Cuando eres un renacuajo la vida se cuenta por semanas, luego te ascienden a los meses y cuando ya andas encarrilado a compartir pupitre soplas velas en los cumpleaños, aunque de las primeras ni te acuerdes o sí pero vagamente. Yo afino mis recuerdos de infancia, esos que casi siempre son tan confusos, por el escenario, y el truco es que al cambiar de casa y cole a los casi siete años si algo lo recuerdo en una casa o en otra, en el patio de un cole o en otro, sé afinar cuándo ocurrió.
En esto del periodismo me pasa parecido y como llevo escribiendo y publicando en periódicos ni sé cuánto desde que empecé, casi comenzando el insti, en la redacción de un suplemento juvenil del que ayer su impulsor nos dijo adiós –no del suple, que ya cerró, sino de la vida– atino más o menos con la fecha según el recuerdo de dónde se publicó aquello. Lo que sí tengo claro es que cuando cumples los 18 te empiezan a mirar de otra manera (no solo la Justicia) y cuando tienes 20 la gente que valida tu juventud te cambia los años por añazos.
Y en esas estamos en este periódico celebrando hoy las dos décadas (que cumplimos el lunes) con un suple, muy visual como es la memoria, que sirve para reordenar recuerdos y, a veces, para rescatarlos del olvido. Gracias a quienes nos han permitido llegar hasta aquí... y que sigamos juntos por muchos añazos.