¿Cómo llegó a descubrir esta fascinante historia sobre unos noruegos que desembarcan en Tolosa hace casi 120 años?
—Fue por 2020. Mientras trabajábamos en el programa Historias a bocados de ETB conocimos a Susana Iturralde Kildal en Berastegi. Nos contó que su abuelo era noruego. Que había venido a vivir aquí y que por eso ella tenía los ojos azules. También mencionó que su hermana conservaba unos esquís antiguos, de cuando el primer club, y regentaba una tienda de montaña en Tolosa (Anate Iturralde Kikdal fue quien vendió el equipo de montaña, entre a otros muchos, a Martín Zabaleta para aquella pionera conquista del Everest en 1980).
Y, claro, aquello le interesó.
—Sí. En 2024 decidí que podría ser una buena historia para contar y traerla al Mendi Film Fest, que es un evento que me encanta. Llamé a Anate y Susana, que se acordaban de nosotros. Me recibieron con un bizcocho noruego y café. A partir de ahí, todo fue muy fácil.
¿Qué encontró?
—Descubrí que el abuelo de Susana había venido a trabajar en Mustad, una empresa propiedad de Halfdan Magnus Mustad que se implantó en Tolosa en 1907. Decidieron instalarse en el sur de Europa. Eligieron Tolosa por su conexión con la meseta y las carreteras. Se trataba de una factoría de anzuelos y clavos para herrar caballos. El envíado llegó en barco y luego se subió a una bicicleta en Donostia con la misión de encontrar una localización. Eligió una campa al lado del río Oria, lo que facilitaba el transporte de materiales.
¿Y la eclosión del esquí?
—En marzo de 1908 nevó. Ingenieros noruegos se pusieron a esquiar. En aquella época la nieve era considerada en Tolosa un problema para pastores, caseríos, empresas y desplazamientos. Ver a gente que se divertía y se movía con esquís causó asombro. Pero a la burguesía tolosarra le pareció muy atractivo.
¿Cómo se desarrolló la afición por el esquí?
—No nevaba a menudo en Tolosa. Así que los burgueses, que disponían de tiempo, dinero y coche, comenzaron a desplazarse a Berastegi y Aralar para esquiar. Personas como Isaac López Mendizábal o Policarpo Elosegi, que habían trabajado fuera y sabían idiomas, trabaron amistad con los ingenieros noruegos. Al dueño de Mustad le gustaba relacionarse con la burguesía local para crear sinergias. Empezaron a esquiar juntos.
¿Por qué fundaron un club?
—En 1909 quisieron participar en eI II Campeonato Internacional de Saltos que se celebraba en Eaux-Bonnes, cerca de Gourette. Pero para tomar parte necesitaban inscribirse como club. Por eso crearon el primer club de esquí registrado en España, el Esquí Club Tolosarra, formado por noruegos y tolosarras.
¿Qué tal les fue?
—Los tolosarras eran bastante inexpertos pero los noruegos eran muy buenos. Uno de ellos, Gustav Ass, quedó segundo y se llevó la primera medalla registrada del deporte español en un campeonato internacional de esquí. Alfonso XIII le remitió un telegrama de felicitación. Cuenta la leyenda que Isaac López Mendizábal, viendo a los tolosarras impresionados por la magnitud del salto (no habían visto nunca una pista de ese estilo) y la presencia de público, dijo que no marcharían de allí sin que al menos uno se lanzara por la pista. Se tiró y se dio un tremendo golpe. “Al menos, hemos dejado huella”, dicen que sentenció.
Todo resulta sorprendente en esta historia.
—Lo más curioso es que Tolosa se encuentra prácticamente a nivel del mar. El club nació casi a la vez que el Centro Excursionista de Catalunya o el Peñalara de Madrid, pero estos se sitúan en altura.
¿Cómo evolucionó el club?
—Continuó hasta la segunda mitad de los años 30. Empezaron a esquiar en Aralar porque había más nieve y querían practicar. Cuando creció la inquietud, fueron a Candanchú. Y allí, en 1934, construyeron el primer hotel orientado exclusivamente al esquí. (No había pistas en la época y había que ascender usando pieles de foca). El hotel Candanchú, que crearon aquellos tolosarras que contaban con un coche con orugas, sigue funcionando.
¿Qué huella dejaron los noruegos?
—Algunos venían solo por unos meses para poner en marcha la empresa. Unos pocos se quedaron definitivamente. Marcus Kikdal, el abuelo de Susana y Anate, se quedó a vivir porque conoció a Rosita, una mujer de Berastegi. Se casaron y tuvieron cinco hijos. Las nietas cuentan con gracia que no saben cómo se entendían, porque ella apenas hablaba castellano y él solo hablaba noruego. Pero se adaptó muy bien, iba a la sociedad gastronómica, al frontón, tenía cuadrilla y murió aquí. Otros que se quedaron tienen descendencia en Donostia.
Así que su gran legado fue el esquí.
—Sí. Y ha perdurado hasta hoy. Actualmente, Tolosa, siendo una localidad que no es de montaña, tiene cinco participantes en competiciones internacionales de esquí. Como decía Txiki Plaza, uno de los entrevistados, es como si hubiera un surfista de primera línea en Albacete.
¿Qué ocurrió con el club después de la Guerra Civil?
—Desapareció y perdieron el hotel de Candanchú. Pero se mantuvo la llama. Y en los años 60 el esquí se popularizó y democratizó. Entonces nació en Tolosa el Club Uzturre,
¿Cómo consiguió la documentación para elaborar la película?
—Me basé mucho en el libro de Francisco Tuduri, Cuando el esquí comienza, y en las miles de fotos que conservan las familias de aquellos pioneros. Así cubrí hasta los años 60. Fui recopilando información adicional a partir de esa fecha hasta hoy con más esquiadores y esquiadoras de Tolosa. Intenté hacer la historia redonda, porque Imanol Rojo, que es tolosarra, participó en 2025 en el Mundial de Trondheim, en Noruega. Me parecía el cierre perfecto para la historia.