Voy a decir algo impopular: a mí los anuncios de tabaco me gustaban mucho y me ayudaban a reafirmarme en mi decisión de no fumar. En mi tierna adolescencia había millones de anuncios contra las drogas (con especial hincapié en la cocaína y la heroína), que las teníamos tan lejos, pero ninguna campaña para que no comenzáramos a fumar tabaco, que los teníamos tan cerca, porque se fumaba hasta en los descansos entre clases del instituto... junto a los profesores, que también fumaban. Así que cada vez que asomaba uno de aquellos anuncios tan molones, que nunca hablaba de las propiedades de su producto (sospechoso) para vender un falso modo de vida de éxito, dinero y sexo, lo que se intuía era la desesperación de unos tipos intentando hacer apetecible aquella mierda y te reafirmabas en no darles tu pasta... aunque tenía gracia que pagaran por salir en las revistas que leías a esas edad (el Quo iba petado), y así hacerlas más baratas en el quiosco. Luego la técnica se refinó y se inventaron el tabaco que empoderaba a la mujer (ya habían copado la cuota masculina), el que era light, el mentolado... y mil paridas más con un legislador que iba por detrás prohibiendo lo que podía prohibir. Después nos vendieron que el tabaco de liar era menos malo y el de vapear, incluso inocuo. Felicidades a quienes resisten sin caer en esa mierda.