al que le hago la ola cada vez que le veo. Le pueden llamar búfalo, extraterrestre, manada de bisontes, vikingo de la familia más combativa, armario de tres cuerpos o lo que os apetezca. En la mitología nórdica aparecen dioses de distinto signo y temperamento. Seguro que en sus venas corre sangre de Thor, Odin, Váli o Ull, deidades llenas de virtudes y valor que les otorgaban el poder. Erling Haaland es la nueva referencia celestial. ¡Jolín, qué pedazo de delantero! ¡Jolín, Haaland! Si fuera guipuzcoano, Altzo sería su población natal. Es un enorme gigante que no se achica, ni arredra ante nada.

No entiendo de fútbol. Ayer le eché en falta en nuestro partido. Necesitábamos uno de esos, aunque solo fuera para las disputas. Solo decido por las impresiones que transmiten los jugadores, la capacidad de cautivar y el modo en el que resuelven las jugadas. Rendimiento, sí, pero también más cosas. No sé dónde acabará, ni cuánto pagarán por él. Es apasionante. ¿Os imagináis un tándem txuriurdin y noruego con Odegaard y este chico? Y con los jugadores actuales que componen nuestro elenco. Se nos caía el marcador cada vez que se acercara al área y la feligresía sentiría fogonazos de pasión. Nos pasó con muchos otros en el pasado. Satrustegi, Loinaz, Kodro, Kovacevic, Agirretxe€ las pisadas eran zancadas, los tacos de las botas se afilaban como garras de felino y se olía el gol desde la distancia.

Haaland es una especie de oasis en el desierto. ¿Qué tipo de delantero os gusta? Este, con perfil de armatoste. O, uno de los pequeñitos, ratoneros, zaragateros, que se cuelan en el área como el agua entre los dedos. A esta hora, las flechas de nuestro carcaj son diferentes. Isak, Bautista, Portu, Barrenetxea o Carlos Fernández, ausente en Granada, son hoy nuestros finisseurs, nos encomendamos a ellos y a quienes les regalan caramelos en forma de pase, o ellos mismos se convierten en la solución a los problemas. Januzaj, Oyarzabal, Merino, Silva, Roberto López€

¿Con Haaland hubiéramos ganado? No es posible adivinarlo, pero en Los Cármenes nos sacaron a boinazos. Entramos siempre en esa dinámica de la tolerancia arbitral. Parece increíble que, a la vista de las acciones del juego, la Real se fuera con una tarjeta amarilla más que su oponente. El Granada se encontró con un gol y lo defendió como equipo. Ni un respiro, ni tregua, ni descanso. Paso al frente con todas las consecuencias. Contactos, disputas y todo lo necesario para impedir que la Real jugase al fútbol, que encontrase la fluidez habitual y que leyera el partido con una calma que parece a día de hoy imposible. Hasta el reloj de la catedral está pensando en la final copera. Le da un tarantantán a Silva y nos preocupamos por si llegará a La Cartuja. Los puntos de la liga son tan o más importantes que el encuentro a la orillita del Guadalquivir. Este tiempo de espera se convierte en horroroso y no se soporta. Entre los miedos y la ansiedad, entre la ilusión y la cautela, este equipo navega sobre las aguas sombrías de la duda. Pisad con garbo, como en ElRelicario. Por eso soy ferviente admirador de Haaland, porque no se achica, ni le achican. Siembra el temor allá por donde pasa. No sé si es bueno o no, pero me hace tilín, jolín.