-Pues empecé en Usurbil, en el colegio, con los amigos de clase. Jugábamos a fútbol sala y fútbol 7, en Urnieta, contra otros pueblos. Disputábamos un torneo los fines de semana. Teníamos un buen equipo y se jugaba en todas las posiciones. Era bonito. Después pasé al Antiguoko, varios años, que también fueron muy bonitos. En los primeros, no se competía e íbamos a jugar torneos a Francia. Había un muy buen ambiente con los padres, comíamos todos juntos. Estaba el carnicero Indo, que abría el maletero del coche y nos sacaba bocadillos para todos después de los partidos.
¿Qué entrenadores y compañeros que apuntaban alto recuerda?
-Nos entrenaba Kepa Esnaola. No quiero dejarme a ninguno, me da mucha rabia, pero recuerdo a Iosu Villar, Beñat Lorenzo, Iñigo Caminaur y Ion Eizaguirre, que son entrenadores, e Iraitz Pikabea, que jugó en el Berio... Y compañía.
Era de los que estaba siempre con el balón, claro.
-Sí, siempre, en el frontón, jugando a pelota o echábamos cuatro jerseys y hacíamos un partidillo. No estaba mucho en casa.
Sería el primero al que elegían cuando hacían pies.
-No sé, yo ya estaba jugando con el balón mientras los hacían (risas).
En el Antiguoko empieza a destacar.
-Iba con tres amigos del pueblo a entrenar, con Beñat, Txusta y Pana. Era bonito, los cuatro chavalotes que salíamos de Usurbil y apenas sin saber castellano. Para nosotros ir a Donostia era una excursión. Aprendimos a hablar castellano allí. Esa formación nos vino muy bien, aprendimos mucho. Ya en infantiles empezamos a jugar la liga ? Estoy muy agradecido a todos los entrenadores del Antiguoko, fue una buena formación.
Ahí ya estaba jugando de delantero, pegó el estirón pronto.
-Sí, crecí pronto, pero en infantiles estuve con problemas de crecederas en las rodillas. En esa época si tenías altura y fuerza se notaba bastante. Yo pegué ahí el estirón y físicamente, aunque había otros más altos y más fuertes, pero cuando destacas a esas edades se nota mucho.
¿Era muy de la Real de txiki?
-Sí, era socio con el aita y con otros amigos íbamos ahí de la mano a Anoeta, y el fin de semana que les tocaba jugar fuera lo escuchábamos por la radio. Esas dos horas eran sagradas, con la radio puesta.
Xabi Prieto dijo que él no quería ser futbolista, que quería ser jugador de la Real. ¿Usted se lo tomaba así de serio o no lo llegó a pensar?
-Cuando eres pequeño y vives tanto la Real, para ti el fútbol acaba en la Real. Yo no veía más allá. Ibas a Anoeta a ver un Real-Albacete, que le metió ocho, y para ti el Albacete o el otro equipo, te daba igual, no existía. Solo tenías ojos para la Real y querías jugar en la Real, como dijo Xabi, porque para un crío no había vida después de mi equipo.
Pero usted descubrió enseguida que había más después de la Real. Vinieron a por usted, porque el Antiguoko era un club convenido del Athletic.
-Sí, tenían esa prioridad, por ser convenidos. En aquel entonces tenía referencias de gente cercana que se había ido a Bilbao, como Andoni Iraola o David Asensio, que habían dado ese paso. Con David Asensio había jugado en el frontón del pueblo, podía jugar él contra diez. Para nosotros era un espejo, porque se había ido allí e iba pasando etapas. Y entre eso y el convenio, pues empecé una nueva aventura allí.
¿No estaba tan mal visto que se fueran allí en aquella época?
-Se vivía con naturalidad. En el pueblo era casi todo el mundo de la Real, pero al tener otros jugadores de allí en el Athletic, se veía normal. Fue una decisión importante, porque salía de casa muy joven, con 13-14 años, para vivir en una residencia, cambias de colegio... Fue un paso importante, pero me vino muy bien, maduré mucho al estar fuera.
