Oihana Kortazar saboreó las mieles del triunfo en la edición de 2012 de la Behobia, una victoria, tal y como explica la protagonista, que llegó “de una manera imprevista”, porque no había realizado una preparación específica. Sus recuerdos son los mejores y no descarta una nueva participación, pero, de hacerlo, lo hará “sin la presión de tener que hacer entrenamientos específicos”.

Lo primero de todo, ¿cómo está después del accidente que sufrió hace diez días?

-Estoy mejor. Hace dos lunes mis hijos y yo tuvimos un accidente de tráfico. Tenía pensado correr el Campeonato de Europa el 20 de noviembre en Portugal, pero el pequeño está ingresado en la UCI de Donostia y yo tengo muchos golpes. De cintura para abajo estoy bien, las piernas las tengo bien. He hecho un poco de bicicleta, pero en casa. Pero no voy a poder correr. Venía de correr una carrera en asfalto, la de Ataungo Hiru Auzotako de 17,3 kilómetros e hice 1h04. Me convencieron también para correr con mi equipo el campeonato de asfalto de Euskadi en Gasteiz el 19 de diciembre. Hay margen, podría ir, pero es algo que no me quita el sueño.

¿Qué recuerdos tiene de su victoria en la Behobia de 2012?

-Son esas cosas que pasan sin ir a por ello. Siempre lo digo, que está muy bien lo que hice, que gané la Behobia y que hice un buen tiempo. Pero, para mí, era un entrenamiento de cara a la siguiente carrera que tenía, que era de montaña. Era un maratón en Argentina de un desnivel y un recorrido muy rápido. Las semanas previas estaba entrenando bastante asfalto, pero no había hecho distancias superiores a los 15 kilómetros. Tengo que reconocer que el asfalto es un terreno que me lesiona mucho. Siempre hago lo justo y necesario en asfalto. Es como la pescadilla que se muerde la cola. Te da mucha chispa, mucha velocidad, pero me lesiona y tengo que parar.

Pese a lo que señala, cruzó la línea de meta en primera posición...

-Sí, sí. Eso es verdad. Aparte de lesionarme, en aquella época, llegó a convertirse, el asfalto, en un tipo de terreno que me empezaba a agobiar. Los entrenamientos ya no los disfrutaba porque en realidad sabía que eran perjudiciales para mi cuerpo. Me dije: Si me apunto a la Behobia y hago la carrera como un entreno ese día, es algo que me llevo. Pero tengo que reconocer que salir a entrenar en asfalto me estaba costando cada vez más. Por eso digo que, sin comerlo ni beberlo, tuve la suerte de que la base que llevaba de los entrenamientos de asfalto fuera suficiente para hacer un tiempo curioso, de esos que se dicen que no está mal. No hay que olvidar que muchas otras chicas buenas, específicas de atletismo, no estuvieron en esa edición.

¿Cuál fue la clave entonces para ganar?

-En cada carrera que me pongo el dorsal, aunque mi subconsciente sepa cuáles son las pruebas más importantes y cuáles menos, la vena competitiva ahí está y luego lo doy todo. Y así fue en esa ocasión. Yo no salí con esa chispa de entrenamiento, ni fui reservando, yo fui a por todas, pero no tengo esa sensación de haberla estado preparándola, que fuera mi objetivo. Cuando me pongo el dorsal, me lo pongo para algo.

¿Qué recuerdo tiene de su participación que no olvidará?

-A lo mejor, si volviera a correr la Behobia, me llevaría un buen batacazo porque tengo tan buena experiencia de aquel año que la corrí. Tengo la sensación de que no sufrí, que fui volando, porque todo el rato había gente. Tengo la sensación de que fue fácil. No tengo ese mal recuerdo de haberlo pasado mal en algún kilómetro, de haber tenido bajón, no, fue fácil. Lo único que recuerdo es la gran pereza que tenía antes de la carrera, porque llovía un montón. Tengo la sensación de empezar y terminar sin fijarme en las demás, como hago en montaña. Puse mi ritmo. Hasta un determinado punto yo no era consciente de que iba primera, pero la sensación fue de fluidez, de que iba fácil. Todo funcionó bien ese día. Pienso que si algún día la vuelvo a hacer, a lo mejor tengo ese recuerdo de haberlo hecho tan fácil que igual me pego una leche ahora. E igual se me hace súper dura otra edición.

¿Cuántas ediciones ha corrido?

-He participado dos veces. La anterior fue con el dorsal de un amigo de mi marido. Fue en 2009. Con tres años de diferencia, ni me acuerdo qué tiempo hice ni en qué posición terminé. En esa época hacía duatlón de asfalto. Hasta los 10 kilómetros sí que tenía buenos tiempos, pero luego, el resto del kilometraje, se me quedaba muy largo. En 2012, por contra, tenía muchos más kilómetros en las piernas, otra musculatura, otra tonificación y aguantaba mucho mejor. Ya estaba acostumbrada a hacer distancias de 30 y 42 kilómetros en montaña. Las piernas tenían memoria de kilómetros.

¿Le atrae volver a correrla?

-Sí me atrae, pero la volvería a hacer en plan como la de 2012, como un entrenamiento, porque si la tengo que preparar específicamente, si tengo que coger esa responsabilidad, esa disciplina de prepararla específicamente, tendría que hacer entrenamientos acorde a ello y eso me supondría lesionarme por el camino. Entonces preferiría entrenar lo justito y que ese día fuera lo que dios quiera, sin esa presión. Me llama la atención correr el maratón, pero la preparación me echaría para atrás. No es por no correr, es que no saldría del fisio. Tengo una hernia lumbar que me pinza el nervio ciático y me coge la pierna derecha. Para correr en montaña hago cosas específicas de asfalto y eso me suele bastar para estar resentida. A partir de ahí sería mucho forzar.

¿Por qué le enganchan tanto las carreras de montaña?

-Para empezar, es que son entretenidas. Tienen variedad. Que viene una cuesta empinada hacia arriba y ves que no puedes mantener el ritmo corriendo, pues la subes andando. Eso en asfalto es impensable. Si te pones a andar es sinónimo de que te vas a retirar. Lo que me gusta de las carreras por montaña es que, a lo tonto, haces una excursión. Vas al monte con la excusa de que una organización te facilita el marcaje del recorrido, conoces una zona nueva. El asfalto me suele aburrir porque es prácticamente siempre lo mismo. En montaña nunca miro a cuánto hago el kilómetro. Siento menos presión en cuanto a cifras, números. Me gusta más. A mí me gusta la montaña. Correr es algo temporal en mi vida. No sueño con estar a los 50 años corriendo por montaña. Yo sueño, con esa edad, que mis rodillas estén a salvo y pueda ir a hacer excursiones al monte. Tener salud física para seguir yendo al monte.