La Real sufrió una de sus peores tardes de la temporada en Granada. El equipo txuri-urdin perdió en un partido sin apenas oportunidades y en el que recibió un tanto en una carambola de mala suerte nada más iniciarse la segunda parte. Pero que quede muy claro que no estuvo a la altura. Y la cuestión no es baladí, porque el encuentro que le planteó el Granada ayer es una réplica de lo que se va encontrar dentro de tres semanas en Sevilla en la madre de todas las batallas. En un ensayo general, los blanquiazules suspendieron con creces y nos dejaron un sabor amargo, como de clara desconfianza.

Lo peor de ayer no fue la derrota, que puede pasar porque la Real estaría luchando por el título si no dejara de sumar, sino la certeza de que es un conjunto al que a veces le cuesta encontrar soluciones ante un adversario que plantea un encuentro con la intención de anularle. La Real es de los equipos que se siente cómodo cuando suceden muchas cosas en los encuentros, mientras que los andaluces son precisamente todo lo contrario. Prefieren una batalla cuerpo a cuerpo, al límite del reglamento, para intentar aprovechar una ocasión y aguantar como sea el resultado. La jugada les salió redonda ayer, ante un visitante que, cuando no se ve tan guapo y espléndido en el espejo, se convierte en vulnerable y previsible.

Todo suma. Imanol quiso huir en la previa de la sombra de la final que aparece a la vuelta de la esquina, pero a falta de 20 días todo cuenta. Y lo saben de sobra. Por eso Monreal se quedó en Donostia sin sufrir una lesión importante. Y por eso Silva fue sustituido nada más recibir una fea patada por detrás de Eteki, que venía justo de darle con contundencia a Illarra arriba y abajo en la misma acción. No puede ser. Es justo destacar que el colegiado no tuvo ninguna incidencia en el marcador. Es decir, si la Real cayó ayer fue por la pobre actuación de casi todos sus jugadores, que no estuvieron a la altura de lo que venía siendo su rendimiento grupal en la Liga, donde llevaba siete jornadas sin morder el polvo. Pero resulta inaceptable que el colectivo arbitral acepte la reiteración de faltas como estrategia. Es decir, que en cuanto pierdan un balón o superen su presión adelantada el plan sea derribar a un contrario para parar y volver a colocarse para defender con mayor comodidad. Lo preocupante es que esto no es no es nuevo. Con matices, Atlético, Getafe, Athletic, Granada... Solo hay una condición para que funcione el plan. La connivencia de un trencilla que lo permita y lo consienta.

Todos sabemos que González Fuertes es el peor árbitro de Primera con diferencia y que, como sucedió con otro incompetente supino como Álvarez Izquierdo, nadie llega a asimilar cómo es posible que haya llegado a la elite. Lo mejor de todo es que suele tener buenas notas de los revisores arbitrales que les evalúan para el comité, lo que determina sus ascensos. Lo de ayer simplemente clama al cielo. No mostró ninguna amarilla hasta el minuto 81 cuando los andaluces no pararon de hacer faltas, algunas de ellas denunciables, como la que dejó KO a Silva, la estrella de la Real. Está muy bien que los grandes medios de este país soliciten protección para las estrellas de sus equipos, pero ¿qué pasa con los buenos de los clubes terrenales? ¿La Real se queda sin su figura a la media hora de partido por una entrada sin castigo y qué? ¿Hay que aceptarlo como algo normal? Vergonzoso (si no protestan desde el inicio, en Sevilla les espera la misma historia).

Pero, bueno, la Real no perdió ayer por la ineptitud del asturiano. Lo hizo porque no fue capaz de encontrar respuestas a los obstáculos que se encontró en un campo de minas como el que le preparó un Granada que venía de un esfuerzo máximo en la Europa League. Una pena porque la oportunidad la pintaban calva y porque la semana que viene se presenta en Donostia un Barcelona que se juega el título de Liga, con la dificultad que ello conlleva.

Algo olía raro desde el minuto uno cuando Duarte ganó la partida a Zubeldia en un saque de esquina, pero su cabezazo se marchó rozando el palo. En el ambiente, ese regusto amargo de las tardes históricas en tierras andaluzas en las que la Real se estrellaba una y otra vez a pesar de presentarse como clara favorita al envite. El Granada presionaba fuerte y agresivo en posiciones muy adelantadas y, lo que es peor, cerraba muy bien las líneas de pase interiores a Merino y Silva. Los realistas trataban de hilvanar su juego, pero se mostraron muy imprecisos, precipitados y poco inspirados. El único que mantuvo la vela izada fue un Oyarzabal combativo y motivado, que no dudó en aparecer en todo el frente de ataque. Las dos únicas opciones de los realistas antes del descanso llegaron en sendos remates del eibartarra. El primero lo detuvo con apuros Rui Costa y el segundo se marchó rozando el palo. Ambos desde fuera del área. Pena que Januzaj no controlara un gran servicio de Isak tras una buena maniobra. Kenedy, tras una mal repliegue de Gorosabel, sirvió un balón para que Quini disparara alto.

En la reanudación el guion siguió siendo el mismo. A los seis minutos, y, como se podía adivinar, el Granada anotó en una acción que partió de un saque de esquina. El rechace lo encañonó de forma defectuosa Víctor Díaz, con tan mala suerte que la pelota se estrelló en Germán, lo que confundió a Remiro sin que llegara a salvar el gol. Imanol movió ficha y dio entrada a Bautista en lugar de Carlos Fernández, algo realmente sorprendente y que deja en el aire la lógica pregunta de que, para esto, ¿no era mejor quedarse como estábamos con Willian (si tenemos en cuenta que el sevillano llegaba tocado muscularmente, como reincidió ayer)? A partir de ese momento, se inició un asedio sin excesiva mordiente de los donostiarras. Bautista cabeceó fuera una falta, Zubeldia no logró enchufar un rechace y a Oyarzabal se le fue alto un libre directo. Kenedy dispuso de la única opción granadina para sentenciar, pero se topó con Remiro, y Oyarzabal no llegó al centro de Barrenetxea en la última. En los quince minutos finales apenas se jugó y los realistas no pudieron pecar más de pardillos.

Derrota sin paliativos. De las que te ponen de mal humor por la impotencia acumulada durante 90 minutos para olvidar. Y no es un mes cualquiera. No es momento para dudas y para decepciones. Algunos pensarán que el aviso ha llegado a tiempo. Otros, los más realistas, que en un ensayo general para el 3 de abril, los blanquiazules suspendieron con justicia. Siguen a tiempo de demostrar que se encuentran realmente preparados. Pero qué mala tarde...