¿Qué jugadores había allí en ese momento?
-Estaban Beñat, Markel Susaeta? Fue una buena experiencia y mantengo muy buena relación con todos ellos. Los dos años que estuve fuera se portaron muy bien tanto el club como los jugadores, y sus padres nos ayudaron mucho.
Y le llama la Real.
-Hago dos años en cadetes bastante buenos, voy a la selección, con Ginés, quedando pichichi. Estaban Piqué, Granero, Javi García, Cesc Fábregas, y teníamos una buena selección, con mucho éxito. Después de la selección se empezaron a interesar muchos equipos, incluso ingleses. Íbamos allí a ver cómo eran las instalaciones. Pero cuando la Real llamó, la prioridad cambió un poco. A mis padres se les habían hecho muy duros esos dos años con el chaval fuera y mi prioridad la vi clara: dar un paso y volver aquí a jugar, donde uno verdaderamente quería jugar y con esa ilusión vinimos.
¿Su ficha era más alta que el contrato estándar en la cantera?
-Yo no tenía ninguna ficha más alta. Solo tenía un contrato más a largo plazo de lo normal.
Empieza en juveniles, pero enseguida sube al Sanse.
-El primer año lo hago en División de Honor y enseguida paso al Sanse, con 17 años. Jugaba con gente cinco años mayor, Juan Domínguez, Natxo Azpilikueta, Iñigo Ros, que era nuestro capitán. Un cambio muy importante, pasar de juveniles al Sanse. Con Gonzalo Arconada aprendí muchísimo. Estás en juveniles jugando con gente de tu edad y pasas a jugar con hombres y contra hombres, al profesionalismo. La Segunda B es muy complicada, ahí empiezas a curtirte y a ver cómo es el fútbol de verdad.
Al primer equipo también asciende muy rápido.
-No sé con cuántos años empiezo a entrenar, pero debuté con 18 años. Fue muy bonito todo. Poder debutar con el primer equipo de la Real es un sueño y guardo un bonito recuerdo. Después me costó asentarme, no fue nada fácil, pero ese primer pasito fue bonito y lo recuerdo muy bien.
Amorrortu fue el que le hizo debutar y el que le llevó a Bilbao.
-Cuando estaba en el Antiguoko, los primeros años, era el que estaba encima de los chavales y nos llevaba a algún torneo y nos hacía el seguimiento. Y luego era el entrenador de la Real y el que me hace debutar. Un entrenador muy importante en mi carrera por esos dos momentos.
¿Hacía mucho que no veía esas imágenes de su debut en Getafe?
-Sí, cuando las vi el otro día pensé: buff, cuánto hemos cambiado (risas). Con las greñas, casi sin barba?
El siguiente partido, el Málaga, marca gol en su debut en Anoeta.
-Sí, juego un ratito. No sirvió para nada porque perdíamos 0-3, pero para mí fue un sueño, porque pocos años antes estaba ahí con mi aita en el córner viendo el partido y ahora era yo el protagonista. Fue bonito.
Le costó más de lo esperado asentarse en el primer equipo.
-Sí, no es nada fácil, sin duda. Me costó, estuve una temporada que tenía minutitos, entrenaba, luego volvía al Sanse otra vez? Me lo tomé todo como parte de la formación. Nadie llega al primer equipo y empieza a jugar y ya es del primer equipo, o pocos lo consiguen. Lo normal es que te cueste lo tuyo y que sigas formándote, y poco a poco vayas tirando hacia adelante.
¿Se preocupó en algún momento?
-No, bueno, igual tenía mis días, no me acuerdo. Sabía que debía hacer mi camino. Nunca hay que hacer el camino del que tienes al lado, no tienes que compararte, cada uno va a tener su trayectoria. Unos llegarán antes y otros después; otros no lo harán. Hay que tomarlo con naturalidad y saber que el fútbol profesional es así. Yo seguía mi camino, iba haciendo lo mío y, poco a poco, con el tiempo tuve la suerte de hacer mi carrera.
