donostia - Iván García Cortina (Bahrain-McLaren) miró para atrás y allí, enganchado en la derrota, apareció el enorme Peter Sagan (Bora), al que aún le falta reprís. El esloveno olfateó el acelerón de Cortina, perfecto en su despegue, pero no pudo remontar la velocidad del asturiano, un bólido en la tercera etapa de la París-Niza, resuelta al sprint en una jornada que apiló caídas, entre ellas una que derrotó a Bennett con la clavícula dañada entre las vallas. Cortina evitó el peligro para colarse camino de la gloria.

"Ha habido un poco de caos al final. He visto un espacio, me he lanzado a tope hasta meta, y he podido conseguir la victoria", apuntó el asturiano en su segundo triunfo como profesional. La otra muesca correspondía a una etapa del Tour de California. Cortina fue el telón de acero para Sagan en la Châtre, meta de la tercera etapa de la carrera francesa, que ha trazado un cordón sanitario alrededor de las llegadas y las salidas para contener en lo posible el contagio del coronavirus.

Así que la victoria de Cortina tuvo algo de espectral por la ausencia de público y por la no menos llamativa imagen de la ceremonia del podio, muy lejos del estándares del ciclismo. En el podio, nadie tocó a Cortina, que recogió el trofeo él mismo antes de acceder a la tarima en solitario. No hubo proximidad ni contacto entre las autoridades y el vencedor de la etapa, algo impensable antes del virus. Ante la epidemia del coronavirus, manda el sentido común y la distancia de seguridad. Maximilian Schachmann (Bora), líder de la París-Niza, recibió el mismo trato. Nadie quiere correr riesgos. Aunque invisible, el coronavirus planea sobre la carrera francesa.

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