e han invitado a pasar por la caja automática del supermercado porque todo estaba hasta los topes y parece que las cajas rápidas para cuatro cositas (hasta diez) están en extinción. Le hago un spoiler, la caja no es automática y tienes que hacer tú todo el trabajo. Lo cierto es que la había visto ya hacía tiempo pero nadie nos había presentado, así que hacíamos como si no existiéramos el uno para el otro e iba donde la cajera de siempre porque resulta que me gusta más hablar con personas que con máquinas (perdona, Siri; perdona Alexa; ey Google, búscate un nombre). Había visto que el invento solo lo usaba la chavalería que va de botellón y panaderos de supermercado, que son esos tipos que salen del súper solo con una barra (bendito autocontrol, para mí es un superpoder ajeno). Pero ya está, he pasado por el aro, seré el culpable del fin de la profesión de cajero, por si no teníamos bastante con la extinción del cajero del banco, voy yo ahora y me cargo al del supermercado. Bueno, no del todo. He descubierto que su nueva tarea es mirar cómo trabajas tú -como los tipos de la gasolinera que te esperan dentro de la garita para que pagues- mientras cuentan que los pitidos coincidan con las cosas que llevas en la cesta. Al final, he tardado el triple que mi cajera habitual, la tarjeta del parking se ha quedado sin sellar y la maquinita ni me lo ha recordado, tampoco que cogiera el paraguas.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
