n mayo de 2007, durante los festejos de la que hasta la fecha es la última Champions League conquistada por el Milan, en cuyo palmarés figuran nada más y nada menos que siete títulos de la máxima competición de clubes europea, un corto vídeo dio la vuelta al mundo. En los tiempos en los que la palabra viralizar no había adquirido aún un uso tan cotidiano como en la actualidad, la acción defensiva de un niño sobre Clarence Seedorf llamó muchísimo la atención. Tanto, que fue uno de los instantes más repetidos de la celebración del Milan ante su público en San Siro. Aquel chaval de pelo largo, ataviado con la equipación rossonera, es ya adulto. Se llama Daniel y se apellida Maldini, como su padre y como su abuelo, dos leyendas del conjunto italiano. El nieto de Cesare e hijo de Paolo ha cogido el testigo y es ya toda una realidad en el Milan.

En esa búsqueda por recuperar los éxitos pasados, ese largo caminar por el desierto a la sombra de sus vecinos del Inter y especialmente de la Juventus, dominadora del Calcio en la última década, Daniel Maldini (Milán, 11-X-2001) debe jugar un papel relevante. Debutó en la elite el 2 de febrero del pasado año, pocas semanas antes de que el coronavirus detuviera el mundo. Una enfermedad que entró a Europa desde la región de Lombardía, donde tuvo una incidencia brutal en los primeros meses de la pandemia, y de la que no se libró el protagonista de estas líneas. Tampoco su padre. Reanudada la competición, el técnico Stefano Pioli le volvió a dar la alternativa en el choque que cerró la competición doméstica italiana.

El tercer representante de la saga Maldini, un hecho insólito en el mundo del fútbol profesional, asomó a cuentagotas en el primer equipo milanista la pasada campaña, disfrutando de muy pocos minutos en sus esporádicas apariciones, aunque se pudo estrenar en la Europa League y pasear de nuevo el apellido familiar por el Viejo Continente.

Este curso ha ido un paso más allá y, además de debutar en la Champions, en un templo futbolístico como Anfield, ha marcado su primer gol. Lo hizo el sábado, ante la Spezia, al conectar un buen testarazo con el que abrió el marcador. La mejor manera de celebrar su primera titularidad en liga como rossonero.

Futbolista de corte ofensivo, que acostumbra a actuar en la media punta, muy lejos de las posiciones en las que destacaron tiempo atrás su abuelo y su padre, dos grandísimos defensores que marcaron una época en Italia y Europa, llegó a la cantera del Milan en 2010, antes de cumplir nueve años.

En sus inicios en el club lombardo, quizá influenciado por su apellido, comenzó de defensa y es probable que repitiera muchas de esas acciones como la que se viralizó ante Seedorf, pero no tardaron en adelantarle y ubicarle en posiciones más cercanas a la portería rival. Dicen que de casta le viene al galgo, pero Daniel ha roto con la tradición.

En la grada del Stadio Alberto Picco de La Spezia, Paolo siguió el estreno goleador de su hijo, dorsal 27 a la espalda, un momento irrepetible que el exdefensor vivió con una enorme sonrisa. Fallecido en 2016, Cesare no pudo ver el debut de su nieto, pero sí estuvo presente el día que su hijo se vistió por primera vez la elástica del Milan en la Serie A. Lo hizo, además, desde primera línea, pues en el ya lejano año 1985 ejercía de asistente del entrenador sueco Nils Liedholm.

A aquel primer partido de Paolo le siguieron otros 901 para un total de 902, en los que lució mayoritariamente el dorsal número 3 que le acompañó en su larguísima y exitosa carrera deportiva. El Milan lo retiró en honor a una de sus leyendas, pero son muchos los rumores que apuntan que este podría recuperarse siempre y cuando fuera para un familiar. No juega en defensa, pero Daniel podría ser un digno sucesor de su padre y recuperar su dorsal. El tiempo lo dirá.