- A escasas 48 horas de la carrera, ¿cómo se encuentra?

-No queda nada. La verdad es que un poco nerviosa. He dormido un poco mal. Se notan los nervios y ayer, por ejemplo, me costó mucho dormirme. Pensaba que me habían dado un café con cafeína y me dijeron que era 100% descafeinado, así que serían los nervios. Pero son nervios buenos. Me apetece mucho que llegue el momento. Me apetece un montón. Lo quiero hacer bien, va a haber mucha gente y estoy muy motivada.

¿Es una presión añadida que tenga tantas ganas, que sea en casa?

-Un poco de presión sí hay. Al estar todo el mundo aquí, como que quieres quedar bien, porque están tus amigos, tu familia, pero para mí eso es un plus de motivación. Es presión, pero es algo bueno. Hay alguna gente a la que se le va la pinza y me da como favorita, pero, bueno, me lo tomo como una motivación.

¿Qué supone para Sara Alonso tomar parte en esta carrera?

-Empecé a correr en el monte después de la cuarentena y uno de los vídeos que vi fue uno de la Zegama-Aizkorri y dije: ¡Qué pasada! Yo quiero correr ahí. Siendo de Donostia, nunca había he estado en la carrera. Sabía que era importante, pero no sabía hasta qué punto. Hace dos años se me metió entre ceja y ceja y aquí estoy. Quién me iba a decir que dos años después iba a estar aquí con un dorsal y siendo una de las favoritas.

Con tan solo 23 años ya le han puesto el cartel de favorita en una prueba en la que participan atletas como Maude Mathys o Nienke Brinkman. ¿Cómo lo lleva?

-(Risas) Es que yo empecé con 21 años y hay gente muy buena. Yo sé que no voy a ganar. Pero tengo muchos años por delante y seguro que alguna oportunidad para ganar ya tengo. Quiero conocer la carrera, disfrutar del ambiente... Después de dos años sin celebrarse, justo cuando corro yo, es el mejor cartel de la historia con un nivel increíble.

¿Qué es lo más difícil de una carrera como la Zegama?

-He entrenado mucho y es una carrera muy larga. Todo el rato es sube y baja, sube y baja, con piedras y hay que saltar rocas. No es nada rápida. Es una carrera lenta, con mucho público. Me han dicho que con la afición te vienes arriba. Hay que saber gestionar la carrera, la segunda parte es la más dura y hay que llegar con fuerzas al final. Es muy larga y los últimos trece kilómetros son muy de correr y hay que llegar con piernas ahí.

¿Es muy técnica?

-Más que técnica, no es una carrera rápida. No hay zonas muy difíciles, pero las zonas que parecen llanas no lo son, hay mucha piedra. No es difícil, pero tampoco es rápida. Es larga. Muy larga para mí, pero bueno, ya he hecho alguna maratón. La última subida me sobra, pero con el ánimo del público todo será más llevadero.

“Soy una chica de 22 años a la que le gusta correr”. ¿Es la frase que mejor le identifica?

-(Risas) Es mejorable, a decir verdad. Cuando vi el documental, fue lo primero que pensé, pero bueno, al final, es así. Soy una chica a la que le gusta correr. Salgo, entreno, vuelvo a casa y soy feliz. Puede parecer un poco simple, pero el día que no corro, no soy yo. Para ser yo, tengo que correr. Me encanta correr y se ha convertido en un estilo de vida desde que corro carreras de montaña. Hay veces que lo hacía por obligación, aquí también hay días en los que no te apetece, pero el día que no corro, no me siento yo. Eso es lo que hago y me encanta.

¿Siempre le ha gustado correr?

