“Todo el pelotón conoce las carreteras de Andorra”, subrayaba Marc Soler en la salida de Olot. En Andorra, el país de los Pirineos, el de la fiscalidad reducida, amable, y otros reclamos, se sientan en casa los ciclistas, que pueden rodar a ciegas por unas carreteras que muchos de ellos conocen de memoria porque residen entre esos bucólicos paisajes de montañas estupendas y coquetas casas que las decoran.

Bien lo sabe Jay Vine, que hizo cumbre en Pal y lo celebró con su mujer y su hijo pequeño, que le esperaban a la puerta de casa. Hogar, dulce hogar. Vine volvió a casa feliz y sonriente tras completar con éxito la jornada de trabajo en las alturas.

La dicha de Vine contrastaba con la pena de Juan Ayuso, apagado en silencio, sin queja, como una vela. Deshabitado por dentro.

“No me he encontrado bien en los kilómetros finales y me he dejado ir. Mi planteamiento era desde el principio no hacer la general pero el equipo me pidió que probara para ver si mejoraba y por respeto lo he intentado”, dijo.

El noruego Torstein Træen, nuevo líder de la Vuelta. Efe

Traeen, nuevo líder

Del alicantino solo quedó el humo, una fumarola en el UAE, que entreveraba la saeta de Ayuso y la alegría de Vine, que logró su tercera victoria en la Vuelta. Una carrera que ama. El australiano hizo cumbre desde la fuga, 161 kilómetros en total, que era un festejo.

De la misma aventura brotó Torstein Traeen, que encontró el tesoro del liderato. Diagnosticado con cáncer testicular en 2022, una vez superada la enfermedad, el noruego se alumbró de rojo.

El color se lo prestó Jonas Vingegaard, que se relajó y desatendió sus funciones de patrón. El danés mostró su jerarquía pastoreando la ascensión de los favoritos. Encadenados todos a pesar de un fogonazo de Ciccone en Pal, donde los aristócratas, distraídos entre sí, pactaron tablas en el primer asalto de montaña.

Solo Ayuso, perdido, sin gas, más fuera que dentro de su equipo, se cayó del tablero pirenaico de los nobles, reunidos Vingegaard, Almeida, Ciccone o Bernal. Derruido por dentro, desapegado, entregó más de siete minutos respecto a los generales en una subida amable entre quienes se juegan la carrera.

Mikel Landa, sosegada su ascensión, concedió medio minuto respecto a los mejores, que apenas se incordiaron, entregados a la contemplación y al cálculo en una travesía a medias, como las chaquetas de entretiempo, esa prenda extraña que nunca se sabe para qué sirve realmente.

Emergieron las montañas en la Vuelta al sexto día entre la lluvia caprichosa y el sol zángano que jugaba al escondite y se derrengó el mentón elevado de Ayuso, abrumado por el desasosiego.

Desplomado en el Giro, no encontró consuelo en Pal, donde sonó el réquiem para un ciclista inanimado, entregado a su destino con gesto de fatalidad. El talento no sube montañas en la era del ciclismo moderno.

Del rodillo a la gloria

No hace tanto, el rodillo se empleaba como un sucedáneo de la carretera. Poco menos que un castigo. Durante la pandemia, en el rodillo encontró la luz Jay Vine, que fue campeón de una aplicación que aunaba el rodillo con recorridos virtuales.

El australiano se ganó así un contrato profesional con el Alpecin. De lo virtual a lo real, como si fuera un personaje de Matrix.

En la era de la tecnología y del big data, donde los ciclistas se han convertido en un patchwork de cálculos y datos desmenuzados por expertos en rendimiento, se imponen las matemáticas a las sensaciones. De ahí surgió Vine. El ciclismo, interpretado a través de los potenciómetros, es una hoja de Excel.

Llegada serena de los favoritos con Almeida, Vingegaard y Ciccone. Efe

Eso posibilita la conversión de lo virtual en real a través de una plataforma de entrenamiento virtual donde miles de corredores pueden interrelacionarse y competir entre sí en distintos parajes simulando etapas absolutamente reales, calcadas de los recorridos de las carreras. No era necesario residir en Andorra para conocer sus entresijos.

