Hoy en día nos lo venden todo de forma tan radical y extremista que uno se para a pensar y le parece casi incompatible que un jugador pase en un año de ser dirigido por Mourinho a estar a las órdenes de Paco Jémez. En teoría parece un intrépido y repleto de aventuras viaje a las antípodas en cuestión de cultura futbolística. Pero Diego Llorente sufrió dicha metamorfosis y en la entrevista que concedió a este periódico naturalizó por completo una mutación que apenas le afectó. Es más, no tuvo problemas en encontrarles similitudes a los dos técnicos en su forma de trabajo. Lógico. El fútbol no es una ciencia exacta. Se trata de un juego imperfecto, en el que no siempre gana el mejor, lo que le dota de una variable de incertidumbre que le engrandece. Forma parte de su encanto. Ni uno es el adalid de la defensa que nos quisieron vender desde Barcelona, ni el otro es un loco kamikaze que prefiere arriesgar jugando siempre el balón antes incluso de que le marquen goles en contra en dicho proceso. Ninguno de los dos es tonto. Ambos saben que lo mejor del fútbol es ganar muchos partidos.
Recordando a Jémez y a su paso por mi querido Rayito, ya casi se nos ha olvidado la crisis que se montó en la Ciudad Condal cuando en un partido de Liga en septiembre de 2013, los vallecanos le ganaron el porcentaje de posesión al Barça con un abrumador 51%. Era la primera vez en cinco años que sucedía y Martino, que no entendía nada porque habían vencido 0-4, asumió que había aterrizado en un banquillo con electricidad. Al año siguiente, Luis Enrique, con su tono borde y retador, zanjó la polémica antes de que le afectara después de ser dominado por los de Jémez en un 5-2 en el Camp Nou: “El juego de posesión es clave en la idea de nuestro club, pero contra el Rayo se convierte en algo secundario por las situaciones de uno contra uno constantes. Ante el Rayo la prioridad es ganar el partido. Me preocupa cero perder la posesión con ellos, pero me preocuparía mucho perderla en cada partido”.
Soy justo y no paso por alto que el año pasado apareció otro equipo que le superó en la posesión al Barcelona. Fue la mejor Real de Eusebio en el partido de Liga disputado en Anoeta en el que desnudó por completo a la banda de Messi, aunque el resultado final fuera 1-1 (con gol clamorosamente mal anulado a Juanmi). Pero sigo pensando que la clave de la mejora para la Real anida en que su cacareado estilo es adaptable, como comentaba Onésimo en una entrevista concedida al DV. La sangría de goles encajada en los últimos cinco encuentros, me recuerda al debate que se abrió tras el doloroso derbi regalado en San Mamés del año pasado. En ese momento Eusebio retocó varias cosas y dio luz verde a que, en casos de emergencia, se jugara en largo buscando a Willian José, cuyo imponente juego de espaldas permite que el equipo se vaya estirando en ataque.
Lo reconozco. Yo salí escandalizado de Anoeta tras el 4-4 frente al Betis. No me consolaba ni el coraje demostrado por el equipo para levantarse tantas veces, algo que siempre le hemos echado en cara que le faltaba. Sin habernos recuperado de los dos esperpénticos errores de Rusia, nos encontramos con unos regalos impropios de esta categoría y, sobre todo, del nivel que ha alcanzado esta Real.
Al día siguiente, compartí tertulia con tres amigos periodistas, y un par de ellos estaban encantados con que los encuentros de los nuestros se hubiesen convertido en una frenética montaña rusa, repleta de emociones y de alternativas en el marcador. Incluso uno de ellos, al que profeso un enorme respeto y admiración, a partes iguales, me llegó a insinuar, con media sonrisa, que viniendo de donde venimos, hasta prefería un 3-3 a una raquítica victoria por 1-0. Ahí yo ya me planto. Y además me bajo en marcha. Estoy tan orgulloso como el que más de lo bien que juega este equipo y su valiente y atractiva propuesta. Pero a mí me empieza a poner nervioso que se pregone a los cuatro vientos lo del estilo. Nos tienen cazados y encima seguimos anunciando que vamos a volver a repetir lo mismo. Solo falta que les llame Gila para volver a confirmárselo... Desde aquí, voy a explicarles cuál es mi estilo. He visto equipos de la Real malos, discretos, notables y excelentes, como apunta a ser este, y tengo clarísimo que lo que me interesa de verdad es que gane. Si marca un gol en el minuto 2, no tendría ningún problema en que el árbitro decretase el final en la jugada siguiente. Es lo que tiene que te guste más la Real que el propio fútbol. Que en mi caso no es poco. Por lo tanto, que lo sepan, aunque me brillen los ojos cuando disfruto con sus excelentes actuaciones, que quede claro que, al menos yo, firmo vencer entre bostezos por 1-0 todo lo que nos queda en casa. La carpa de circo para todo los públicos que se monte en otra explanada, no en Anoeta.