Se fue al Castellón cedido, a un conjunto joven dirigido por Moré.
-Había un buen equipo. Yo estaba en el Sanse todavía y en el club pensaron que una cesión podía ser buena para mí, para seguir formándome. Fui unos cuatro meses, desde enero hasta que acabó la Liga en mayo. No jugué mucho y luego volví al Sanse.
Metió un gol? ¿contra quién?
Sí, de vaselina. Me acuerdo del gol, pero no sé a quién se lo metí (risas). ¡A la Ponferradina! Luego regresé al Sanse y al año siguiente, ya con Lillo, subí al primer equipo. En la segunda vuelta se lesionó Díaz de Cerio y ya me quedé. Vino el Loco Abreu, pero marqué nueve goles.
Fue clave para usted Lillo.
-Sí, Lillo siempre me mostró su confianza. Cuando llevas tres años que sí, que no, y ves que tienes continuidad y que marcas goles... Yo también me vi capaz y eso para la confianza de uno mismo es una ayuda.
Abreu, un personaje total.
-Sí que lo era, pero era un buen compañero en el vestuario, en el campo te daba consejos, te ayudaba y, en ese aspecto, además de como jugador, era un buen maestro para los chavales. Enseñaba mucho.
¿Su segundo gol en la Real?
-Al Castellón, de vaselina, y también palmamos (risas).
Y llegamos al año del ascenso.
-Empiezo jugando y llega Carlos Bueno y lo juega casi todo él. Ayudé con seis goles. No fue un año fácil, pero el equipo estaba luchando por cosas muy importantes y ahí empujamos todos, los que estábamos jugando más, los que lo estábamos haciendo menos? Un año muy especial, con un final brutal. Nunca he vivido nada así con la Real y espero poder disfrutar con algo más, pero aquello significó muchísimo. Ni siquiera clasificarnos para Champions fue lo mismo. Donostia todo lleno. Cuando íbamos en el autobús, el día del último partido, desde el Amara Plaza hasta Anoeta a cinco por hora porque estaba todo lleno? En mi vida he visto todo lo que movió aquel ascenso; lo que la gente disfrutó con el ascenso de la Real.
Primera. Otro primer año difícil.
-Muy complicado, con mucha competencia. Estaban Llorente, Tamudo, Ifrán? El entrenador apostaba más por otros jugadores que por mí. Pero yo tranquilo, trabajando mucho y marcando algún gol. Con paciencia, pensando en seguir trabajando y mejorando. Me acuerdo que en esa época tenía muy claro que debía seguir esforzándome, que llegaría mi momento. Se hablaba de que tenía que salir cedido, que no, que sí, que no? Anduve bastante loco.
Con Montanier iba a salir cedido.
-Si el año anterior fue un mareo porque no acababan de decidirse, Montanier me comunicó el primer día que no contaba conmigo y que iba a salir cedido. Yo se lo agradecí porque el año anterior había estado de aquella manera y pensé pues si hay que salir cedido, se sale, ya volveremos el próximo año. Solo le pedí poder entrenar con el grupo mientras encontraba equipo. A las dos semanas, que ya tenía el tema hablado con el Valladolid, fui a su despacho y cuando se lo conté, me dice no, no, no, si sigues entrenando así, vas a jugar de titular el primer partido, porque lo estás haciendo muy bien y me estás sorprendiendo. Y le dije ah, vale, vale, perfecto. Es algo que agradezco a Montanier, su sinceridad. Te lo dice, te lo plantea, de forma natural, y cuando es que no, pues también te lo indica.
Dicen que gestionaba muy bien el vestuario.
-De los que más rendimiento ha sacado al equipo en el trato humano. Probablemente, por esa sinceridad como la que demostró conmigo. Hice una buena pretemporada, empecé de titular en Gijón en la izquierda y marqué dos goles. Uno gana confianza con cosas así y luego completamos una buena temporada.
En la siguiente se sale, pero con Griezmann y Vela en las bandas era muy fácil marcar?
