Donostia en verano ofrece muchas opciones para el disfute. Fiestas y propuestas culturales se suceden.

¿Qué balance hace de la fiestas estivales?

La Semana Grande ha tenido muy buena acogida y más de un millón de personas ha participado de alguna forma en la programación. Viene a cumplir un objetivo principal: ofrecer entretenimiento a todas aquellas personas donostiarras que se quedan en la ciudad en agosto.

¿Para donostiarras?

–Es un elemento de atracción para los municipios del entorno y los visitantes. Pero creo que la mayor aportación de la Semana Grande es para las y los donostiarras. 

¿Hacia dónde se mira al realizar la programación?

–Aquí las cosas las hacemos pensando en los de casa. También tenemos que tener la capacidad de enseñar y contar bien. Creo que uno de los mayores activos de Donostia es tener la suficiente autenticidad para ofrecer cosas, que no tenemos que inventar nada ni traer nada de fuera. Eso es lo que hay que cuidar y ofrecer, pensando siempre en las personas que habitan la ciudad. 

¿Se atiende el parecer de los donostiarras en el programa?

–La Semana Grande es un buen ejemplo de ello. Es verdad que en el imaginario colectivo hay una idea de que la fiesta mira al exterior, porque la Semana Grande discurre en agosto y tiene el origen que tiene. No hay que olvidar que nació a comienzos del siglo XX para atraer visitantes a la ciudad. Pero, por suerte, la ciudad ha sabido evolucionar con su oferta en el Zinemaldia, la Semana Grande y en otras muchas actividades culturales y festivas. 

¿Evolución en qué sentido?

–Por ejemplo, que la Semana Grande se haga no solo en el centro de la ciudad sino que tenga actividades en los barrios, sinónimo de que las y los donostiarras son lo primero. En toda la programación de Semana Grande hay muchas actividades que organiza el área de fiestas, pero en otras muchas solo colaboramos. 

¿Cómo ha ido el verano cultural?

–Si tuviera que destacar algo sería la oferta en San Telmo y en Tabakalera. Con la exposición de Sorolla y la de carteles, en San Telmo; la de moda, en la sala Kubo, y la del Bellas Artes, en Tabakalera, la ciudad ha respondido muy bien pero también los visitantes.

Estamos a las puertas de un Festival de Cine descafeinado por la huelga de guionistas en EE.UU.

–Repito lo dicho. Esta ciudad ha tenido una tradición y orígenes turísticos de importancia que han contribuido a que Donostia tenga una gran oferta cultural. Pero al mismo tiempo hemos tenido la capacidad de transformar esa oferta y no destinarla solo al turismo. El Zinemaldia es un ejemplo. Es un festival que nace para generar atracción sobre la ciudad y que ha sido capaz de reinventarse y mirar mucho a la industria y el sector. Ahora mismo es casi el mayor escaparate para que las producciones vascas audiovisuales tengan una plataforma de presentación. 

Se ha referido a Tabakalera.

–Hoy por hoy Tabakalera tiene una dirección clara, con un equipo directivo muy potente que está dando coherencia a todos los espacios que integran el proyecto. Hay distintos ejemplos de éxito en los últimos tiempos: la exposición de Get In, repasando la historia de conciertos de la ciudad; la del Zinemaldia y la del Bellas Artes. Tabakalera ha ido marcando hitos culturales importantes, pero hay que recordar que no deja de ser un elemento cultural todavía joven. Un proyecto así es de digestión lenta y necesita un tiempo para dejar su poso. – A.L.