Recoger los excrementos del prójimo con las propias manos ha sido la profesión y destino de cientos de miles de indios, en su mayoría mujeres, nacidos para una práctica centenaria que debía haberse erradicado oficialmente ayer. Prohibida por ley desde 1993, a principios de 2007 el Gobierno calculó que quedaban 342.000 manual scavengers (eran más de un millón, según las ONG) y aprobó un programa de rehabilitación que preveía erradicar esta práctica a finales de marzo de 2009, pero al acabar el año aún registró 117.000 personas dedicadas a ello. Los esfuerzos por acabar con esta vergüenza social han chocado tanto con la obstrucción de las autoridades regionales como con la noción hindú de "impureza" que desaconseja tener váteres dentro de casa, arraigada sobre todo en la India rural. Los poceros son los más intocables entre los intocables, por la repugnancia que genera su dedicación: nadie les da ni les entrega nada en mano, ni siquiera cuando van a comprar a una tienda, y viven en las afueras de las poblaciones. Son sobre todo mujeres las que, desde pequeñas, se dedican a retirar las heces ajenas, que recogen con un pequeño cuenco y cargan en baldes sobre la cabeza.
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