El programa informático ofrece la posibilidad de correr etapas auténticas desde una bici estática. Traslada las características del terreno por el que transita el usuario al rodillo y transfiera la dureza del mismo. En ese laboratorio nació la victoria de Vine en Pal.

En lo real, la nubes descargaban agua con furia, después amainaban, luego se encerraban, ventrudas, sobre sí mismas, como enfadadas. El cielo era una paleta de tonos grises que de cuando en cuando agrietaba el sol desplegando su poder.

Un día feliz para William Turner, el pintor de las tormentas. El artista se ataba al palo mayor de un navío para enfrentarse a las fuerzas de la naturaleza y experimentar así el ímpetu de su furia. Ese éxtasis le sirvió para retratar como nadie el empuje de las borrascas, los temporales que asustan.

Vuelta a España


Sexta etapa

1. Jay Vine (UAE) 4h12:36

2. Torstein Traeen (Bahrain) a 54’’

3. Lorenzo Fortunato (Astana) a 1:10

4. Bruno Armirail (Decathlon) a 1:15

5. Pablo Castrillo (Movistar) a 1:52

6. James Shaw (Education First) a 2:05

7. Louis Vervaeke (Soudal) a 2:15

24. Mikel Landa (Soudal) a 4:47

31. Markel Beloki (Education First) a 5:05

116. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 24:18


General

1. Torstein Traeen (Bahrain) 20h25:46

2. Bruno Armirail (Decathlon) a 31’’

3. Lorenzo Fortunato (Astana) a 1:01

4. Louis Vervaeke (Soudal) a 1:58

5. Jonas Vingegaard (Visma) a 2:33

6. Joao Almeida (UAE) a 2:41

7. Giulio Ciccone (Lidl) a 2:42

23. Mikel Landa (Soudal) a 3:57

26. Markel Beloki (Education First) a 4:53

174. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 57:22

Fuga consentida

En Andorra hubo tormenta y sol, elementos de una escena costumbrista y rutinaria porque muchos de ellos corrían en casa. No tardó en configurarse una fuga con una decena de dorsales de calidad.

Partieron a la aventura Vine, Traen, Armirail, Castrillo y Vervaeke, entre otros. Vingegaard aflojó el sedal y les dio carrete. No le preocupaba al danés la escapada.

El líder charlaba distendidamente con Mads Pedersen, compatriota suyo, cuando a la etapa le restaban el Alto de la Comella y la ascensión a Pal. La Collada de Santigosa y la de Toses quedaron colgadas de la percha del pretérito.

El futuro estaba delante, entre quienes componían el mosaico de la escapada, que no solo miraba al mirador de Pal, también a la azotea de la Vuelta. Era la misión de Traen.

Se reproducía el molde del pasado curso, cuando Ben O’Connor se elevó sobre el resto tras una excursión consentida, convertida con el paso de los días en un rompecabezas para Roglic, el único que pudo sobrepasarle.

Dos cursos atrás, Sepp Kuss se encorajinó con un salto al vacío que le concedió el liderato y se coronó en Madrid entre las intrigas palaciegas que ocuparon la mente de Vingegaard y Roglic en esa tirante cohabitación en el núcleo del poder.

La gerencia del equipo decidió que el premio, a modo de un regalo por el sufrimiento acumulado y los servicios prestados, recayera en Kuss.

Ayuso, desconectado en la subida a Pal. Tve

En las puertas al alto de La Comella se desató la tempestad, furiosa, sin avisar. La tormenta que invocaba a los cuadros de Turner, el pintor que hizo hablar a gritos a los paisajes, que recogió la ira de los dioses frente a los humanos. El artista elevó el paisaje de decorado a protagonista. El paisaje ejerció su poder para contar la historia.

En ese momento, con el bramido entre montañas, despertó el deseo y la ambición de Vingegaard, que ordenó a sus porteadores a caminar ligero, a elevar la tensión, a presionar para que la desventaja fuera asumible.

Vine, el más poderoso en La Comella se despidió de sus colegas de fuga en el descenso y se encaramó a Pal, la montaña más exigente. Una dosis de veneno para las piernas y lactato para el techo del paladar que liquidó al alicantino, petrificado, con la mirada hundida en la nostalgia y la tristeza en el caminar. Ayuso se apaga.