iempre hay algún zote que llegada la jornada electoral dice que estamos ante "la fiesta de la democracia". Como si lo importante sólo fuera la elección de representantes, y no cómo estos se desempeñan durante sus mandatos. En el caso de que los comicios catalanes se mantengan para el próximo domingo veremos depositar votos a personas embozadas con mascarillas frente a presidentes de mesa embutidos en un EPI, tal que si la papeleta que intercambian fuera material radiactivo. De la misma manera que se dice que la justicia no sólo debe impartirse correctamente sino también tener apariencia de imparcialidad, una votación política debería hacerse con garantías de participación y constituir un trámite de fácil cumplimiento para todo el que quiera ejercer su derecho. No será así, y no tanto por los estrictos controles profilácticos que se deberán disponer en los colegios electorales, sino por el riesgo inevitable que entraña acercarse a ellos. Sin necesidad de encuesta alguna podemos pronosticar, y se admiten apuestas, que menos de la mitad de los potenciales electores introducirán su papeleta. Es decir, que se conformará una cámara legislativa sin quórum popular, cuando esa misma cámara se impone a sí misma mayorías cualificadas mayores del 50% para adoptar determinados acuerdos. Desatino.

Sentada la certeza que salir a votar en Cataluña el próximo domingo constituye un riesgo objetivo, serán muchos los que pongan en una balanza su interés por elegir frente a la responsabilidad en la protección su propia salud. El Govern ha pedido en varias ocasiones durante los últimos meses a la población que se autoconfine, y ahora le toca hacer lo contrario, pedir al votante que salga de casa para acudir a un recinto en el que se juntará con otros votantes en espacios cerrados y a distancias cortas. De los 80.000 presidentes y vocales de mesa que han sido designados, más de una cuarta parte ya han manifestado alegaciones para no ejercer, y con toda probabilidad muchos más lo harán durante esta semana. Algunos cuantos ni siquiera se presentarán esa mañana. El lío que tiene montado la Junta Electoral es tremendo, impotente para cerrar la vía de agua. Lo que es fácil de pronosticar es que no se constituirán todas las mesas en el momento que corresponde, y que una mayoría de las que lo hagan tendrán una composición anómala, miembros tomados a lazo sin la garantía democrática que ofrece el sorteo público. Electores y administradores de la jornada tienen legitimidad bastante como para poner en un segundo término lo concerniente al sufragio, que en nuestro país se entiende como un derecho y no es obligatorio, ante la perentoria convicción de cuidar uno mismo su salud. Dudo incluso que un miembro de mesa electoral que no se presente pueda ser acusado de delito de desobediencia, cuando hay un imperativo moral de carácter muy superior que es el de salvaguardar la propia salud y la de los allegados. Sabiendo además, como sabemos, que lo que vivimos es la amenaza de la contagiosidad, y que muchas personas han de asistir y cuidar a sus mayores. Es del todo absurdo imponer la asistencia a los centros de votación cuando no se puede garantizar que no sean lugares para la transmisión del patógeno. Y lo que alcanza caracteres de broma macabra es que las autoridades sanitarias catalanas hayan llegado a proponer que los pacientes covid o aquellos con estatus de infectado se dirijan a los colegios en la última franja horaria, como si fueran una procesión de la Santa Compaña, ánimas en pena buscando no se sabe qué.

Parte de todo este despropósito llega por el interés del PSC de que las elecciones se celebraran ya y a costa de lo que fuera, para mantener eso que denominan efecto Illa. Reconocen tácitamente que su exministro de Sanidad es un globo pinchado de limitado recorrido, que hay que mantener en vuelo un tiempo mínimo. La torpeza administrativa y política de ese potaje inconsistente que hoy compone el Govern ha propiciado que los jueces, que nunca pierden ocasión para demostrar necedad, no hayan aceptado hasta el día de hoy suspender unos comicios imposibles, al menos hasta que se objetiven unas circunstancias que permitan su desarrollo normal. La consecuencia se va a estar pagando mucho tiempo. Si algo faltaba en Cataluña era apuntar en su historia una gilielecciones tan anómalas como estas.