- El Palmeiras no esperó y después de la conquista, el sábado en Río de Janeiro, del título de la Copa Libertadores embarcó casi de inmediato para Sao Paulo, donde ayer fue recibido por la afición, que, haciendo caso omiso a las restricciones impuestas por la pandemia, arropó a sus ídolos.

Millares de seguidores, la mayoría sin mascarillas de protección, se aglomeraron en las afueras del estadio Allianz Parque, la casa del nuevo rey de América. La final de la Copa Libertadores se disputó este año en el mítico estadio Maracaná de Río de Janeiro, que recibió dos equipos del vecino estado de Sao Paulo: el Santos y el Palmeiras, que tuvo mejor suerte y convirtió un agónico gol en tiempo de descuento con el recién ingresado Breno Lopes, el héroe del partido.

El equipo del Parque Antártica se alzó así con el título que había conquistado por única vez en 1999, a expensas del colombiano Deportivo Cali, y que no volvió a disputar después de que al año siguiente, en 2000, perdiese la final también en definición desde el punto penalti frente a Boca Juniors.

Aunque el equipo desistió por razones sanitarias una celebración con un concierto sobre un gigantesco camión de sonido, como se acostumbra en las calles en el Carnaval y pretendía hacerlo la Mancha Verde, principal barra brava, no fue imposible impedir el desbordamiento de los hinchas.

El confinamiento rígido los fines de semanas decretado por el Gobierno de Sao Paulo, que declaró estado de emergencia en fase roja por el aumento de los casos y muertes relacionadas con la covid-19, no impidió que los hinchas se congregaran desde la mañana del sábado para esperar el partido y luego celebrar el ansiado título.

Sao Paulo es el epicentro de la pandemia por el nuevo coronavirus en Brasil, país que con 210 millones de habitantes se aproxima a las 224.000 muertes y los 9,2 millones de casos confirmados.

Tampoco el cierre de bares y licoreras restringió el consumo de bebidas alcohólicas. Desde su llegada al aeropuerto de Guarulhos, que opera para Sao Paulo, y durante su trayecto hasta el Allianz Parque, el técnico portugués Abel Ferreira, que conquistó su primer título en su corta carrera como entrenador, y los jugadores recibieron un baño de masas.

Una caravana de automóviles, con banderas y pitos, escoltó el autobús del campeón de América y despertó la algarabía por donde pasaba hasta su llegada al barrio de Barra Funda, en la zona occidental de la mayor ciudad suramericana.

Los jugadores no se contuvieron y algunos subieron al autobús para registrar en sus teléfonos móviles la calurosa recepción de los hinchas.

Antes del comienzo del partido, una gresca entre hinchas del Palmeiras y de su rival Corinthians terminó con disparos, la muerte de un seguidor del Corinthians y varios heridos de bala.