Indefensión. Creo que ésa es la sensación que siente la gente corriente, cualquiera de nosotros, ante la subida descontrolada de los precios de los alimentos; ante el aumento de los tipos de interés y su traducción en euros mensuales en la cuota hipotecaria; ante las comisiones bancarias y su nula equivalencia en los depósitos de ahorro; ante los abusos de toda clase de servicios insustituibles, empezando por los de la telefonía móvil, que siguen liderando el ranking de quejas ciudadanas en las oficinas de consumo. Hace tiempo que pasamos de ser ciudadanos a consumidores, una peligrosa condición porque en la economía de mercado los derechos, perdón, los precios suben y bajan, como está ocurriendo con las legumbres, los huevos o las verduras, el único consumo del que no pueden prescindir las familias: la alimentación. El frente de guerra en Europa está en los lineales de los supermercados, donde el aumento del coste de los productos más básicos va minando nuestra economía sin que la política acierte con las medidas que puedan atenuar su impacto. Con los precios subiendo “una burrada”, como lo expresó sin disimulo el chérif de Mercadona, ha estallado una nueva crisis bancaria en California con réplicas que han encendido todas las alarmas en Europa, que debería disimular la diferente intensidad de su temblor ante una crisis, la bancaria, y la otra, la que sacude el bolsillo doméstico.