The Jayhawks visitan Bilbao en días, Wilco están a punto de publicar un nuevo Ep y otros adalides consagrados de la Americana, The Avett Brothers, se adelantan a ambos y regresan con su primer disco en un lustro, producido por el gran Rick Rubin. Más bello y calmo que airado y eléctrico, sus nueve composiciones, con mayoría de baladas suntuosas, muestran a los hermanos a la búsqueda de la fe, la resiliencia, el amor como antídoto contra el mundo exterior y la importancia de disfrutar de las pequeñas (grandes) cosas de la vida cotidiana.

50 conciertos

Mientras se dejan la piel en 50 conciertos desde esta primavera en los escenarios de su país, donde realmente los hermanos Avett –Scott y Seth, que se reparten el micrófono, las guitarras, el piano, el bajo...– encuentran su verdadera razón de ser, los de Carolina del Norte, con el apoyo del bajista Bob Crawford y Joe Kwon al chelo, han vuelto tras una larga ausencia con The Avett Brothers (Ramseur/Popstock), álbum homónimo en el que actualizan las raíces de la Americana.

Les ayuda el sonido sobrio pero repleto de detalles –violín, sintetizadores, arreglos de cuerdas...– que aporta Rick Rubin, productor voraz que salta de un disco de Slayer o AC/DC a otro de Beastie Boys o Mick Jagger, y que supo dotar de hondura y honestidad a la obra crepuscular de Johnny Cash. Grabado en Malibú, Nashville, Mar Vista y la ciudad natal de la banda, Concord, sigue la vereda abierta por el grupo hace 17 años, con los instrumentos y raíces enfangados en el rock, el folk y el country de USA.

Nuevo EP

El álbum, que cuenta asimismo con la obra de Scott en ilustraciones y portada, suena más calmo, con una mayoría de baladas sentidas sobre piezas eléctricas y vigorosas e incluye nueve canciones. Lo primero que se escucha es el amor es lo que me dieron, y es todo lo que te doy, está en el movimiento más pequeño”. De esos versos se infiere el interés de Scott y Seth por volcarse en lo sagrado e importante –el amor, la esperanza, la fe en el futuro...– desde el disfrute de lo cotidiano: una taza de café a tiempo, la importancia de las raíces y el hogar, el paso del tiempo...

Canciones

l ‘Never Apart (w/ Vocal Prelude)’

“La vida no se puede escribir, solo vivirla”, se oye tras una introducción vocal sumergida en lujosas cuerdas que se transforma en una balada acústica y dulce. “La muerte no es un problema, no puede romper mi corazón, nunca estaremos separados”, prosigue la voz, sustentada por un banjo y una melodía y armonías que son pura ambrosía.

l ‘Love of A Girl’

La bestia del disco: country punk acelerado que remite a sus tiempos de clubes y salvajismo. Canción eléctrica sobre el amor y la lucha que exige “este planeta difícil” en el que vivimos, sobre todo cuando choca con “el alma y el mundo” del espectáculo: “todo lo hago por el amor de una chica”.

l ‘Cheap Coffee’

Balada pausada con ecos de jazz, distorsión a lo Wilco y un lírico piano en su tronco central. Una joya para destacar lo sagrado de la vida a través de los hechos cotidianos, como un café compartido en un pequeño apartamento familiar antes de que los niños se despierten. “No sabía que fuera tan bueno… todo lo que soñamos era nuestro, sigue siendo nuestro”. El amor, la pervivencia de los sueños, ese “resplandor” que hechiza y te hace escalar montañas y rastrear estrellas tras retirar los tirantes de un vestido. Finaliza con Scott y un niño hablando –y no es casual– sobre el infinito.

l ‘Forever Now’

Medio tiempo acústico sobre el paso del tiempo, la eternidad, el alcanzar el cielo y, especialmente, sobre hundirse y levantarse… una y otra vez. O sea, sobre la vida. Llega con unos coros celestiales rotos por un sintetizador de riff casi infantil.

l ‘Country Kid’

Autobiográfica y nostálgica, sobre la infancia de los hermanos y la vida en el campo. Resulta adecuado su ritmo de country rock ortodoxo con un banjo y un violín que se cuelan entre el olor a boñiga de vaca de este “chico de campo” que siente nostalgia de su niñez y rechaza los rascacielos de su vida actual.

l ‘Orion’s Belt’

Country rock liderado por un violín campero con carga política. “Todos piensan que conocen a todos los demás, buscando curación bajo un techo, cuando está más allá del Cinturón de Orión”. Se refiere al “parloteo” de los políticos y el dinero cambiando de manos de “pequeños hombres con grandes planes”.

l ‘2020 Regret’

El tema de amor como tal, con guiños a la pandemia, cuando “el suelo se deslizó” bajo nuestros pies. “Todavía te amo como antes aunque a veces no te lo hago saber”, se oye. Voz mecida por un violín y un precioso piano que conducen al verso final: “Nunca ha habido un momento en el que me arrepintiera del tiempo contigo”.

l ‘Same Broken Bones’

Arranca y termina a capela esta balada sobre el endiablado ritmo de la vida moderna –“corro tan rápido, ¿con quién compito?”– y los “huesos rotos” que deja. Y también sobre la soledad y el regreso a casa.

l ‘We Are Loved’

Cierre inmejorable con un baladón folk. A pesar de las infidelidades, los perdones, las cobardías, las tragedias, el dolor… “me he sentido solo, pero nunca lo he estado; existe la Divinidad, somos amados”. Final conmovedor a dos voces. Da igual si lo negamos, lo abrazamos o lo combatimos. Ahí está el amor.