perdón. Lo sentimos mucho, no volverá a suceder. Perdón por ganar. Por salir al Bernabéu a competir. No se preocupen, la Real lo suele hacer una vez cada quince años, por lo que probablemente en la siguiente ya no se acordarán del ridículo mayúsculo que hicieron después de aquella derrota el día de Reyes de 2019. Es una auténtica vergüenza. El Madrid, supuestamente el club más grande del mundo, se ha contagiado de la verbena mediática que le baila el agua. No se equivoquen, lo que han visto desde que terminó el partido no tiene nada que ver con periodismo. Se trata de una auténtica campaña orquestada por el ser supremo, ese que manda más que el presidente del Gobierno, para que lo sucedido no se vuelva a repetir. Es decir, que un árbitro sea valiente, demuestre personalidad y aplomo, consiga que no le afecte la presión de la grada y de lo que está por venir y, simplemente, salga al campo para intentar impartir justicia acreditando tener una vista de cirujano. Eso no les conviene. Ellos se inclinan por que el trencilla de turno barra para casa en las decisiones más controvertidas, como les ha sucedido con cosas como estas a lo largo de su gloriosa historia, que se empeñan en manchar con la duda y la sospecha. Prefieren que les eche el necesario cable en los peores momentos para evitar tropiezos inesperados como el del pasado domingo ante el que era decimoquinto clasificado del campeonato. No se confundan, la campaña la iniciaron en el mismo escenario del memorable 0-2, Florentino, con una surrealista llamada al presidente de la Federación al acabar el duelo y los lloriqueos de Butragueño, jugadores y técnicos.
Tienen mucho que tapar y su prensa afín, esa que le teme y nunca haría nada que pudiera molestar a Florentino, no ha tardado en poner el foco en lugar de en la sequía anotadora, la mala planificación y el horror táctico de su equipo, en una acción que, como demuestran las imágenes, es cuando menos dudosa e interpretativa porque confirman que Rulli toca balón y, lo que es más importante aún, desvía su trayectoria. Para mí no es penalti, pero no me resisto a recordarles a todos estos que llevan 72 horas mancillando el himno de su equipo (“cuando pierde da la mano sin envidias ni rencores”) que los que opinan que hay infracción por el contacto posterior con Vinicius seguro que son los mismos que pensaban que Keylor no hizo falta a Agirretxe después de su alocada salida en la que, tras tocar el balón, le destrozó la carrera. Son tantos y tantos los ejemplos que desmontan sus absurdas teorías que simplemente no merece mucho la pena perder el tiempo replicándoles. Sí que me parece más que denunciable la repentina aparición en escena con hambre de micrófono del miembro del comité arbitral López Nieto, quien, en lugar de defender a los valientes Munuera y Latre (juro no criticarles más? al menos hasta dentro de unos cuantos meses), les censura públicamente confirmando que él era uno de esos trencillas que siempre pitaba lo que al Bernabéu le gustaba. Escandaloso. Ya solo falta que, como pretendían, el plato fuerte de esta surrealista verbena con un metraje excesivo sea, como pretenden, la comparecencia en rueda de prensa de Velasco Carballo, presidente de los árbitros, para dar explicaciones por la no intervención del VAR, como ellos quieren, de una jugada concreta que, cómo no, perjudicó al todopoderoso y otrora respetable Real Madrid.
Lo decía Arconada cuando le arrebataron esa victoria que acabó dejándoles sin el primer título de Liga de la historia de la Real: “Da asco venir a jugar aquí”. Si quieren les explicamos el verdadero concepto de la palabra robo. Robo es que ese día de 1980, García Carrión se invente un penalti de Gajate en el último minuto por una supuesta mano indiscutiblemente involuntaria. Robo es que en 2015 González González te pite dos penas máximas que no eran y dejen de señalarte tres que sí eran (cuatro si contamos la de Agirretxe). Robo es que Japón Sevilla te deje con uno menos por soplarle Pikabea a Mijatovic y después señale, por si no le parecía suficiente, un penalti irrisorio en 1996. Robo es que en 1995 Marín López castigue un roce de Loren con Esnáider en el área y en el 90’ justo cuando la Real acaba de empatar un 2-0. Robo es quitar la ilusión de un niño en su primera visita a todo un Bernabeú (era yo) y que después de un partidazo realista, en el minuto 77, Pérez Sánchez indique la pena máxima en un piscinazo de Butragueño (quién le ha visto y quién le ve) ante Larrañaga. ¡Si hasta cuando el otro día me puse a ver el vídeo de cuando la Real ganó con gol de Imanol en 1994 una de las primeras imágenes es un patadón sin castigo a Kodro en el área (Andújar Oliver)!
Así una y otra vez. Con casos parecidos en cada visita. Pongo los nombres de los cobardes para dar valor y reivindicar a Munuera Montero, con el que no habíamos tenido precedentes muy buenos, lo cual le otorga mayor transparencia. Ya es casualidad que, para una vez que comparece un llanero solitario, un árbitro valiente que, insisto, lo único que pretende es hacer bien su trabajo sin distinguir tejidos; se le machaca sin compasión por una jugada que, tratando de ser imparciales, por lo menos alberga la duda de la interpretación, algo que respetó hasta su compañero del VAR. En primera instancia me hacía hasta gracia que el triunfo hubiese sido en parte por un error arbitral. Después me di cuenta de que no. Porque no somos como ellos ni pretendemos serlo. Como dijo Rubí ayer, solo son “más mediáticos, no más importantes”. Y da rabia tener que defender a la Real en lugar de vanagloriar su proeza. Esa que relata que un equipo en teoría inferior haya sido capaz de tumbar tantas veces a gigantes. Esa que desvela que esta vez lo hizo con tantos canteranos pese a su reducida población y con un debutante, jabato, que no se amilanó ante impresentables provocaciones de internacionales. ¿Cómo es posible que ya no respeten nada? Si hasta en un informativo no emitieron al día siguiente los goles de Willian y Pardo para centrarse en la polémica. Basta ya, hombre. Se están cargando la magia del fútbol. Esta campaña la Real ha ganado en Bilbao y Madrid y en ambas ocasiones han tratado de coartar su alegría. Que nos dejen en paz. Y aquí también incluyo a los barcelonistas, esos que nos acusan de ser madridistas y que ahora se alinean para apoyarnos ante la habitual protección arbitral de su eterno rival.
Nosotros, a lo nuestro. A por la Copa. Que no nos calienten, a ver si vamos a tener que volver en la siguiente ronda para repetir la machada de 1988 con aquel inolvidable 0-4 que les dejaría sin opción de sacar de nuevo el kleenex. Ladran, luego cabalgamos. ¡A por ellos!