DONOSTIA. Unas estadísticas abrumadoras, más propias de un amistoso de verano entre dos equipos con dos escalones de distancia en categorías. Un partido sentenciado a la media hora. Un portero como mero espectador de 90 minutos tediosos que en el descuento tiene su momento de gloria al detener una pena máxima pitada por un árbitro que decidió apiadarse del más débil. Un futbolista con un dorsal en la camiseta y otro distinto en el pantalón. Un rival que prefiere cometer alineación indebida a conciencia durante toda la segunda mitad que intentar rascar un punto porque simplemente lo ve imposible (si de verdad conocía el reglamento). Ya con el partido decidido y sin que apenas pisen tu campo, el único central intocable del equipo se expulsa en una acción tan difícil de entender como de creer. Un máximo goleador de la Liga, infalible lanzador de penaltis, que decide dejarle ejecutar un segundo a un delantero falto de confianza y que reincide en el error... Demasiadas circunstancias extrañas para un solo duelo de fútbol. El líder no disfrutó de un auténtico simulacro, en el que se fue contagiando de las excesivas cuestiones extradeportivas para firmar la que fue una de sus peores actuaciones de la temporada. No se puede poner ningún pero a la victoria, porque solo hubo un color a lo largo del encuentro, aunque los últimos minutos acabaron siendo un auténtico desastre. Este equipo todavía comete unos errores de juventud que puede pagar caro. Con el choque sentenciado, sin que el Granada se acercara a los aledaños de la portería de la Real, Aihen falló un pase y Le Normand, que tiene una especial habilidad para meterse en líos de este tipo, agarró a Luis Suárez (a veces es complicado que no le salga de forma innata) cuando encaraba solo a Remiro. Tarjeta roja y no jugará en Cádiz. Por si fuera poco, en la prolongación, Silva despejó al adelantarse con nitidez a Sergio Barcía, pero su pie acabó muy cerca de su cara. Como mucho juego peligroso, pero, como Del Cerro estaba en modo solidario, decidió señalar el penalti. Y lo que es más grave en una situación así, sacarle amarilla al canario. Que es la cuarta, porque tampoco le quitaron la de Vigo, que fue a todas luces injusta. En resumen, la Real sigue líder gracias a los goles de Monreal y Oyarzabal, de penalti, pero su triunfo nos dejó un cuerpo raro.No es serio el sainete que sucedió en las horas previas al encuentro, pero lo que hay que dejar muy claro es que la Real no tuvo ni la menor responsabilidad en lo sucedido. El conjunto realista ya tuvo que comenzar la campaña con una larga lista de bajas en Valladolid, varios de ellos por el COVID-19, y no se quejó por la sencilla razón de que en su día todos los clubes firmaron en la Liga un protocolo a seguir en caso de que estuvieran aquejados de un brote. No es cuestión de señalar al Granada su actuación a pesar de que se le ha abierto un expediente por incumplir las pautas acordadas. Simplemente porque en realidad le puede pasar a cualquiera y el que se sienta en un irreal fuera de peligro que tire la primera piedra. Conviene recordar que el Rostov, conjunto que dirige Karpin, cayó por 10-1 en Socchi en un partido de liga en junio. El exrealista tampoco pudo viajar para dirigirles al estar confinado y el único mensaje que lanzó fue un resignado "no nos queda otra que animar a nuestros niños. Veremos el partido por televisión". No hace falta irse tan lejos, el Nápoles abusó de un Génova acechado por los positivos al endosarle un 6-0 a finales de septiembre. Tarde o temprano iba a suceder en nuestro campeonato, donde se tomaron medidas precisamente para que no se repitiera un caso como el del Fuenlabrada en A Coruña. Al igual que quien vende su alma al diablo al firmar un millonario contrato televisivo luego no tiene potestad para quejarse de los horarios que ya le han dicho que le pueden poner. O que las reglas de las manos tras rebote que se conviertan en penaltis de broma. Lo que estará mal es la norma, no la aplicación. Lo mismo aconteció ayer en Anoeta. El Granada puede quejarse de las abrumadoras restricciones que le exige el protocolo, pero, insistimos, no de su aplicación.

Ahora bien, aunque no haya público, el fútbol sigue siendo un espectáculo destinado para la gente. Y resulta bastante incoherente que en una Liga que se jacta de ser la mejor del mundo se dispute un encuentro entre el líder y un adversario tan limitado por las ausencias. ¿Alguna solución distinta se podía haber buscado? Pues sí, quizá se debería haber encontrado. Eso es cierto y todos lo entendemos. Pero también parece bastante torpe en la situación en la que se encontraba, con sus dos entrenadores ya apartados, desplazar a Chipre a sus dos porteros del filial. Sin entrar a valorar que los jugadores que había anunciado que estaban lesionados o no se encontraban en condiciones de jugar entraron en el once (Kenedy, Molina y Soldado). Muy normal tampoco es. Lo que le ha pasado al Granada es una faena enorme, porque su filial también jugaba ayer a las 12.00 horas y salvó un punto contra el Córdoba. Pero quizá lo primero que debería haber hecho era mirarse al ombligo y hacer un ejercicio de autocrítica.

