El Txapelaundi Saria cumple este 2023 su décima edición. Se trata de una distinción que cada año otorga Alde Zaharra-San Juan Auzo Elkartea durante las fiestas de Xantalen, con el fin de reconocer a vecinos y vecinas del barrio, así como a personas estrechamente ligadas al mismo, que contribuyen con sus acciones a hacer de esta zona de la ciudad “un lugar mejor para vivir desde múltiples ámbitos y disciplinas”. Desde hace un tiempo la entidad deja en manos de los vecinos la presentación de candidaturas, y en esta ocasión el galardón ha recaído en Fernando Jiménez, párroco de la iglesia de Santa María del Juncal, quien acaba de cumplir medio siglo de sacerdocio. El acto de entrega tendrá lugar hoy, a las 12.00 horas en la plazoleta de la ermita de Ama Xantalen.

Aunque es donostiarra, lleva muchos años en Irun, los suficientes para poder considerarle prácticamente un ITV.

(Ríe) Sí, llevó aquí 35 años. Nací en San Sebastián y estudié allí. Los quince primeros años de cura estuve en Herrera, muy a gusto. Después me trajeron a Belaskoenea, a Pentecostés. Ahí también estuve muy a gusto, 21 años, hasta que el obispo Uriarte me llamó diciendo que se había muerto el párroco del Juncal y que tenía que venir. Yo le respondí a ver si no había otro que quisiera y él me dijo que creía que era para mí. Incluso le di algunos otros nombres, pero él me respondió que precisamente esas personas le habían dicho que debía ser para mí. Así que vine hace catorce años.

¿Le resultó duro el cambio?

Al principio se te hace durillo, estaba muy contento en Belaskoenea y si quieres a la gente pones corazón. Pero dicen que la distancia es el olvido (ríe), es una canción. Ahora sigo yendo a Belaskoenea, aunque hay un ucraniano de 28 años que lo lleva muy bien. Pero a veces, si hay un funeral en euskera o algo, voy yo a oficiar. Por otro lado, cuando llegué al Juncal fui haciendo pequeñas obras y donde había un cuarto de plancha puse el despacho, para tener un sitio donde estar, trabajar y poder recibir a la gente. Ahora estoy muy a gusto, aunque no sé hasta cuándo, porque ya tengo 77 años.

¿Qué destacaría de todos estos años en Irun?

Nada en especial. Quiero decir, nuestra vida es de dedicación a la parroquia. Aquí caben los niños, los adolescentes y los mayores; aquí se hacen bodas, funerales… Lo que haga falta. Este despacho siempre está abierto. Precisamente lo puse para que la gente me pueda encontrar para lo que sea.

¿Cómo se enteró de que este año el premio Txapelaundi recaería en usted?

Vinieron de la Asociación de Vecinos de la Parte Vieja. Yo al principio ni me lo esperaba. Creo que mi candidatura la presentaron el presidente, Koldo Susperregui, y Gorka Álvarez Aranburu. Cuando vinieron a contármelo les pregunté si no tenían a otro. Lo digo de corazón. Evidentemente me hace ilusión que se acuerden de mí, todos tenemos nuestro corazoncito. Pero yo no hago las cosas para que se acuerden de mí, sino que considero que si hay que hacerlas se hacen, y que si no hay que hacerlas no se hacen.

¿Cuál era su relación previa con la Asociación de Vecinos Alde-Zaharra San Juan?

Tengo mucha relación con ellos. Por ejemplo, el día 31 de agosto, en San Ramón Nonato, hacemos una eucaristía en la capilla de las Siervas, que también pertenece al Juncal, y también la hago yo. Y alguna vez también me piden alguna colaboración, para que les preste algún local o algo. Además, cuando hay un acto religioso en la ermita de Santa Elena, llamada aquí cariñosamente Ama Xantalen, también lo oficio yo. Esa ermita fue un templo romano hasta el siglo IX y después se convirtió en templo cristiano, por lo que será de los más antiguos de Gipuzkoa.

Sabiendo que después le entregarán el premio Txapelaundi, ¿le resultará más especial que otros años la misa que oficiará hoy en Ama Xantalen?

La misa será igual que siempre, ya la tengo preparada y la voy a hacer igual. Dentro de la iglesia yo soy igual que antes. Sólo que después, aunque no me han tomado las medidas, me pondrán una boina (ríe).

¿Qué les diría a quienes han hecho posible que la distinción sea este año para usted?

Les diría que no es mi estilo. Hay una frase de Jesucristo que intento aplicar, y es que si él no vino a ser servido, sino a servir, yo tendría que hacer lo mismo. Pero ya que me van a poner la boina, ciertamente estoy muy agradecido de que se hayan acordado de mí y que valoren lo que estoy haciendo. Cuando pones corazón, que la gente te quiera te hace mucha ilusión.

¿Le han felicitado los vecinos del barrio?

Desde que la gente se ha enterado me felicitan todo el rato y en todas las esquinas. No sé si habrá quien no piense así, pero la verdad es que a la gente que me ha parado le ha parecido bien que me den a mí el premio. En este momento en el que estamos, de increencia y de mucha pluralidad de pensamiento, por lo menos veo que la gente está a gusto con que me lo hayan dado a mí.

¿Seguirá en el Juncal mucho tiempo más?

–Mientras pueda y mientras el obispo me aguante (ríe) estaré aquí. Por lo menos este curso estaré, no sé si alguno más. Depende sobre todo de mi salud, pero estoy muy contento así que me gustaría seguir.