si les canto una alineación compuesta por Haritz, Edouard, Adriá, Martí, Ruth, Didac, Emma... supongo que no tendrán ni idea de lo que estoy hablando. Si añado que es del equipo de Margatania, imagino que seguirán igual de perdidos, pero si ven el delicioso documental elaborado por la productora Cangrejo para narrar su historia (http://www.youtube.com/watch?v=TvLV5Iy6YDk) seguro que no les olvidarán jamás. Este conjunto de Barcelona se convirtió la pasada temporada en un ejemplo de superación extraordinario al ser el único que no había marcado ningún tanto, además de contar todos sus partidos por goleadas escandalosas. Para los amantes de las estadísticas, sus números fueron demoledores: más de 260 goles en contra y ninguno a favor antes del último encuentro de Liga. Pero su entrenador, con pinta de ser tan bueno como Del Bosque, destaca orgulloso que "moral jamás les falta. Aunque siempre pierdan, nunca se van enfadados a casa".

Los niños del Margatania nos rescatan lo que es la verdadera esencia del fútbol. Es decir, la magia de su juego, algo que parece haber secuestrado hace tiempo el negocio y el color del dinero. Los chavales consiguen emocionarte con la resignación con la que asumen su inferioridad y que aún no saben lo que es celebrar un gol. La entrañable Ruth, a la que se le anuló un tanto por fuera de juego, te ablanda el alma cuando dice: "No hemos conseguido marcar ningún gol todavía, pero casi conseguimos marcarlos".

Esta dulce historia de fracaso se engrandece más si cabe cuando a sus protagonistas les preguntan los motivos por los que piensan que sufren esos resultados, ya que ninguno de ellos pone la más mínima excusa pese a que normalmente se enfrentan a rivales de un curso más: "Haritz (el portero) no las puede parar todas"; "Igual nos ponemos muy nerviosos" o "Los demás equipos se dan más pases", explican con la inocencia instalada en sus ojos.

La Real también sabe muy bien lo que es superar obstáculos y contrincantes gigantes. Lo ha hecho toda la vida, llegando incluso a hollar cumbres tan elevadas como la de los títulos. Es por este motivo, por el hecho de superarse a sí mismo, por lo que me pone muy nervioso que, en el análisis ya en frío de la angustiosa crisis que ha empujado al equipo hasta el pozo de la clasificación, el director deportivo haya aludido a la mala suerte en la rueda de entrevistas que ha dado en sus medios preferidos. Eso se puede decir en caliente tras un partido, porque yo también lo he llegado a pensar en algún momento de debilidad, pero jamás cuando eres el máximo responsable del proyecto de un equipo que es colista tras haber sumado la friolera de un punto de 21 posibles.

Recuerdo que el año del subcampeonato yo vivía en Madrid y mucha gente menospreciaba el mérito de la Real líder. Cansado de la repetida cantinela, tras un triunfo en Huelva, escribí una crónica en el As en la que hablaba de que la Real "era uno de los clubes más afortunados que se recuerda por contar con el mejor mediocentro de la Liga (Xabi Alonso), el mejor centrador (De Pedro), el medio con más carácter (Karpin) y dos delanteros que se complementan a la perfección y son una máquina de hacer goles (Nihat y Kovacevic)". Lo que ocurre ahora es justo lo contrario. La Real pierde por fallos, sea ante el marco rival o defendiendo el suyo, y por el déficit de fútbol de su centro del campo. Tener la osadía de aludir a la mala fortuna es aceptar tu condición de perdedor.

A ningún chaval del Margatania se le pasó por la mente hablar de mala suerte para referirse a sus resultados. El más gracioso, Pol, dice que si marcan se pondrá "tan contento que saldré volando". En la jornada final, el destino les reservó esa merecida alegría en forma del esperado gol por no bajar los brazos jamás. Como el actual farolillo rojo de Primera, la petit Real, que quiere volar a partir de hoy con la misma ilusión y esperanza que la de Pol y su Margatania.