Dicho esto y en un dato a tener muy en cuenta, la Real comenzó el partido con cinco canteranos en su once y el Granada con uno menos. Porque, además de ser una filosofía de vida, tu vivero te permite tomarte este tipo de accidentes inesperados con mucha más naturalidad y tranquilidad. Y esto que les sirva de consejo. Y de lección.

Imanol introdujo cuatro novedades respecto al equipo que se impuso al AZ Alkmaar, lo que certificaba lo esperado, que no se fiaba ni un pelo del Granada. Remiro regresó a la portería; Zaldua se estrenó en Liga y provocó que Aritz recuperara su posición en el centro; Zubimendi volvió a tomar el timón; y Januzaj, tras su estéril show del jueves, dio descanso a Portu. La primera parte fue un monólogo txuri-urdin. Salvo un susto por una buena carrera de Machís, cuyo centro lo salvó Le Normand, el resto fue una incesante ofensiva de los locales, que dispusieron de unas diez ocasiones antes del entreacto. El verdadero héroe de los 45 primeros minutos fue el meta juvenil Ángel, que hizo media docena de buenas intervenciones. Hubo que esperar hasta el minuto 22, en una jugada de estrategia que ya hicieron ante el AZ, para que llegara el gol. Oyarzabal sacó el córner, Le Normand asistió con la testa a Monreal, que, esta vez sí, anotó con la zurda tras controlar la pelota. Solo tres minutos después llegó el primer penalti por una mano y a la vez golpe a Monreal. Pero para que se hagan una idea, entre los dos tantos el meta granadino realizó dos grandes paradas a disparos de Oyarzabal y de Januzaj. Desde los once metros no falló con su habitual maestría el capitán, que dejaba finiquitada la lucha por los puntos. Después de quitarse el peso de encima de la posibilidad de cosechar una sonada pifia, la Real se relajó. Perdió tensión. Y se notó. Se sentía tan superior que bajó mucho sus revoluciones. Por si fuera poco, en el descanso, Imanol comenzó su carrusel de cambios para proteger a un amonestado Merino y dar entrada a Guridi. El relevo se puede entender, pero el mensaje que dejó de forma inconsciente es que, en un duelo decidido a su favor, estabas comenzando a pensar en el siguiente. Pero, bueno, la estadística era abusiva; a los 30 minutos, cuando comenzó a apagarse el líder, la Real había ensayado once remates y el Granada ninguno.

En la reanudación se cumplió lo que se venía sospechando en el epílogo de la primera parte. La Real siguió dominando de forma territorial, pero sin ritmo, continuidad, ni gracia. Con muy poca inspiración y sin la intensidad necesarias para afrontar un duelo que quizá con público lo hubiese sabido llevar de otra manera. Su relajación se escenificó con el penalti cometido por Eteki sobre Guridi en una acción discutible. Es cierto que el azpetiarra llegó mucho antes al balón y recibió una patada del visitante, pero también lo es que lo hizo con un pie bastante elevado, por lo que se podía interpretar como juego peligroso. Oyarzabal, máximo goleador de la Liga, decidió dejarle lanzar a Willian. El mundo al revés. En situaciones así lo que se promueve es que el Pichichi incremente su cuenta. El brasileño lo lanzó fatal y se lo paró el juvenil Ángel. Tampoco ayudó mucho Imanol al colocar a banda cambiada a Portu y Merquelanz, cuando ninguno de los dos está acostumbrado a jugar en esa posición. Silva, en dos ocasiones, Monreal, de nuevo, Portu, Willian, de tacón y Guridi, desde lejos, fueron los que se acercaron al tercer tanto, antes de la patosa expulsión de Le Normand y del penalti que detuvo un aburrido Remiro, que lo celebró a lo grande.

En días así, en los que no vas a hacer amigos, siempre es importante no hacer enemigos. Y la Real estuvo a la altura. Se interesó en boca de Imanol por la salud del entrenador rival, al que deseó lo mejor y después simplemente cumplió con lo que tenía que hacer. Ni más ni menos. Como es un club señor, lo que se supone es que no denunciará la alineación indebida para obtener el pírrico beneficio de ganar por un gol más cuando te vigilan con lupa. Otro triunfo más y sólidos y convincentes líderes en el parón. Ahí sí que no hay peros que valgan...