-Antes hice ping-pong, luego gimnasia rítmica y, más tarde, fútbol. Empecé a correr con 17 años. Me apunté a atletismo con la idea de ser velocista, pero no me vieron con muchas cualidades. Ni siquiera me quisieron hacer ficha deportiva. Me apunté a la Gazte Behobia en su primera edición y terminé en tercera posición. Mi entrenadora me dijo que no se me daba mal lo de la larga distancia. Empecé con los 800 metros, luego los 1.500, cross y esto último me gustaba mucho. Me di cuenta que en la pista me faltaba ese toque de velocidad, algo, y los obstáculos sí que me gustaban porque existe ese cambio de ritmo como en las carreras de montaña. Mucha gente que hace carreras de montaña en su día hicieron obstáculos. En la temporada de invierno disfrutaba mucho con los crosses y empecé con la ruta. Llegó la Behobia, me invitaron y, con 19 años, disfruté un montón. Era muy joven. Me encantó. Luego llegó el covid, me encerraron en casa, empecé a ver vídeos y me encantaron. Y aquí estoy. Tampoco esperaba estar viéndolo en la tele y en la primera edición estar en la línea de salida.

¿Se esperaba esta progresión?

-No me esperaba hacer una progresión tan buena. He tenido una buena transferencia de una disciplina a otra. Conozco a gente que le ha costado mucho, pero a mí no. Me he habituado muy bien. En las bajadas, no sé si porque soy joven, estoy bajando muy bien, que es donde muchas veces se marca la diferencia. Creo que he mejorado mucho de un año a otro, pero siempre he bajado bien. En las subidas ganas fuerza. He ido aumentando los kilómetros, que al final es lo que más me ha costado.

¿Hasta dónde quiere llegar? ¿Con qué sueña?

-Sueño con ganar la Zegama-Aizkorri en algún momento de mi vida, en ser profesional, en no aburrirme del deporte, en estar muchos años. Me gustaría estar aquí muchos años compitiendo a un alto nivel. No marcharme pronto, no tener una vida deportiva corta, disfrutar y no quemarme. Porque al final mucha gente se quema, siempre tienes miedo de las lesiones y de caer mentalmente. Las lesiones no son solo físicas. Me gustaría disfrutar muchos años.

Con el esfuerzo que conlleva una carrera de montaña, ¿qué significa cruzar la línea de meta?

-Es la felicidad. Correr es algo que haces para ti. Es como el entrenamiento, lo haces para sentirte bien. Si no tienes ganas, no entrenas. Estás compitiendo, pero lo haces contra ti mismo. Te pones tus objetivos y, cuando cruzas la línea, la satisfacción de después es infinita. Yo he ganado partidos de fútbol, he marcado goles, pero no es equiparable la sensación que tienes. Correr tampoco es que sea algo agradable, pero la satisfacción que sientes es una pasada. Pensar que en media hora puedo estar en la cima del Aizkorri y tener esas vistas merece mucho la pena.

¿Y de dónde saca las fuerzas para continuar cuando llegan los malos momentos?

-No lo sé, en seguir pensando en los objetivos que tienes, en la línea de meta. A mí me gusta saber que en una carrera como la Zegama, en el kilómetro 10 va a estar alguien animándome y en el 20 va a estar otro conocido dándome ánimos. Te vas marcando objetivos a corto plazo en el ámbito de la carrera para no hundirte. Si empiezas a pensar en el final desde el primer kilómetro, pensando en lo que te queda por delante, te hundes.

¿Qué supuso ganar una carrera como la Transgrancanaria?

-Aparte de la Zegama, el año pasado, cuando empecé en diciembre, la primera carrera era esa y cogí el covid. Se me quedó cruzada esa prueba. Me fui de Erasmus a Canarias y no dejaba de pensar en esa carrera, en que la tenía que hacer bien por narices. Me la preparé casi como la Zegama. Es que la Zegama-Aizkorri me la he preparado demasiado bien. La Transgrancanaria estuve todo el invierno preparándola a conciencia. Le tenía muchísimas ganas, estaban todos mis amigos de la universidad y la sensación fue muy grande cuando gané . l