- Si la vida de toda la humanidad sufrió un colapso histórico el pasado mes de marzo con la aparición de la pandemia del COVID-19 y todas sus consecuencias socioeconómicas, el corazón de Los Angeles Lakers ya llevaba maltrecho, atravesado por un inmenso dolor, desde semanas atrás, concretamente desde el 26 de enero. Aquel domingo fallecieron en un accidente de helicóptero que segó también la vida de otras siete personas Kobe Bryant, el último gran héroe de la franquicia oro y púrpura, y su hija de 13 años Gianna. Desde ese momento, honrar la memoria de la Mamba Negra se convirtió en una obsesión para LeBron James y compañía dentro de la temporada más extraña jamás vista en la NBA. Porque el coronavirus obligó a detener la liga y esta solo pudo reanudarse cuatro meses después en una burbuja de Orlando en la que los Lakers han tenido que permanecer 94 días enclaustrados para cumplir su meta, por fin, en la madrugada del lunes batiendo a los Miami Heat por 93-106 en el sexto partido de la final, conquistando el 17º título de su historia y alcanzando así a sus odiados Boston Celtics en la cúspide del palmarés.

Si hay un jugador capaz de gestionar con acierto la tensión de una temporada tan emocional y caótica teniendo tiempo además para erigirse en uno de los portavoces nacionales contra la injusticia y la violencia racial en Estados Unidos ese es LeBron James. El fenómeno de Akron aterrizó hace dos cursos en Los Ángeles con la promesa de devolver a los Lakers a la tierra prometida. No pudo hacerlo de inmediato por una lesión, perdiéndose sus primeras finales de la NBA desde 2010, precisamente fecha del último entorchado angelino, pero sí a la segunda. El Elegido, tras reclutar para la causa a Anthony Davis, factor desequilibrante este curso, ha sido a sus 35 años el mascarón de proa de un equipo al que muchos han intentado endosar demasiados defectos en lugar de ensalzar sus enormes virtudes posiblemente por la presencia del propio James, una de esas figuras que se adoran o se odian sin mucho lugar al término medio.

En las eliminatorias por el título, los Lakers dejaron en la cuneta a Portland, Houston y Denver y se encontraron en la final a unos inesperados Miami Heat. Los entrenados por Frank Vogel se adelantaron 3-1 y se presentaron al quinto partido engalanados en su uniforme negro Mamba con ganas de celebración, pero Jimmy Butler, que estas últimas semanas ha ascendido al peldaño de los elegidos por su brutal rendimiento, y los suyos les aguaron la fiesta. Los angelinos, tocados en su orgullo, no estaban dispuestos a volver a tropezar en la misma piedra y en el sexto saltaron a la cancha en estampida, con un nivel de actividad defensiva que desarboló por completo a su rival. Los Heat aguantaron en pie hasta el 16-17. La salida a escena de Rajon Rondo, con nueve puntos en un abrir y cerrar de ojos, disparó a los Lakers, y el resto lo hizo su retaguardia. Los jugadores de Miami acusaron el cansancio y entraron en una espiral de fallos a la hora de buscar el aro. Sus acciones acababan en pérdida, fallo o tapón y con un denominador común: James, Davis y compañía podían salir una y otra vez al galope hacia la canasta rival haciendo valer su superioridad física para desatar la tormenta perfecta. 36-64 al descanso y fin de la historia.

LeBron firmó un nuevo triple-doble (28 puntos, 14 rebotes y 10 asistencias) y fue elegido MVP de las finales, su cuarta distinción de este tipo y el primer jugador en lograrlo con tres equipos distintos. Su cuarto anillo ya es una realidad y asegura que está en condición de lograr alguno más mientras se reavivan las eternas comparaciones con Michael Jordan. De momento, ha cumplido la promesa de honrar la memoria de Kobe.

Los Lakers igualan a Boston. Ambos suman 17 títulos de la NBA, un empate que no se daba desde 1962. Los Chicago Bulls tienen seis.

Dominio angelino. La ventaja de 28 puntos de los Lakers en el descanso del duelo definitivo fue la segunda más grande en un partido de las finales. Además, en ese choque siempre fueron por delante en el luminoso, algo que solo dos equipos (los Lakers de 1982 y los Celtics de 1986) habían logrado antes en un partido que acabó decantando el título de la NBA.

LeBron James. Conquistó su cuarto MVP de las finales y es el primer jugador de la historia en lograr esta distinción con tres equipos distintos (antes lo logró dos veces con Miami y una con Cleveland). Además, es el cuarto jugador de 35 o más años en ser el mejor jugador de la serie decisiva tras Kareem Abdul-Jabbar, Wilt Chamberlain y Michael Jordan.

Anthony Davis. Se convirtió en el tercer jugador de la historia que no es reconocido MVP de las finales tras promediar más de 25 puntos y 10 rebotes para el equipo que conquista el anillo.

Rajon Rondo. Es el segundo jugador que gana la NBA con Celtics y Lakers.

Jimmy Butler. Segundo jugador, tras LeBron James en 2016, en liderar a su equipo en puntos, rebotes, asistencias, robos y tapones en las finales.