Old Trafford se encontraba medio vacío cuando los jugadores realistas tuvieron que volver a saltar al terreno de juego para dar las gracias a cerca de 7.000 aficionados que cantaban en la grada y les aclamaban como si hubieran ganado el partido o un título. A nadie parecía importarle lo que había sucedido a lo largo de los 90 minutos. El guion del partido lo podía haber escrito el peor enemigo de la Real. Una mala y acobardada salida al terreno de juego, algo que se temían muchos, un gol con la importante dosis de mala fortuna al ser en propia meta y después un duelo a remolque, sin poder exprimir las mejores cartas de su equipo, que pudo acabar en un severo correctivo si no llega a ser por las sensacionales intervenciones de Bravo. Los realistas solo pudieron asomar en los aledaños de la meta defendida por De Gea con cuentagotas. Peor y más triste película, casi imposible.
En ese momento, de repente, los seguidores se lanzaron con un grito reivindicativo, que fue secundado con orgullo y entusiasmo por todos ellos: "We are Champions League, we are Champions League". Que nadie lo olvide, este club ayer ya había ganado antes de disputar su partido tan soñado en Old Trafford. Porque la Real, plagada de canteranos y con un equipo que nació en Segunda División, fue capaz de ilusionar y movilizar a tantas y tantas personas que la de ayer solo puede ser interpretada como la mayor declaración de amor y pasión por un club que se ha visto esta temporada en el mundo.
No soy partidario de la palabra disfrutar en el fútbol si esta no llega acompañada de resultados y de competitividad, pero lo que tenemos que sentir todos los aficionados de la Real, hayan estado en Manchester o no, porque muchos, la gran mayoría, sufrieron como los que más en sus hogares, es simplemente orgullo y agradecimiento. Por tantos y tantos héroes anónimos que aman y lo dan todo por una pasión como es la Real.
No me olvido de los jugadores. Muchos de ellos sienten estos colores como cualquiera de nosotros, porque su actitud al final del duelo era casi de sonrojo, como el que percibe que ha fallado a los suyos. Y no fue así, la respuesta se la encontró en la grada, ellos son los principales responsables de que se haya regenerado este club de esa manera tan abrumadora al hacernos soñar la campaña pasada. Llegaron a jugar tan bien que la gran mayoría de sus hinchas llegaron a Manchester con la convicción de que su Real iba a poder ganar en Old Trafford, pero no pudo ser. Al igual que en la película Big de Tom Hanks, al calor de una parroquia inigualable, los realistas se sintieron fuertes y pidieron el deseo de ser grandes. Y lo son. Quizá no de la categoría del Manchester United, aunque sí de la que es capaz de entusiasmarnos y nos hace quererles para acompañarles hasta el fin del mundo, pero en el sobrecogedor escenario del segundo club más poderoso del mundo se puede decir, sin ánimo de confundirse, que se dio un buen golpe con su límite. La Real visitó a un equipo que se encuentra a la altura del Madrid, al que no eliminó en este mismo estadio la pasada campaña de esta competición por el árbitro, y del Barcelona. Y lo normal es que perdiera. No hay más.
No resulta admisible que Arrasate y la plantilla se escuden en la mala fortuna para justificar una racha de ocho o diez encuentros, pero la verdad es que la Real no merece lo que le está pasando en la Champions, en la que todavía no ha puntuado. No fue inferior en los dos primeros partidos a Shakhtar ni a Bayer, ante los que tuvo que ponerse por delante, pero acabó perdiendo; y ayer cayó sin ninguna discusión, aunque con un gol en propia puerta y lanzando dos disparos a la madera. Algún día, Dios lo quiera, la fortuna le devolverá algo en forma de puntos inesperados.
Cuando se juega un partido así, que genera tanta expectación desde muchos meses atrás, moviliza a una afición de esa forma y se disputa en un escenario monumental, lo primero que hay que comprobar es si el equipo va a ser capaz de tener los pies en el suelo y saber llevar la presión sin acusar la sensación de vértigo. La Real se vio superada por los acontecimientos y sin darse cuenta le arrolló un tren de mercancías. A los dos minutos de juego, después de que hubiese tres malas intervenciones ya de realistas no demasiado graves, Vela se empeñó en intentar jugar un balón de espaldas en la banda en lugar de no complicarse la vida, y Evra se lo arrebató con facilidad. El lateral pasó a Rooney, que como carta de bienvenida dejó tres recortes sensacionales, de crack de talla mundial, antes de golpear al palo. El rechace le llegó a Iñigo, que, al no saber qué hacer, reaccionó tarde y despejó el balón con tan mala fortuna que lo introdujo en su portería.
El tanto abrió los 20 primeros minutos más agobiantes que recuerda la Real en mucho tiempo. Sobre todo porque quería brillar como nunca, y era incapaz de dar dos pases. Lo lamentable es que sus jugadores escogían muy mal, porque casi siempre intentaban conducir en lugar de tocar, como les pedía una y otra vez Arrasate. El problema es que Zurutuza nunca fue el jugador que ha reactivado el juego txuri-urdin y Xabi Prieto no pudo competir ante la agresividad de los red devils. Cada centro que llegaba al área realista lo remataba un delantero, especialmente en las jugadas de estrategia, mientras que los ataques de los realistas acababan en balones largos que atrapaba De Gea sin despeinarse. Afortunadamente, Bravo recuperó su mejor nivel para mantener a su equipo con una actuación sensacional.
Intento de reacción
Tras capear un poco el temporal británico, los realistas consiguieron por fin generar peligro y no estuvieron muy lejos del gol. Un derechazo de Seferovic lo salvó el meta local con apuros y una falta extraordinaria de Griezmann, la mejor desde que está en el primer equipo, la escupió la escuadra cuando ya se cantaba el gol.
En la reanudación, los donostiarra salieron envalentonados en busca del empate. A los 30 segundos Vela no llegó por centímetros a un centro de Griezmann y, poco después, una triple ocasión de los realistas con ningún disparo entre los tres palos encendió al fondo donde estaba su gente. Pero fue un espejismo. Zurutuza y Prieto no tenían las energías y la claridad suficiente como para dominar la medular, y la defensa hizo aguas constantemente ante futbolistas sensacionales, de primer nivel. Un disparo intencionado de De la Bella que se estrelló en el larguero fue casi la última oportunidad de los guipuzcoanos, que pudieron ser goleados por las endiabladas contras de los delanteros del United. Bravo y alguna acción heroica de Carlos Martínez permitieron llegar con vida a su equipo hasta el descuento, pero sin ofrecer nunca la sensación de poder igualar el encuentro.
La Real sigue de vació tras la tercera jornada. El equipo realista enterró casi todas sus opciones de clasificación en un cementerio en el que anidan los clubes más poderosos del mundo, con plantillas mucho más caras que la suya. Es normal que nos invada un sentimiento de frustración, por todo lo que pudo haber sido y se quedó en poco, al menos hasta ahora, pero ayer este equipo logró algo mucho más importante. Demostrar a Europa que en Euskadi hay un conjunto que hace soñar a su afición hasta tal punto que se gasta todos sus ahorros y energías para acompañarle donde haga falta. El siguiente objetivo es sellar como sea la tercera plaza para seguir compitiendo fuera de nuestras fronteras. Si la Real lo consigue, habrá hecho un enorme favor a las ciudades que le toque visitar, porque acogerán a la mejor hinchada que se ha visto esta campaña en las competiciones del Viejo Continente. No, no fue un sueño todo lo que vivimos ayer, hasta la inferioridad en el campo fue de lo más real.