-(Risas) El equipo progresó mucho, todos crecimos de forma increíble. El año de la Champions era brutal el nivel de confianza de todos, jugando todos a lo mismo. Disfrutamos muchos tanto afición como equipo.
Luego comienza la leyenda de que supera a todos los delanteros que le van fichando. Seferovic, Finnbogason, Jonathas?
-En la elite siempre vas a tener competencia. Tú solo no puedes afrontar toda la temporada. A la Real hay que exigirle que haga una plantilla de máximas garantías. Luego era consciente de que todos los años tenía mis minutos y mi protagonismo. En esos años sabía de donde venía, de lo que era capaz y me encontraba con mucha confianza. Mi objetivo era día a día estar preparado para dar ese nivel. Yo no me lo tomaba como una lucha, sino como un reto que me obligaba a estar siempre preparado para jugar. La única forma que tienes para lograrlo es trabajar muy fuerte en los entrenamientos. El fútbol son detalles. Tienes que estar enchufado para cuando te llegue el momento. En este deporte todos llegamos porque ha habido una lesión o una sanción. Tú tienes que estar listo para que te elijan en ese momento. El que mejor esté en ese momento o el que mejor aproveche ese momento, quién sabe si es el primer paso para ya estar años en el primer equipo. Gente que en el Sanse igual no está jugando? entrena bien porque igual se lesiona el tuyo, tienes que subir y cambia la película. Como le cambió a Antoine o como me cambió a mí mismo. Lo haces bien y te aseguras años de primer equipo. El estar preparado en cada momento es la mejor opción posible, lo único que puedes controlar. El estar entrenando bien, luego pueden pasar muchas cosas, pero tú a lo tuyo, luchando que luego si te llega vas a llegar tú.
Llegamos a su año fatídico, en el que lo estaba marcando todo y sonaba para la absoluta.
-Es otro año de estar preparado, que haces una pretemporada buena, estás preparado sin saber lo que va a venir por delante y en los dos primeros partidos no juegas ni un minuto. Si alguien me dice ahí que las cosas pueden mejorar y que voy a marcar doce goles no le creo. En el tercer partido contra el Betis jugué diez minutos, con buenas sensaciones. A partir de la cuarta jornada, que es cuando metí contra el Espanyol, estaba físicamente bien y veía puerta con facilidad.
¿Se acuerda de dónde jugaba ese día en el Bernabéu?
-Estaba jugando por la izquierda con Jonathas arriba. Contra el Eibar también actué ahí y había metido dos goles, contra el Getafe también? Venía rotando en varias posiciones y en el Bernabéu empecé allí.
¿Percibió algo distinto antes del choque?
-No recuerdo nada especial. Como siempre vas al Bernabéu, sabiendo que va a ser muy jodido... Yo llegaba con muchísima confianza por toda la trayectoria que llevaba de partidos y sabiendo que podía ser un día para ganar.
¿Qué sintió en el momento de la lesión?
-Fue una leche buena, miro y digo: Hostia, ¿el pie dónde está? Como cuando te pegan un golpe y dices ¿qué ha pasado? Pero veo que el tobillo lo muevo, está ahí. Es una buena torsión, me pongo de pie, pero en ese momento no sabía que iba a pasar todo esto. Es una lesión normal y punto. No tengo ningún recuerdo de decir menuda liada. Es un golpe, una lesión y el tobillo ha volado, pero nada más.
¿Había tenido algún problema en ese tobillo antes?
-Algún esguince, pero tampoco nada.
Fue el partido más gafe que se recuerda de los últimos años.
-Sí, la verdad es que hubiese sido mejor volver con una goleada y sin nada más. Sobre todo fue duro por la lesión de Canales, ya que no era la primera vez. Recuerdo que en el vestuario lloraba, vinieron sus padres y estaba muy jodido. Yo le estaba consolando, porque pensaba si yo solo me he torcido el tobillo, mira al pobre Sergio. Cosas de la vida, él empezó a jugar de nuevo a los siete meses y yo lo he tenido que dejar dos años y medio después. Pero, insisto, no lo recuerdo como un momento muy grave para mí porque pensaba que como esas había tenido muchas.
