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Un joven decente

Los aliados adelantaron la Operación Maná y las defensas antiaéreas alemanas no abrieron fuego

Un joven decenteNationaal Archief

Hasta en la peor de las guerras hay humanidad. Si se quiere. Arrasados tras la invasión alemana, bombardeados por los aliados y sin cuidado de un III Reich que se veía incapaz de alimentar a su población, la ciudadanía de los Países Bajos moría más de hambre que de bombas. En una escuela de Achterveld se reunieron emisarios de ambos bando para alcanzar una solución humanitaria y alimentar a la población. Estaban de acuerdo en lo básico, narra Nicholas Best en Cinco días que estremecieron al mundo, pero los alemanes debían consultar a sus superiores. Los aliados decidieron no esperar y bombardear grandes fardos con alimentos básicos. Lejos del caos, el desorden y la rapiña, la sociedad neerlandesa que moría desnutrida esperó a que las autoridades recibieran y redistribuyeran. Los aliados adelantaron la Operación Maná y las defensas antiaéreas alemanas no abrieron fuego.

Aquellos vuelos casi rasantes descargaron toneladas de sacos en ocho grandes zonas neerlandesas despejadas. En una de esas, una niña está a punto de morir aplastada por un fardo que cae. Quizá sin poder escuchar los gritos de alerta por los ruidos de los motores, un soldado alemán decide correr para salvarla. Ella se salva, él muere. Ahora que un tuit basta para juzgar qué carrera profesional vale y, más aún, quién es de los míos y quién no, "bajo aquel casco de la Wehrmacht, había un joven decente", narra Best. Hasta en la peor guerra puede haber humanidad. Sin estar en guerra, se puede no tener ninguna.