Se nos van los días más preocupados por el ruido que por las cosas que hacen el ruido y cómo encararlas. Ahí siguen marcando la pauta de lo que ocupa a quienes deben resolver nuestras cuitas el culebrón de la parte contratante de la segunda parte del matrimonio de Pedro Sánchez –con sus vertientes epistolares que amenazan con superar en intensidad romántica a las cartas de Gustavo Adolfo Bécquer desde su celda, sin segundas, del monasterio de Veruela–; también la apertura de los cielos en forma de ley de amnistía –para elevarse al Paraíso o para que se desplome sobre nuestras cabezas, según la fuente–; el adiós en diferido de Yolanda Díaz porque sabe, como Montero y Belarra antes que ella, que nadie hablará de ellas cuando hayan dimitido –como en la película de Agustín Díaz Yanes– y el estudio sociológico sobre el impacto en redes de ‘Conan’ Alvise, el destructor.
La legislatura de Pedro Sánchez no arranca y el verano no va a mejorarlo. Mucho menos la suda sobre una repetición electoral en Catalunya, que hasta que quede despejada tendrá a los partidos catalanes que precisa para gobernar en mayoría más necesitados de no equivocarse que de acertar. Hay tanta gente a su alrededor insistiendo en que las europeos le han salido mejor de lo que dicen los números que la tentación de una nueva convocatoria antes de final de año no está despejada. Si Macron ha hecho un Sánchez, Sánchez bien podría acabar tentado de hacer un Macron.
En paralelo, la amenaza de la ultraderecha se ha hecho carne con las elecciones a la Eurocámara. Y hay miedo a que la calle se llene de camisas pardas, negras o azules pero hace tiempo que sus mensajes desfilan por las redes sociales con vistosos estampados y ese tono de “yo digo aquí las verdades del barquero”. Se trata de irritar a la afición como medio de vida porque ya se sabe que si no tienes asegurado curro bien pagado, casa, coche y vacaciones, si no vives en una juerga continua es por culpa de otro, pero vámonos de copas para celebrarlo. Y en esa flacidez argumental de fácil digestión, la ultraderecha se encuentra con la ultraizquierda, aunque apunten a culpables distintos. Ah, por cierto: Conan es un personaje de ficción. Yo no le dejaría marcar mi vida.