Donostia ha vuelto a ser invadida y esta vez no por los turistas. En esta ocasión ha sido unos piratas sin parche los que han surcado las aguas del Cantábrico, desde el puerto a la playa de La Concha, para tomar la ciudad. Cerca de 1.500 tripulantes, a bordo de 250 embarcaciones elaboradas con piezas de corcho, palés, flotadores varios, cañas entrelazadas e, incluso, colchones, han protagonizado uno de los momentos cumbre de la Semana Grande: el abordaje.
El sol que ha reinado, a veces con demasiado poder, en los primeros dos días de las fiestas, se ha tomado un respiro en su labor de poner a arder la capital guipuzcoana tras una jornada infernal, la del domingo. Por su parte, la mar, con la ayuda de la marea baja, estaba tranquila, con pocas olas que pudiesen hacer naufragar a las embarcaciones, algunas de las cuales difícilmente pueden alcanzar esta calificación. Lo único que estaba movido era el ambiente y la pelea por pasar en primera posición la salida del puerto.
Abarrotado desde primera hora
El puerto de Donostia presentaba una espectacular imagen desde primera hora de la mañana, cuando las cuadrillas poco a poco fueron llenando la rampa y el paseo. Música y color, mucho color, y todo tipo de herramientas y objetos, como cañas de bambú o churros de piscina, han cambiado la imagen habitual del puerto de la capital guipuzcoana antes de la botadura. Todo, o casi todo, sirve para tratar de llegar a la orilla de la playa de La Concha. Desde la mañana se respiraba ganas de fiesta y la sonrisa de los y las participantes hacían indicar que se trataba de un día único.
Desde ese momento se apreciaba las diferencias entre los grupos de amigos y amigas: algunos trataban de rozar la perfección, con las fórmulas matemáticas y físicas en la cabeza para hacer un bote grande, homologado y veloz. Otros, en cambio, eran más conformistas, con palés de madera mal puestos y clavos que no ecajaban. Los más valientes, simplemente, iban con un flotador entre decenas de transatlánticos.
La expectación era tal que muchos, ante la imposibilidad de encontrar un sitio en el puerto, han optado por subir a Urgull o esperar apoyados en la barandilla de La Concha para ver llegar el desembarco más colorido y pirata. Los más rápidos han podido vivir la experiencia al lado de los protagonistas, aunque para gozar de las zonas más privilegiadas han tenido que llegar varias horas antes del evento. El espigón también ‘ha colgado’ el cartel de completo.
Pistoletazo de salida
Por la tarde, a las 17.00 horas, han zarpado las naves desde el puerto a ritmo de Zure Eskutik de En Tol Sarmiento. El orden de salida se ha esperado con ansiedad, para realizar una travesía corta pero intensa. Tanto el muelle como todas las zonas colindantes, como el paseo de los Curas, han mostrado un aspecto abarrotado y las fotografías se han sacado casi a codazos. Como todo en la vida, los peces gordos se han comido a los pequeños, y las embarcaciones más humildes se han quedado en la popa de los más poderosos.
Con el pistoletazo de salida ha comenzado a chispear, como si de una película de piratas se tratase. Aunque la lluvia ha arreciado hacia las 17.30 horas, obligando a cientos de asistentes a abandonar la playa a la carrera. Ni el sol pudo el domingo con los gigantes y cabezudos ni la tormenta con los piratas.
Durante los tres cuartos de hora que aproximadamente ha durado el evento, se ha podido presenciar todo tipo de acontecimientos, desde balsas perfectamente estructuradas a flotadores pinchados por culpa de los toques. Todo ha sido parte del espectáculo. También ha habido quienes han hecho de bote salvavidas, acogiendo en su buque a todas esas personas que no han podido completar el recorrido sin caer al agua. Por ello, como también es costumbre, han sido más las tripulaciones que han llegado a nado o empujando su embarcación a las que las que lo han hecho sobre su cubierta.
Los y las presentes en la playa de La Concha han presenciado, atónitos, la llegada de los botes. Muchos, sin saber de lo que iba la historia, se han sorprendido al ver a cientos de piratas acercarse a la bahía. “¡Que vienen los piratas!”, ha gritado uno ante la incredulidad del resto. De fondo, muchos bañistas han seguido disfrutando de una de las mejores playas del mundo.
Los primeros en llegar, palistas casi al ritmo del medallista olímpico Pau Etxaniz, solo han necesitado quince minutos, mientras que los últimos han desembarcado a eso de las 17:50 horas. “Ha sido una experiencia única, el año que viene repetiremos. Aunque hemos perdido a uno por el camino”, ha comentado, entre risas, un joven donostiarra del instituto Peñaflorida.