donostia - Será su primera Tamborrada como alcalde, con nuevas obligaciones. ¿Las compatibilizará con lo que suele hacer otros años?
-Con limitaciones, pero procuraremos compatibilizarlo todo al máximo. La madrugada del día 20 prudentemente tendré que retirarme antes, pero todo lo demás espero disfrutarlo igual que el resto de años. No he fallado ninguna vez en mis 44 años.
Sale en la tamborrada Lurgorri.
-Sí, sale a medianoche.
¿Este año le esperarán?
-¡No! Me tendré que incorporar más tarde allá donde vayan...
Izará la bandera desde el viejo Ayuntamiento. ¿Ha estado en el balcón con anterioridad?
-Sí, un par de veces, y la verdad es que el espectáculo es impresionante. Lo es lo veas desde donde lo veas, porque también he estado muchas veces en la plaza, abajo, y la verdad es que el sonido de las campanadas, los primeros acordes y el Bagera!... Da igual dónde estés, al menos a mí me hace que me emocione. Y en la Arriada también he estado alguna vez en el balcón. Abajo siempre, porque soy más fiel a la Arriada que a la Izada.
¿Es ese su mejor momento del día de San Sebastián?
-Para mí, sin duda, el más emocionante llega cuando dan las doce y arranca la Marcha. Luego ya para disfrutar de otra forma me gusta la Arriada, creo que hay un ambiente más relajado, es más para disfrutar cantando y bailando, porque en la Izada estamos todos como más en tensión, esperando a que echen el cohete para salir corriendo.
Este año han propuesto cubrir los balcones de la plaza de la Constitución con franjas azules y blancas.
-Se va a poder hacer, hemos estado gestionándolo, porque dependía de los propietarios de las casas.
Se ha rumoreado que la iniciativa persigue evitar que haya pancartas.
-No, lo que se busca es engalanar la plaza para la ocasión. Si otros hacen otras lecturas que las hagan.
Como alcalde presidirá la entrega de las Medallas al Mérito Ciudadano y la del Tambor de Oro a la escultora Cristina Iglesias. No es una persona muy conocida...
-Son algunas de las injusticias que comete esta ciudad con sus ciudadanos. Tenemos personas por el mundo que son referentes y que tienen muchísimos galardones y, sin embargo, aquí no son tan conocidas. Es el caso de Cristina Iglesias que, de hecho, no tiene ninguna obra en nuestra ciudad. En esta ocasión, el Tambor de Oro, además del significado de agradecer a las personas que nos ayudan a proyectar nuestra ciudad en el exterior, también tiene un componente de desagravio, de hacer un reconocimiento a alguien que es conocida fuera de aquí y no tanto aquí.
¿Será una buena excusa para colocar en Donostia una obra suya?
-Podría ser. Sí será una de las cosas que habrá que estudiar.
Después de arriar la bandera llegará la fiesta de inauguración de la capitalidad cultural. ¿Cómo se siente a pocas horas del arranque del 2016? ¿Hay nervios o tiene la tranquilidad de que está todo atado?
-Me siento bien, pero con cierta tensión, la verdad. Es un momento intenso, importante, en el que se concentran muchas cosas en las que hay muchas piezas que encajar. Sé que se está trabajando intensísimamente para que así sea. Y estos días también estamos poniendo alguna vela para que no haga mal tiempo el día 23.
El éxito de la capitalidad dependerá en gran medida de la implicación de los ciudadanos, que se desengancharon bastante por las polémicas del proyecto. ¿Responderán?
-Yo creo que sí. Creo que hay un potente motor que es precisamente el sentimiento que los donostiarras tenemos con respecto a nuestra ciudad y que ese motor es capaz de mover muchas cosas. Saber que 2016 es una oportunidad y que representa una ventana por la que nos van a mirar este año hace que sintamos el peso de la responsabilidad y yo creo que en esa situación los donostiarras sabremos responder. En eso soy confiado.
2016 es una oportunidad, pero también puede ser un riesgo.
-Si lo haces catastróficamente mal, evidentemente es un riesgo porque empeorará tu imagen, pero es una hipótesis que no contemplo.
Insisten en que es importante el legado que dejará 2016. ¿Cuál será?
-El primero es el que nos puede dejar a nosotros mismos y, como alcalde, es el que tengo que valorar. Que sirva como una experiencia que de verdad contribuya a mejorar nuestra convivencia en todos los planos, desde el más pequeño, como puede ser el de la convivencia entre peatones y ciclistas, hasta el mayor, el de la derivada de conflictos de carácter político, que es a lo que venía a dar respuesta el planteamiento inicial del proyecto. Por otro lado, mirando hacia afuera, me gustaría que contribuyera al cambio de la imagen o marca de ciudad, haciéndola más conocida por contenidos culturales. Porque es verdad que el nivel de conocimiento que podía existir fuera de aquí desgraciadamente estaba ligado muchas veces a un fenómeno que afortunadamente hoy en día no existe, que es el de la violencia. 2016 representa una oportunidad para romper con aquello y cambiar esa imagen de la ciudad asociada, ahora sí, a lo que es una ciudad cultural que quedará después del 2016.
