El problema del Basque Culinary Center en Manteo es que es el epítome del modelo de ciudad. En la capital de las franquicias, en la que se cierran históricos locales de jazz pero permanecen abiertos comercios con estética pirata de venta de chucherías en los que nunca se ve un alma, el BCC ha arrancado la construcción de su nuevo edificio. Decimos arrancado por su valor polisémico, ya saben, por eso de haber iniciado los trabajos extrayendo de raíz los árboles de la zona, incluso aquellos que estaban “fuera del ámbito de la obra”. Cabe preguntarse, ¿qué beneficio traerá el GOe al ciudadano común? Hablamos de una infraestructura docente, como otras que proliferan, pensada para un público foráneo y de posibles. Es decir: los jóvenes expulsados de Donostia por la imposibilidad del acceso a la vivienda a causa de proyectos como el del BCC serán sustituidos por alumnos de ese mismo centro que puedan pagar –de sobra– tanto la universidad como la estancia. Si es tan bueno el proyecto, ¿por qué no hacerlo en un barrio a revalorizar como Altza? La sede actual, recordemos, se ubica lejos de la costa, en Miramón. Supongo que poner el mar en un folleto promocional será un mejor cebo para el dinero. De cualquier modo, ante la contestación social, hubiese estado bien lo mismo que ha propuesto el lehendakari para el Guggenheim de Urdaibai, dos años de reflexión. O más, muchos más.