La soledad del lesionado tiene que ser insoportable.
-La verdad es que tengo que decir que he estado bien y bastante tranquilo. Siempre he querido valorar el dónde estoy, el qué estoy haciendo, por qué estoy trabajando? Esa visión siempre me ha hecho estar tranquilo con un objetivo. No me quería meter en ese bucle. Pensaba estoy en la Real, me he lesionado, estoy bien, feliz, trabajando, luchando por volver a jugar y marcar goles? Esforzándome por metas bonitas. Tranquilo, trabaja a tope y sufre menos. Si solo piensas en lo que estás sufriendo acabas en una depresión. Prefería pensar: ¿de verdad tengo razones para quejarme? Yo creo que no. Estaba jodido y lesionado, iba a tener que pasar por el quirófano, pero es un trabajo y el objetivo muy bonito. Tan bonito que prefería obviar todos los pensamientos negativos.
Se ha convertido en una referencia y un ejemplo de cómo llevarlo bien.
-Es la mejor mentalidad. Nunca sabes cómo te vas a comportar o a sentir cuando te pasa una cosa de estas. Está bien que la gente me haya visto tan entero, porque puedo servir de ejemplo y ayudar un poco a los que le pasa algo parecido a tomárselo así y no ver solo la lesión como un problema, sino como un reto, que es la mejor forma de afrontar los contratiempos. En la rueda de prensa lo decía, esta experiencia se la regalaría a todo el mundo a nivel de todo lo que trabajas, lo que aprendes psicológicamente, lo que valorarías? salvo por el precio de lesionarte, que no se lo recomiendo a nadie, claro. Lo que yo he vivido es una lección para toda la vida que me va a servir mucho.
Poco a poco empieza a pensar que va a perder la batalla?
-Yo siempre he estado muy fuerte para volver a un buen nivel. Siempre he creído que lo lograría haciendo el trabajo que estaba completando. Hasta el día de la lesión lo seguía manteniendo. Ha sido una pretemporada muy dura, en la que he respondido, me he sentido bien, pero a partir de la lesión veo que?
¿Le dicen algo negativo?
-No, yo al final, con el paso de los años, ya voy recabando información. A partir de la lesión de tobillo, que no me duele nada desde hace año y pico, la articulación se queda un poco limitado el movimiento. Cuando te operas dos veces es normal que se pierda movilidad. ¿A partir de ahí qué pasa? Que el cuerpo empieza a moverse diferente, a pisar distinto y es cuando empiezo a sufrir otras lesiones porque no lo asimila bien. Por eso empezaba a lesionarme y por mucho que me preparara, que hiciera mucho trabajo de protección y prevención, siempre acababa rompiéndome en algún sitio. En esta última lesión, después de haber trabajado tanto y haberme cuidado tanto, el comprobar que me rompo tan fácil? De esto me voy a recuperar, pero la sensación de fragilidad no me la quita nadie. Pero voy a hacer otra vez lo mismo y en cualquier momento me sucederá lo mismo. No es que estuviera cargado, o arrastrara un pinchazo pequeño, yo me encontraba perfecto.
¿Es irrevocable su decisión?
-Sí, las decisiones se toman. Estoy contento y tranquilo con la que he tomado. En el momento que lo sentí, lo comuniqué. Lo hice con todas las consecuencias.
Esa reflexión que le han invitado a hacer Garitano y Olabe, ¿no le ha empujado a la decisión final?
-No, para nada. Me he sentido respetado. Hemos hablado de todas las posibilidades, me han preguntado cómo te ves, quieres cambiar de aires, qué tal crees que vas a volver a sentirte? Yo les dije que iba a hacer una buena pretemporada, que iba a intentar hacer una buena temporada para luchar por todo. Esa era la mentalidad. En el momento en el que toco la puerta de Olabe y le digo que quiero abrir una nueva etapa, se quedó primero en shock, no se lo esperaba. Es una decisión que he tomado libremente y siempre me he sentido respetado por el club. Dado el respeto que mostraron hacia mí, yo también adquirí un compromiso y una responsabilidad para que en el momento en el que no me viese al 100% me tocaba dar un paso adelante y dejar claro que yo no voy a estar aquí por estar.
