donostia - A las cinco de la mañana, cuando para un buen puñado de felices seguidores txuri-urdin ya amanecía el viernes, terminaba el jueves de la plantilla de la Real. Se trata de la hora a la que, aproximadamente, entraron en sus respectivos domicilios los futbolistas blanquiazules, cuya llegada a Zubieta se produjo a las 4.30, más de cinco horas después de despegar desde Trondheim. Sin casi tiempo para el descanso, los pupilos de Eusebio Sacristán se entrenaron por la tarde en las instalaciones del club, ya con la mirada puesta en el partido de mañana en Anoeta contra Las Palmas (16.15 horas).
No es la mejor forma de preparar un compromiso liguero, una circunstancia que, en cualquier caso, ya no resulta novedosa para la Real. Tras un viaje similar desde San Petersburgo, el cuadro guipuzcoano recibió al Betis en domingo a mediodía (4-4). E hizo lo propio con el Espanyol (1-1) un lunes por la noche, aquí con más tiempo para asimilar esfuerzos, después del encuentro de Skopje ante el Vardar. A los txuri-urdin, así pues, se les atragantan las gaupasas en aviones cruzando el continente, una estadística que tratarán de romper contra los canarios, colistas.
Lo cierto es que montarse en un chárter y vivir en su interior un trayecto nocturno de cuatro horas tras el esfuerzo de un partido de competición oficial no resulta algo recomendable. Pero son los propios futbolistas quienes prefieren hacerlo. El día del encuentro se les hace largo. La mayoría aprovecha para echar una siesta vespertina. Y muchos optan luego por un buen café cargado para favorecer la activación previa al partido. La tensión que viven durante el mismo, además, supone la guinda para que, como suelen reconocer los jugadores, cueste conciliar el sueño tras cada contienda. Así, son partidarios de volver a casa tras los partidos y descansar en sus domicilios bien entrada la madrugada, cuando la fatiga ya no encuentra obstáculos que impidan dormir a rienda suelta. Ojalá la Europa League continúe deparando muchos viajes así. Supondrá una buena señal.