Le ha tocado viajar bastante últimamente para presentar el proyecto. ¿Se conoce Donostia fuera?
-Se conoce, pero probablemente menos de lo que podemos pensar. Sí se puede constatar que cada vez es más conocida, pero todavía queda trabajo por hacer. Cuando uno va por ahí y la presenta, no lo tiene nada difícil porque la tarjeta de visita es potente. Esa sensación sí me he llevado, la de gente que no la conocía y ha quedado impresionada con unas pinceladas.
Se esperan más visitantes este año. ¿Tienen previsiones concretas?
-No. Ha habido estudios de impacto económico de lo que representa la capitalidad, pero son todo hipótesis. La historia de las capitalidades culturales europeas está marcada de grandes éxitos y no tan grandes, no hay una pauta común que pueda avanzar lo que va a suceder. Yo sí creo que va a haber un mayor número de visitantes, pero no solo por la capitalidad. La propia ciudad lleva ya una tendencia al alza de forma ininterrumpida desde la desaparición de la violencia, que fue el momento clave que marcó un punto de inflexión, a pesar de que estábamos en un momento de crisis. También hay países europeos que tienen especial querencia por las capitalidades culturales. Nos puede parecer una cosa rara, pero es el caso de Alemania o Francia, países muy ligados al turismo cultural, y ser capital cultural va a tener una incidencia.
¿Está la ciudad preparada para acoger más visitantes?
-No voy a negar que me produce cierta preocupación. Donostia tiene una capacidad limitada en cuanto a alojamientos, etcétera. Llegará hasta donde pueda llegar.
Ha hablado de estudios de impacto económico. ¿La rentabilidad de 2016 es importante?
-Pues también. Habrá quien me diga que eso es hacer mercantilismo de la cultura, pero invertir 49 millones de euros en un proyecto exige que exista algún tipo de retorno. La recuperación económica de la inversión es un elemento importante.
También desea que sirva para mostrar una imagen nueva de la ciudad centrada en la cultura. ¿Hay que repensar Donostia?
-Creo que repensar no es el término. La ciudad que queremos construir de cara al futuro se basa en una serie de pilares que ya vienen definidos, no nos estamos inventando nada, solo estamos creyendo en ellos. Son, por una parte, toda actividad económica ligada al carácter industrial del territorio, relacionada con el conocimiento, la innovación, la investigación y los servicios avanzados de la industria del territorio. La cultura es otro de los grandes pilares de esa Donostia del futuro y 2016 es un elemento más que ayudará a desarrollarla. Y en tercer lugar está el turismo, aunque a veces por el ruido que hace adquiere mayor protagonismo. Sobre esas tres bases hacemos una apuesta por construir una ciudad que sea capaz de hacer frente a la crisis cuyas consecuencias todavía padecemos y que pueda mirar al futuro con posibilidades.
Dice que 2016 quiere mejorar la convivencia. ¿Cree que en los últimos años ha mejorado esa convivencia en Donostia y en Euskal Herria?
-Notablemente. Y quien diga lo contrario miente. Que haya dejado de existir una amenaza real que padecían muchos de nuestros conciudadanos es un elemento que evidentemente cambia muchísimo una situación de convivencia que era mucho más complicada hace ocho años. Eso es algo que todos vemos en nuestro día a día. ¿Eso quiere decir que ya está? Pues no, nos queda todavía una tarea que realizar, de revisión de lo sucedido... No sé si la palabra es reconciliación, aunque es la que más se usa, pero sí de recuperación de la confianza mutua. Eso creo que todavía nos queda pendiente.
Lleva seis meses como alcalde. Personalmente, ¿cómo está siendo la experiencia?
-Intensa suele ser la palabra que más repito. Tiene sus cosas buenas y malas. En la medida en que quieres una ciudad y a sus ciudadanos, tener la posibilidad de trabajar por y para ellos es ilusionante. El trato recibido por la gente además es bueno, la mayoría es simpática y educada. En el lado negativo está que el tiempo libre pasa a ser historia en gran medida y el que más se resiente es el que se comparte con la familia. Ahí he salido perdiendo notablemente. Y por el hecho de ser conocido también, uno no siempre tiene ganas de que le reconozcan. Mi intimidad también ha pasado a mejor vida.
Como alcalde, ¿cómo es la relación con su socio de gobierno?
-Buena. Hemos hecho un intenso esfuerzo por hablar sobre todo de proyectos y de programa. Si tienes eso bien asentado, y creo que es el caso, roces existirán, pero se superan.
¿Ha encontrado casa en Donostia?
-Sí, pero todavía estoy a caballo.