El 1 de enero de 1993 las mercancías con procedencia de cualquiera de los países de la Unión Europea dejaron de estar sometidas a aranceles, lo que significó un importante descenso de carga de trabajo en las agencias aduaneras hasta el punto de provocar la desaparición de una gran parte de ellas. De las 107 agencias que existían a 31 de diciembre de 1992 en la frontera de Irun actualmente solo sobreviven 30, según los datos que maneja el Colegio Oficial de Agentes de Aduanas de esta localidad guipuzcoana.

Su presidente, Juan Ramón Santamaría, y su secretario técnico, José Manuel García Juez, recuerdan que la transición fue dura, sobre todo por el carácter interno de este puesto aduanero que lo hizo más vulnerable a la desaparición de los aranceles en la UE. “Las agencias de aduanas marítimas están más abiertas a cualquier país del mundo y no lo notaron tanto, pero en Irun estamos rodeados precisamente de los 28 países con los que se eliminaron los aranceles”, indican, por lo que el efecto fue fulminante.

Una de las consecuencias más visibles fue la drástica reducción de la plantilla, en un movimiento que no fue inmediato pero sí muy ágil. “En diciembre de 1992, cuando nos iban a dejar en la calle, era cuando más trabajo teníamos y, como era obligatorio hacerlo y se precisaba para ello más medios humanos, fue cuando más gente empleada hubo en Irun”, afirma Santamaría, quien recuerda que “estábamos avisados”.

La paradoja se produjo cuando, en tan solo un mes, más de la mitad de esa plantilla se encontró en el paro al tiempo que se inició un goteo de despidos a medida que más países se iban incorporando a la Unión Europea. El golpe no solo cayó sobre los agentes de aduanas, sino que se extendió a otras actividades directamente relacionadas con el cobro de aranceles.

“Aquí en Irun hubo un auge de entidades financieras porque se ingresaban todos los días más de mil millones de las antiguas pesetas en derechos de aduanas, era una vorágine”, rememora García Juez. Como consecuencia de todo ello, Irun asistió a un periodo de esplendor impulsado por unos trabajadores que disfrutaban de altos salarios.

“Los restaurantes de lujo aquí estaban a tope, cualquiera tenía un BMW... pero todo eso ya ha desaparecido”, coinciden en señalar tanto Santamaría como García Juez, quienes admiten que “la aduana movía todo Irun”.

Ambos también califican de “sorprendente” cómo la ciudad fronteriza fue capaz de “reabsorber toda esa mano de obra”. Bien como transportistas, bien como agentes relacionados con esta actividad, o bien como albañiles o agentes inmobiliarios, la mayoría que no se prejubiló logró encontrar un puesto de trabajo en Irun.

Un cuarto de siglo después, la zona aduanera se ha reconvertido y las antiguas agencias de aduanas son hoy otro tipo de negocios. Una transformación similar a la que vivió la economía guipuzcoana con la desaparición de los aranceles a las mercancías de la Unión Europea.

mejora del pib Una forma resumida de explicar qué supuso la desaparición de las aduanas en la UE para el territorio guipuzcoano es que hoy día su PIB se encuentra al nivel del de Alemania y un 15% por encima de la media europea. El director de Competitividad e Innovación de Adegi, Patxi Sasigain, explica que ello es consecuencia de múltiples factores que, interrelacionados, han aportado riqueza a Gipuzkoa.

El más evidente fue una apertura a nuevos mercados que ampliaba el radio de acción de las empresas guipuzcoanas. De hecho, la información de la que dispone la patronal del territorio constata que entre 1993 y 2003 las exportaciones subieron progresivamente hasta representar el 74% del conjunto en 2003.

A partir de ese año, en cambio, el escenario varía con el fuerte desarrollo de países emergentes que provocó un descenso de las ventas exteriores en la Unión Europea, que actualmente representan el 60% del total de exportaciones guipuzcoanas.

No obstante, Sasigain advierte de que el mercado europeo mantiene intacto su “papel estabilizador para el comercio exterior de Gipuzkoa, pues cuando el resto del mundo flaquea muchas veces las exportaciones al conjunto de Europa permiten mantener nuestra actividad”.

La apertura al comercio exterior no es el único motivo que explica la mejoría experimentada por la economía en Gipuzkoa. También se abrieron las puertas a la inversión extranjera que contribuyó a modernizar la industria y hacerla más competitiva. Al mismo tiempo, también se facilitó el acceso a unos fondos estructurales europeos con los que se adecuaron las infraestructuras, imprescindibles para el máximo desarrollo económico de un territorio.

Junto con estas ventajas, existen otras más “intangibles”, explica el director de Competitividad e Innovación de Adegi, entre las que cita la estabilidad o la mayor dimensión que proporciona pertenecer a la Unión Europea para poder negociar acuerdos. Añade que “empresas que antes no podían exportar ahora lo hacen por la proximidad de los mercados”, así como la homogeneización de normativas. Todo ello en un relativo corto periodo de 25 años que ha dado la vuelta a la economía y sociedad del territorio.