el Paseo Nuevo se llena de atracciones durante estos días de Semana Grande y recibe a familias, turistas y cuadrillas de jóvenes a los que les gusta sentir un subidón de adrenalina durante breves minutos montándose en barracas de vértigo.

Y es que los que más disfrutan de las ferias son los niños y jóvenes, que hacen de las suyas para que padres y abuelos cedan y les inviten a los viajes de las más de diez atracciones instaladas en el lugar, atraídos por la música, el olor a churros y los feriantes que les llaman por micrófonos que retumban la zona. “Traigo el dinero justo y lo reparto desde que salimos de casa porque si no mis hijos cogen carrerilla y se apuntan a todo”, confiesa Jorge Díaz, un padre de familia que asegura sentirse agobiado por la multitud de chavales que se reúnen estos días en el Paseo Nuevo. “Como mis hijos son pequeños venimos por la tarde, aunque hacia las 19.00 horas empieza a llenarse y antes de los fuegos es un caos”, añade.

Así lo confirma Fernando Sampedro, un feriante “de toda la vida” que año tras año se instala en Donostia con su atracción, el Flic Flac. “A partir de las seis empieza a venir mucha gente. No solo chavales con sus amigos, también muchos padres y abuelos con sus hijos”, recalca el logroñés desde su barraca, la más próxima al Aquarium. “Llevo unos 30 años como barraquero, un oficio que pasa de padres a hijos”, destaca.

Y es que las barracas no funcionan solas , necesitan personas que se encarguen de su cuidado para que los paseantes disfruten. Varios bingos, los clásicos autos de choque, el Rodeo, la Barca Vikinga... Son muchas las atracciones que ponen a tono el Paseo Nuevo durante la Aste Nagusia, “aunque no solo estamos aquí, viajamos todo el año para animar diferentes ciudades”, explica Roberto, encargado de uno de los bingos.

Aunque la diversión es un factor indiscutible, no todos se lo pasan tan bien. “Los precios son carísimos para los tres minutos que dura cada viaje”, explica el donostiarra Andoni Ibaceta con cierta resignación. “Al final vienes, te montas en dos atracciones y te quedas sin casi diez euros sin darte cuenta”, añade. Cada viaje tiene un precio de 3,20 euros, algo que a los usuarios no les termina de convencer. Ante ello, la encargada de El Rodeo, Yolanda Barata, asegura que “de algo hay que vivir”.

No obstante, hay quienes, pese al precio, repiten. “Las atracciones que dan muchas vueltas me dan miedo”, dice Ane Sánchez, que se sube por cuarta vez en una de las ferias. “Por eso me monto en la Barca Vikinga, que es de las que más me gusta. Se mueve de un lado a otro pero tampoco gira mucho”, asegura justificando el que será su quinto viaje.

Junto a ella, a unos pocos metros, decenas de jóvenes hacen cola para montar en la novedad, el Skater USA, “una pasada”, según los chavales. “Esta nueva atracción me ha gustado mucho y me he montado tres veces”, confiesa Aarón Ancizar. “Te montas y estás inclinado. Te sube y te empieza a dar vueltas desde arriba hacia todos los lados”, explica. No obstante, no todos se atreven a subir. “Yo creo que no soy la única que se queda abajo mirando”, dice Carmen Traba mientras contempla el tiovivo que sobrevuela la zona. “Como me suba ahí me quedo mareada para el resto del mes”, añade convencida la donostiarra.

Pero no todo son atracciones. Churrerías, bingos y puestos donde se explotan globos son otros de los atractivos de la zona. “La gente que participa viene por algunos premios como batidoras o coches teledirigidos”, explica Marta Domínguez mientras juega al bingo. Y es que hay quien se pica y juega más de un cartón. “Nunca sabes cuándo puedes tener un golpe de suerte”, añade Domínguez.

Mientras tanto, los feriantes coinciden en que lo mejor de su tarea es “estrechar lazos con la gente”. “Aunque ser feriante tiene sus contras, que no son pocos, lo mejor de nuestro trabajo es el contacto con los clientes. Al final hay personas que vienen todos los días y te conocen, al igual que tú a ellos”, confiesa Ramón, heredero de uno de los bingos.