La primera persona que nos habló de la Vía Cavour fue nuestro profesor de filosofía en quinto de bachillerato. Le encantaban la lógica matemática y los valores de la ética. Formado en distintas universidades europeas, pasó un tiempo en la Santo Tomás de Aquino en Roma. Conocía la ciudad y en aquella zona, hará unas cinco décadas, se movían personas con la moral distraída. Hoy, no. ¿Quién era Cavour? Sin duda, uno de los personajes más importantes de la historia de Italia en el siglo XIX, pieza clave en la unificación de aquel país.

El Ayuntamiento, o quien fuera, le dedicó una calle en la Ciudad Eterna. Es muy larga, cerca de dos kilómetros, plagada de tiendas, hoteles, restauración, edificios típicos, muy bien situada y comunicada, cerca de Santa María la Mayor, de la estación Termini y de la Piazza dell Esquilino, a un paseíto largo del lugar en el que se concentraban todos los seguidores visitantes antes ir al estadio.

Por eso, no era de extrañar que ayer pasearan por esa vía numerosos seguidores de la Real que no ocultaban ni su procedencia, ni sus deseos. Los seguidores de la Lazio les animaban al paso. ¡Los de la Roma, no tanto! En esa urbe, como en muchas otras, la rivalidad es inmensa entre seguidores de los dos principales equipos. Por eso y por si acaso, a media mañana, la caballería se dio un garbeo por las calles céntricas.

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Los aficionados de la Real toman Roma N.G.

Algunos de esos aficionados se hospedaban en un hotel tres estrellas que me gusta. Más modosito que el elegido por el club. Por curiosidad, entré en su web por comprobar el movimiento de precios. Por ejemplo, habitación triple, entrando el lunes pasado y saliendo hoy, 476 euros día, es decir, cuatro noches, tres adultos, 1.900 euros, desayuno y wifi gratis. Conozco una persona que vive allí, joven guipuzcoano, que compró la entrada a través de la web del club. Coincidí con su aita hace unos días y me contó que pagaba 126 euros. Intuí que era una buena localidad, alejada del guirigay de una grada ruidosa que se instala en un recinto en el que caben 72.000 espectadores largos.

En ese escenario vivían una experiencia irrepetible, tanto los protagonistas del juego como los partisanos de un equipo que llegaba inmerso en una racha de juego sin lustre y sin resultados de postín. Sorprendía que existieran dudas respecto a la capacidad del equipo de adaptarse a la realidad de una grada efervescente y ruidosa, cuando los jugadores han pasado por estadios como los de Manchester United, Barça, Valencia o Real Madrid, que no son, precisamente, las ermitas de Saturdi o Erdoizta.

He escrito muchas veces que lo peor de estos viajes son los partidos, porque llegas con ilusión y te vas con un disgusto. Era previsible un final como el que obliga a una remontada que puede parecer imposible. Por dos razones. La primera, por el nivelazo del rival a la hora de defender. La segunda, la sequía goleadora que acompaña al equipo txuri-urdin desde hace semanas y le penaliza una barbaridad.

Los equipos de Mourinho son más o menos parecidos. Fieles a un plan del que no se salen un centímetro. Te engatusan dejándote la pelota. Se atrincheran. Dejan que llegues a las proximidades del área. Presionan, salen como flechas y te cazan. Como luego, además, son efectivos en el balón parado, los problemas se multiplican. Marcaron pronto tras una pérdida rival en la zona de su lateral derecho para hilvanar un contraataque espectacular. Al cuarto de hora, ya estaba el encuentro donde querían.

Pasaron los minutos. La Real lo intentó pero peligro, lo que se dice peligro, a cuentagotas. El 1-0 de El Shaarawy suponía un resultado de ánimo para la remontada. El 2-0, no tanto. El saque de esquina que pone Dybala es medio gol y el otro medio es del que lo remata contando, eso sí, con la anuencia de una defensa poco expeditiva. En las áreas es obligatoria la contundencia. Se hablará mucho de la alineación de Imanol, del sistema empleado, de los jugadores elegidos, de los cambios…

Todo pertenece a un guion que podía intuirse. La Roma es un señor equipo, equipazo, plagado de futbolistas formidables que llevan no sé cuántos partidos sin encajar un gol en su terreno. Casi los mismos que la Real, pero al revés. Si los aviones no se ponen farrucos, el equipo viajará a Palma en donde le espera otro reto. Tan importante como el partido de la vuelta. Se llenará el estadio porque ni el equipo, ni la afición pierden la fe. Sinisten det!

Apunte con brillantina: Sabemos que hubo gente que no llegó a tiempo, que todo se le complicó y terminaron perdidos por un aeropuerto del mundo porque los controladores franceses andan con reivindicaciones. Por preguntar, ¿alguien montó en el tren que va directo desde Hendaia hasta Roma? ¿Llegaron? Es que ese desplazamiento suponía dieciocho horas de tracatrá, del tracatrá del tren, saliendo a las cinco de la mañana y llegando casi a las once de la noche. ¡Lo que hace la gente por estar cerca de su equipo, para mostrarle cariño que termina en disgusto!