Desde hace más de una semana, los bares y restaurantes de la Parte Vieja donostiarra se prepararon para “los días más estresantes y cansados” del año haciendo acopio de provisiones, extendiendo las barras y los cañeros y ampliando las plantillas. Todo es más que necesario para hacer frente a la avalancha de personas que acuden cada noche, a partir de las 20.30 horas, con un objetivo claro: cenar con el tiempo suficiente para no perderse el espectáculo de fuegos artificiales.
“Son días de mucha locura. Todo el mundo quiere cenar a la misma hora y rápido. La gente quiere el pack: bocata, fuegos artificiales y helado”, afirma Xabier Agirre, responsable de Juantxo Taberna, donde durante cada noche de la Aste Nagusia despachan entre 2.000 y 3.000 bocadillos. “Las vísperas de festivo, el día del abordaje y los fines de semana suelen ser los más numerosos y siempre hay dos días en medio –el martes y el miércoles– que se viven más calmados, pero sigue viniendo mucha gente”, explica.
Para dar de comer a todas estas personas, desde comienzos de la semana pasada trabajaron en los preparativos: aprovisionamiento de género y bebida, ampliación de la barra –desaparecen las mesas del comedor– e incremento en el número de trabajadores. “Cada año tratamos de ajustar algo para que el servicio sea lo más rápido posible”, reconoce Agirre, sabedor de que la mayoría de aquellos que acuden al Juantxo buscan hacerse con un bocadillo con tiempo suficiente para ver el espectáculo pirotécnico. “Viene, sobre todo, gente que ya nos conoce. Muchos son de Donostia o de Gipuzkoa”, explica.
“Son días de mucha locura. Todo el mundo quiere cenar a la misma hora y rápido”
En cuanto al bocata más demandado, no hay duda: triunfa el de tortilla de patata. “Son días de mucha tensión, pero muy importantes para nosotros, ya que se factura una gran parte del verano”, reconoce, al tiempo que explica que, a pesar del “estrés y el cansancio”, se trata también de “la semana más divertida del año”. “Como somos una plantilla muy grande, solo coincidimos todos en fiestas y nos lo pasamos muy bien. Después del servicio, aprovechamos para salir a tomar algo”, indica.
Un día después de que terminen las fiestas, este domingo, organizarán un año más una cena entre los trabajadores y, al siguiente, el lunes, cerrarán. “Es el único día del año en el que no abrimos. Hay que trabajar sí, pero también disfrutar algo de la fiesta”, indica entre risas.
“La locura empieza a las 20.00 horas”
Por si los hasta 3.000 bocadillos que salen de las cocinas del Juantxo cada noche no fueran suficientes, justo al lado, el Danena Taberna también se encarga de repartir centenares de bocatas. “A la mañana, mantenemos la carta, pero a la noche solo damos bocadillos. Viene todo el mundo a la vez y quieren tener el bocata caliente”, afirma Arantxa Nezabal, propietaria del local.
“Cada noche se nos juntan todos nuestros clientes habituales a la misma vez”
“La locura suele empezar a las 20.00 horas y termina a las 22.30 horas, antes de los fuegos”, añade, afirmando que la afluencia de gente varía, principalmente, a partir de dos condicionantes: el artista que actúe ese día en Sagüés y, sobre todo, el tiempo que haga. “Nuestra clientela suele ser habitual, pero lo que pasa es que son días en los que se juntan todos nuestros clientes habituales a la vez”, asevera la responsable de un establecimiento en el que también triunfan las tortillas de patata y los bocatas de calamares.
Nezabal reconoce que estos son días muy buenos para el negocio, con ventas que se multiplican cada noche en comparación con el resto del año. “Se trabaja bien, pero es necesario, porque luego viene el invierno”, avisa, explicando que los días de la Aste Nagusia son una excepción en el calendario. “Contratamos a más gente y vamos preparando todo con días de antelación. Son días de mucho trabaja”, agrega.
“Cuando llevas cinco horas y el ritmo no para, quieres dejarlo todo”
Otro de los establecimientos míticos de Donostia que se encuentra estos días con la maquinaria a pleno rendimiento es La Mejillonera, desde donde estiman que utilizarán durante todas las fiestas unos 300 kilos de patatas. “Arrancamos el pasado sábado y, a estas alturas, que Dios nos coja confesados”, bromea Coro López, a punto de cumplir cuatro décadas de trabajo en el local. “Durante la mañana y la tarde se vende muy bien, pero a partir de las 21.00 horas es la locura. Todo el mundo viene a cenar rápido para irse a los fuegos”, comenta.
Gran parte de estos comensales piden para llevar, siendo los bocadillos, los calamares y sus conocidas bravas los principales reclamos. “Nos preparamos para estos días una semana antes de empezar las fiestas porque sino no llegas”, indica, explicando que, a pesar del incremento en la carga laboral, la plantilla es la misma. “Solo viene una persona más en el verano para limpiar el calamar, porque lo limpiamos nosotros”, señala.
“Gracias a estos días podemos permitirnos mantener la plantilla durante todo el año”
“Son días muy duros y cuando llevas cinco horas a tope y ves que no baja el ritmo de pedidos, quieres dejarlo todo, pero es una semana muy importante para nosotros. Luego llega noviembre o febrero, que son meses flojos, y gracias a estos días podemos permitirnos mantener la plantilla durante todo el año”, revela.
En estas fechas, no solo durante la Aste Nagusia, los turistas son mayoría. “En verano, en la Parte Vieja no escuchas ni castellano ni euskera”, bromea la encargada del local, añadiendo que, durante las fiestas, lo que más influye es la climatología. “Si llueve, bajan mucho los pedidos, pero como haga calor, podemos triplicarlos perfectamente”, reconoce, confesando que, con el final de las fiestas, llega una calma más que necesaria. “Pero, ahora mismo, todavía lo veo muy lejos”, confiesa entre risas.
“Hay tiempo para ir a los fuegos con el café y el chupito tomados”
Más allá de los bocadillos, la Aste Nagusia también es una excusa perfecta para darse un buen homenaje en un restaurante. En el Aita Mari, por ejemplo, llevan “23 Semanas Grande” dando de comer a centenares de clientes, mayoritariamente donostiarras. “Viene, sobre todo, gente que nos conoce. No somos un negocio enfocado al turista y a sus horarios de comida, si no que está pensado para la gente de aquí”, observa su propietario, Pablo Lara.
“Esperamos esta semana como agua de mayo. La gente está más animada y consume más”
Como cada año, la plantilla del restaurante se ha ampliado con dos personas más para poder atender a los clientes que llenan cada noche el local. “Este año está costando más. Antes, al empezar la fiesta ya se tenía todo reservado y este año solo teníamos la mitad de las mesas, pero, al final, acabaremos por llenar todas”, anticipa, explicando que, a pesar de las fiestas, no han variado el menú. “Ofrecemos seis primeros y seis segundo a elegir, todo con productos de la zona, por 50 euros. Está pensado para la gente de aquí, más que para el turista ocasional”, comenta.
El menú, eso sí, asegura, se puede degustar antes del inicio de los fuegos artificiales. “Viniendo a las 20.30 horas hay tiempo de sobra para ir a verlos con el café y el chupito tomados”, ríe, mientras reconoce que días como estos son muy necesarios para los establecimientos de la ciudad. “Esperamos esta semana como agua de mayo. Nos hacen falta días así, ya que la gente está más animado y consume más de lo habitual”, apunta.