Son las 1.07 horas en la zona de espera de la Terminal 1 del aeropuerto de Manchester. El partido, perdido sin que el rival marque un gol, ha terminado hace más de tres horas. Faltan 23 minutos para embarcar rumbo a Vitoria. En ese instante, a más de 1.000 kilómetros de casa, a horas de volver al tajo y con el caffè latte humeante media hora después de pagar 2,55 libras, surge la pregunta: ¿qué hago yo aquí?

Pasan horas del gol de Iñigo Martínez, de las fotos en Old Trafford, de las pintas a cuatro libras en Shambles Square, de la kalejira que cortó la autopista, de las instantáneas con los policías locales -bobbies- y del despegue de Biarritz, donde un operario buscó al aficionado que en el control de metales se había olvidado la alianza en el cajetín de turno. Más de doce vuelos cargados de realistas -a los que se suman los que llegan a cuentagotas tras hacer escalas- aterrizan antes del mediodía.

Mediatizados por 'Fergie'

El desembarco progresivo de realistas que tanto llama la atención entre los viandantes ingleses -más del City que del United, basta buscar la expresión "Real Sociedad fans" en Twitter- se completa con un trayecto en autobús hasta el aparcamiento del campo.

Al lado de la estatua de Bobby Charlton, George Best y Denis Law. Las cámaras empiezan a funcionar. Los hinchas despliegan sus bufandas. Frente a las tres leyendas, donde la tienda del United y en el East Stand -donde se ubicarán casi todos los realistas que habrán pagado por ir al partido-, mira al horizonte la escultura del protagonista de las últimas horas en el fútbol inglés.

Sir Alex Ferguson copa las páginas deportivas de los tabloides. El que fuera técnico del United durante 26 años presentó el martes su autobiografía. De eso se habla, y mucho, en los medios británicos.

El partido contra la Real será el primero al que, tras darse a conocer el contenido del libro, el escocés asistirá. A hora y media para el choque, baja del asiento trasero del Audi y saluda a los seguidores realistas que esperan al autobús de los suyos. La escena la completan el diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano, y el alcalde de Donostia, Juan Karlos Izagirre, que rodean el cordón que recibe a Fergie para acceder al campo.

Lejos, la kalejira realista parte desde la Shambles Square. "Qué tal el viaje" y "qué quieres tomar" son las dos preguntas que más se escuchan en los tres pubs de la pequeña plaza, el cuartel general de los realistas durante el día. Entre los establecimientos, Mitre Hotel, donde, dicen, Carlos Eduardo Estuardo pasó revista a sus tropas en 1745. Tres siglos y muchas pintas después, suena Sarri, Sarri de Kortatu y el himno de la Real en su versión de tamborrada.

Los bobbies amplían la zona de la plaza acordonada donde permiten beber alcohol. La hospitalidad del United, de las autoridades y de los hosteleros marca la jornada. Los realistas lo agradecerán con un aplauso cerrado, cuando el speaker de Old Trafford dará las gracias a la afición rival. Desde el cartel de bienvenida en euskera sobre las estrechas puertas de entrada a Old Trafford hasta los mensajes en castellano que mostraban las pantallas del tranvía, pasando por los sones de pubs llenos durante todo el día.

"¡5.000 tíos en cuatro putos bares!", exclama un realista agobiado por el tumulto. Fuera, en lo alto de las escaleras de la plaza, Alberto Franco, que ya organizó la cola de Anoeta para conseguir las entradas de Old Trafford, lidera las negociaciones de los bobbies para que permitan una kalejira que interrumpirá el tráfico de Manchester a mitad de la tarde. Luz verde. Los centenares de seguidores que escuchan las indicaciones de Franco estallan. Trago y al campo.

Dentro de Old Trafford

Falta una hora para el partido y los aledaños Old Trafford nada tienen que ver con la estampa de la mañana. Tampoco la tienda del club inglés, cuyas 40 cajas registradoras funcionan casi todas. Los realistas empiezan a entrar al campo y a sacarse fotos arriba y abajo del East Stand.

Avanzan los prolegómenos. Son las 19.25 hora local y el marcador de Old Trafford felicita a sus hinchas que cumplen años y a lo lejos, en el otro córner, desde el que se accede a los vestuarios, se vislumbra movimiento.

Sale Claudio Bravo hacia su portería, la del fondo donde se encuentran los seguidores de la Real, que se vienen arriba con el meta chileno. Más aún con la salida al calentamiento de los otros diez titulares. El campo está aún lejos del lleno.

Para cuando la pelota rueda, los más de 6.000 hinchas han repasado entre otras canciones Ikusi mendizaleak, We are Champions League-We are Champions League, el cántico por Aitor Zabaleta, Erreala, alé y otros sones como la Marcha de San Sebastián, que se estrenaba en un escenario inédito.

Con las gradas y el palco a rebosar, suena el himno de la Champions. Faltan cuatro minutos para el gol. Los niños agitan la lona de las estrellas y los móviles graban todo lo que se pueda grabar.

Como en el pospartido. Nadie se quiere ir de Old Trafford. Los jugadores -no todos al parecer, lo que molesta a algunos aficionados- recorren el campo, se plantan frente al East Stand y aplauden durante los casi dos minutos. Los dos minutos de Old Trafford que, más que los primeros del partido, serán los que pasen a la historia del club.

Esos instantes están en los vídeos y en las fotos que los hinchas, en el silencio de la derrota, repasan en unos autobuses que tienen difícil avanzar hasta la autopista que les llevará al aeropuerto.

En los controles de seguridad, varios centenares de hinchas se quitan los cinturones y dejan las mochilas en las bandejas. Algunos coinciden con el Manchester City, cuya expedición llega de ganar en Moscú al CSKA. Otros ya han entrado a la zona de espera de la Terminal 1. Los hay quienes están tumbados en los bancos. Dormidos con la mochila como almohada. Los hay quienes pasean por el edificio y quienes, con el caffè latte humeante, se hacen unas preguntas cuyas respuestas otros han grabado con sus móviles: dos minutos.