Durante el gran apagón del pasado 28 de abril, los hospitales vascos demostraron que estaban preparados para superar una crisis tan inédita como que dejes de recibir el suministro eléctrico durante horas. Con gran parte del país paralizado, los centros sanitarios funcionaron con toda la normalidad que fue posible en esas horas caóticas. Según explicaron varios responsables de mantenimiento de los hospitales, la inversión realizada en la compra de grupos electrógenos ante una eventual falta de electricidad permitió que se salvara con nota una situación tan poco habitual como aquella. En algún caso, nunca se habían tenido que utilizar máquinas que se compran para cuando suceden imprevistos. Si falla el sistema, se activa el plan A, el B o el C. Dinero bien invertido aunque solo se vaya a utilizar de manera esporádica o, quién sabe, nunca. Que se produzca un gran corte de energía en todo el Estado es más que inusual. Desgraciadamente, que se registren incendios en la península en verano es tan común como que nieve en Groenlandia en invierno. Y, sin embargo, año tras año quienes se baten contra el fuego muestran su impotencia ante unas administraciones que racanean en inversión, medios y prevención para atajar un problema que da la impresión de que, pasado el verano, se olvida... hasta que el verano siguiente llega el fuego otra vez.
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