¿Y ahora qué?
-Quiero descansar, asimilarlo y estar tranquilo de vacaciones. Tampoco pienso en dónde me veo. Tenemos una conversación pendiente más adelante y ya veremos dónde me ve el club para aportar y dónde me veo yo para estar cómodo trabajando y aportando de verdad. A mí me gusta hacer las cosas bien, y si no me siento así y veo que no puedo dar el 100%, pues prefiero no estar.
Preguntas trascendentales. ¿Qué es para usted el gol?
-Una emoción única. En ninguna otra situación de la vida he sentido algo tan especial. Cuando anotaba en Anoeta se juntaban tantas cosas como emoción, adrenalina, el ver de pie celebrando a la gente que están sentados donde has estado tú, a tus amigos, familiares... Es como un volcán que erupciona. Engancha.
¿Lo va a echar mucho de menos?
-Sí, me voy a acordar con mucho cariño, como algo muy especial. Supongo que lo echaré de menos toda la vida, pero también era plenamente consciente de que no iba a jugar siempre, tenía que acabar algún día. Con 48 años sabía que no estaría anotando.
Usted era de los que se comía mucho la cabeza si no veía puerta...
-Sí, lo analizas, quieres marcar y aportar al equipo. Haces muchas cosas pero sabes que marcar es uno de mis cometidos y lo buscas a lo largo de toda tu carrera.
Hasta se excusó con la grada después de una sequía.
-Más que perdón le di las gracias. Fue en un partido contra el Betis. Era una forma de agradecer por esperarme tanto tiempo en el que no podía ver puerta. Un gracias por todo.
¿Por qué celebra haciendo el avión?
-No lo sé muy bien, la verdad. Una de las primeras veces que marqué me salió hacer algo parecido y empezaron a relacionarme con ese gesto y se quedó. No hubo una razón concreta. Vi una foto, me gustó y lo seguí haciendo.
Contemplar a tantos niños con su camiseta que prefieren hacer el avión en lugar del ‘siiiiuu’ de Cristiano, supongo que llenará mucho.
-Es bonito. Algo que yo lo he vivido cuando era txiki y tenía ídolos que eran espejos para mí. Que se miren en mí ahora es muy bonito. Durante la lesión he recibido miles de vídeos de niños celebrando goles haciendo el avión para animarme. Hasta la semana pasada me seguían entrando (se emociona). Es difícil de describir esto, el ver cómo llegas a la gente y la fuerza que tiene la gente para llegar a mí es algo emocionante y que el fútbol me ha dado. Algo único que me llevo para siempre.
Dicen que cuando Satrústegui se retiró casi hubo que echar de Atocha a la gente porque no dejaban de aplaudirle? Le espera algo parecido. Prepárese.
-Siempre ha sido un placer para mí hablar con Satrus. Espero que sea un día bonito. He visto despedidas en Anoeta a gente que ha dado muchísimo, como se ha merecido. Yo he estado aplaudiendo en alguna de ellas y mientras lo hacía pensaba que me gustaría acabar así o que mi adiós se pareciera a eso. Sería perfecto tener la suerte de poder despedirme así. Sería más que un sueño, algo soñado como aficionado y como jugador.
¿Algún mensaje le impactó?
-Hay mucha gente y muchos clubes que te sorprenden. Pero sobre todo me quedo con la cantidad de gente que me ha felicitado y me ha dado las gracias, por mi carrera y por cómo he llevado todo esto.
Deja a la Real sin ‘9’, como un jardín sin flores. ¿Ve algún heredero?
-Sin número 9, pero ya vendrán. Seguro que llegarán muchos chavales como hice yo. Confío en el trabajo que se hace aquí y en que subirán.