“como decíamos ayer...”, el discurso navideño de Felipe VI siguió la tradición del cuesta abajo y ha resultado ser el mensaje menos visto de los último 18 años, según la agencia Barlovento Comunicación con datos de Kantar Media. La audiencia ha sido de 5.822.000 espectadores, con una cuota de pantalla del 57,6% en el conjunto del total de 25 cadenas que emitieron la alocución real. En relación a 2014, año de su primera intervención navideña, ha sufrido una caída de 2,4 millones de televidentes, con 15,8 puntos de bajada en share. Y con respecto a 2015, en el que ya bajó 1,6 millones de espectadores y 8,3% de cuota, el varapalo ha sido enorme con una sangría de 844.000 espectadores y un declive del 7,5%. Los analistas madrileños, que no acaban de creerse los datos obtenidos, le echan la culpa a Catalunya y a la decisión de TV3 de no emitir el discurso del rey en su cadena principal desviándola hacia el 3/24 que atrajo solo 16.000 espectadores. Pero además del factor catalán, ha habido otros importantes elementos que han mediatizado el resultado. Según Barlovento Comunicación, el territorio de todo el Estado donde menor seguimiento tuvo el mensaje real fue Euskadi con solo 126.000 espectadores, situándose inmediatamente por encima Catalunya con 689.000, y luego ya las demás comunidades con importantes deserciones, como ya hemos señalado. Resulta paradójico que mientras el pueblo llano, muestra su rechazo a un discurso repetitivo, carente de valentía para afrontar los nuevos tiempos, el monarca, teledirigido por un Gobierno conservador a ultranza, se empeña en enrocarse en una falacia lejos del día a día, de las urgencias y aspiraciones del ciudadano de a pie. Un discurso tullido, ruidosamente aplaudido por los partidos mayoritarios, por las instituciones estatales, por los acólitos mediáticos, olvidando el veredicto de la calle. Tal vez cabría traer aquí, para entender lo que acontece, aquella agudeza quevedesca brindada a la reina Isabel, esposa de Felipe IV: “Entre el clavel y la rosa, su majestad es-coja”.